Capítulo 22

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Otro día de lluvia en la ciudad, no me mojé demasiado, pero mi cabello es un desastre, y como siempre, llegaré tarde.

Todo está sumamente limpio, recorrí toda la cocina y sala de estar y no veo nada fuera de lugar. Ayer acabé muy rápido, sabía que todo estaba bien, pero creo que ya no quedan más listas de Alex por terminar, porque lo hice todo.

Tomo mi celular del interior de mi bolso, miro la pantalla, pero como no hay nada nuevo, lo vuelvo a guardar. Son las nueve, no dormí casi nada en toda la noche y hoy en la mañana volví a ser la Iris de siempre. Tengo el jean nuevo, algo incómodo, se ajusta demasiado y la camiseta de algodón con mi vieja chaqueta. No es nada especial, puedo ser alguien normal sin que me confundan con una pordiosera, pero de todos modos no me convence.

La puerta de la habitación de Alex está cerrada, lo que significa que él y Iana están ahí.

Tengo que admitir que me pone incómoda, pensar en eso, necesito algo que hacer para distraerme, pero si él no me dice...

Además, es sábado, tendré que quedarme solo hasta las doce, quiero apresurar todo.

Camino por el pasillo, suelto un suspiro y golpeo levemente la puerta de la habitación. Espero unos segundos y por fin oigo su voz.

Puedo pasar, pero si veo a Iana ahí, desnuda o semi desnuda voy a gritar de celos.

No sé qué me sucede.

—Lo siento, yo... —balbuceo y elevo la mirada hacia él. Está ahí, en la cama, sin camiseta y no hay rastros de Iana.

—Buenos días, Iris.

Esa voz hace que me despierte por completo, se oye ronca, sexy... Es todo lo que cualquier mujer quisiera tener a su lado en la cama cada mañana.

—No dejaste lista... Ya no queda nada para...

—Comienza con el desayuno —me pide con seriedad. Él nota que estoy babeando. Lo sé.

—Claro.

Corro a la cocina, me pongo a preparar todo lo que sé que a él le gusta, acomodo todo en la mesada y después lo veo caminar por el pasillo hasta la isla de la cocina. Se sienta en el banquillo, mira todo lo que tiene delante y toma el vaso con jugo de naranja.

Estoy ahí de pie y no sé qué más hacer.

—¿Te gustó la cena? —cuestiona mientras que observa el tazón con frutas y avena. Eso me lo enseñó Iana y es delicioso.

—Eh... sí, me gustó. Estuvo bien.

Alex deja escapar una risita irónica y me mira.

—No me mientas.

Abro un poco los ojos y trago en seco.

—No miento.

—Apenas hablaste en toda la noche, no tocaste tu comida y se te notaba en la cara que querías salir corriendo.

Le doy la espalda, abro el grifo y finjo que voy a lavar alguna cosa. Ya no quiero verlo, tengo que buscar algo que hacer.

—Arreglaré tu habitación —comento por lo bajo.

—¿Desayunaste? —pregunta sin mirarme.

—Sí —miento.

Me volteo hacia él, y no me gusta lo que veo en su cara.

—Siéntate y come, Iris —me ordena. Suelto un suspiro y me siento delante de él, miro todo lo que hay y tomo una de las galletas de avena.

La muerdo lentamente y miro mis pies. Alex está mirándome, me incomoda, y sólo trato de fingir que nada sucede.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora