Capítulo 52

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El señor Eggers detiene el coche frente al edificio de Alex sin apuro alguno. Nadie dijo nada durante todo el camino, y al bajar sólo me despedí con un "Adiós" y una leve sonrisa.

Alex me pone una vez más su abrigo en mis hombros para protegerme del frío, luego rodea mi cintura y corremos juntos y con algo de torpeza hasta la entrada.

El portero no está aquí, pero creo que si viera la cara de Alex, se asustaría.

En el ascensor sólo lo observo a través del espejo, mientras que nuestras manos se dan calor. Él está en otro mundo, pero no me suelta ni un solo segundo. Quiero entrar a ese mundo justo ahora, quiero que él me noté aquí, pero sé que será completamente imposible.

Creo entender que fue lo que sucedió, y sé que él ama a su hermana, pero exageró un poco. Y la verdad es que no sé qué decirle.

Sabía que algo pasaba entre Max y Kya, pero ¿debo decírselo?

¿Y qué pasará ahora?

Mañana a medio día debo estar en París de nuevo, se acabó mi primera semana de descanso, y con todo esto no tengo idea de nada.

Alex pasa la tarjeta magnética por la cerradura y al abrir la puerta sólo observo el lugar y espero a que él me invite a pasar. Luce mejor de lo que esperaba por ser Alex. Si hay desorden frente al balcón, en donde están todos sus cuadros y pinturas, pero lo demás, se ve normal.

—Iré a darme un baño —comenta en un tono bajo.

Ahora que lo pienso, es extraño estar aquí de nuevo. No sé qué somos, no sé qué pasará, y yo solo estoy en medio de su sala de estar sin saber si ir a su cama y quitarme la ropa o esperar aquí en el sillón y ver si él me dice alguna cosa.

Ya es muy tarde, ni siquiera revisé mi celular, pero tía Loren sabía que si no regresaba era porque estaba con él. Sólo que no debo decirle que acabo de salir de la delegación porque Alex estaba en la cárcel.

Y la señora Eggers... Es tan amable, tan sonriente, y estaba tan destrozada por él... Jamás había visto a nadie así.

Suelto otro suspiro mientras que sólo escucho la lluvia a lo lejos y el zumbido que hace el refrigerador. Alex está al otro lado del apartamento, las luces son tenues, enciendo el velador al lado del sillón y me siento por un momento. Es patético sentirme así, sin saber qué hacer. ¿No debería tener una idea de lo que sucede entre ambos?

La foto...

Miro una vez más hacía la mesita y noto que esa foto de Alex e Iana ya no está, el marco se encuentra a un lado, sin nada.

Me pongo de pie rápidamente y camino hasta la estantería de la pared, y tampoco hay fotos con ella. Aquellas fotos de viajes exóticos, con vestidos elegantes en fiestas, sonrisas perfectas, no hay nada...

Camino hasta su habitación y al encender la luz veo a mi alrededor, pero luce todo igual, con la diferencia de que aquellas fotos con ella, tampoco están.

Todo, lo quitó todo.

—Alex... —digo por lo alto, mientras que escucho el sonido de la ducha—. Es mejor curarte esas heridas primero. ¿Me oyes?

Camino lentamente hacia el inmenso armario y me detengo en seco al ver que casi todo está vacío. Todo, absolutamente todo. Las cosas de Iana ya no están en las perchas, ya no hay vestidos, ni tacones, ni nada... Ya no huele a ella y su carísimo perfume, todo es Alex, sólo Alex y no puedo explicar la sensación de paz y alivio que estoy sintiendo en este momento. Ella ya no está aquí y por primera vez, me siento tranquila.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora