Extra. Iana

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Suelto mi bolso sobre el sillón, y dejo el balde de palomitas sobre la mesita de vidrio. No he dejado de reír, y al instante en el que me volteo ya lo tengo junto a mí.

—¿Y ahora qué, Eggers? —pregunto con una sonrisa.

Él coloca su boca sobre mi oreja y mueve sus labios sobre mi lóbulo, luego mi cuello y mi mejilla.

—¿Qué quieres hacer, Iana Cole?

Sonrío una vez más y le robo un beso. Jamás lo había visto de tan buen humor, jamás había reído con él de la manera que lo hice esta tarde. Se ve diferente, y me encanta.

—¿Quieres que prepare la cena?

Coloco mis manos detrás de su cuello, acaricio su pelo y él me mira de esa manera especial que tanto me encanta. Lo veo sonreír de nuevo, su mano baja un poco más allá de mi trasero, y segundos después acaricia mi muslo derecho.

—Haremos la cena juntos.

—¿Y después? —pregunto una vez más.

—Y después haremos otra cosa juntos...

Los dos sonreímos, él me carga y yo comienzo a chillar cuando gira por toda la sala de estar, me hace cosquillas y me besa.

—¡Alex, basta! ¡Voy a vomitar todas las palomitas en tu espalda! —grito entre risas.

Él se detiene poco a poco, me toma una vez más, mira mis labios y acaricia mi cara.

—Te amo, Iana Cole.

Lo abrazo con todas mis fuerzas y escondo mi cara en su pecho. Huelo su perfume y cierro los ojos muy fuerte durante varios segundos.

Antes temía que él me dejara, siempre pensé que él no es feliz del todo con mi problema, pero hoy... Hoy fue tan diferente, hoy lo sentí tan real, tan hermoso. Empieza a ser como antes, como esos primeros años, vuelve a ser mi Alex. Y cada "Te amo" es mucho más intenso que el anterior.

De verdad lo siento.

—Eres mi todo... —respondo levemente, y él besa mi pelo una y otra vez.

—¿Te dije que para nuestra boda mi madre se ofreció a hacer un pastel de diez pisos?

Abro los ojos de par en par y después estallo en risas.

—¿De qué estás hablando, Alexander? Creo que las palomitas están afectando tu cabeza.

Él se ríe también y une nuestras frentes.

—Nos casaremos en la playa, y tendremos una súper mansión que vas a decorar, ¿cierto?

Me suelto de su agarre y me volteo hacia el otro lado.

—Ahora sí enloqueciste por completo.

Trato de avanzar, pero él vuelve a tomar mi brazo y hace que lo mire.

—¿Por qué siempre dices que enloquecí?

—Porque es una locura, Alex.

—No, no es una locura. Voy a cumplir veinticinco en unos meses, nos podemos casar el año que viene y tener un bebé en cinco años más...

—En serio, enloqueciste.

—Iana...

—Vamos a preparar la cena...

Cada segundo con él me hace sentir mejor, desde sus quejas y críticas hacia todo lo que le molesta, hasta esas miradas intensas y llenas de algo extraño que me hacen querer comérmelo a besos todo el tiempo. Incluso su locura de la boda me encanta. Sé que lo haremos algún día, pero le dije que aceptaré sólo cuando logré quitar este demonio de mi interior, y él no lo entiende.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora