Capítulo 61

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No puedo decirle que estuve viendo apartamentos al otro lado de la ciudad, no puedo decirle que estuve enviando currículum a todos los museos de Londres, no puedo decirle que estoy buscando una salida, no puedo decirle que ya no lo veo a él en mi futuro.

No he dormido por las noches, pensando la manera de decirlo, pero sé que no podré hacerlo.

No tengo el dinero para esos apartamentos que vi, nadie me llamará para una entrevista porque estoy embarazada, y sólo me resta conformarme con lo que tengo.

Aferrarme a lo seguro, a alguien que me hizo mucho daño y que ahora es el padre de mi bebé.

No he dejado de imaginar a ese niñito precioso en casa conmigo, no he dejado de imaginar a ese niño corriendo a los brazos de Alex el fin de semana. Lo cierto es que no he dejado de imaginar una vida sin Alex.

—Ya llegamos, cielo —dice la señora Eggers. Regreso a la realidad y observo el gran edificio.

—Gracias por traerme.

—No fue nada. Dile a Alex que los espero el domingo para el almuerzo.

Asiento levemente y me despido con un cálido brazo.

—Cuida a mi pequeño... —susurra con una sonrisa y después acaricia mi vientre.

—Adiós.

Finalizo la llamada, la última del día, y después deslizo la tarjeta magnética por la cerradura del apartamento.

Tengo cientos de cosas que resolver, la agenda de la señora Eggers es un verdadero caos, pero me encargaré del resto el lunes.

Suelto mi bolso en la mesita de entrada, y hago una mueca al sentir ese aroma a comida.

Me volteo rápidamente hacia la cocina y veo a Alex ahí.

—¿Qué haces aquí? —pregunto rápidamente. Estoy sorprendida, lo admito. Siempre soy yo la que llega primero y hace algo para la cena.

—¿Y esa cara tan fea? —pregunta con una sonrisa—. ¿Esperabas a alguien más aquí?

Niego levemente y me acerco a él lo más rápido que puedo.

—No seas tonto. Lo siento... Es sólo que...

—Creí que sería bueno cocinar algo.

—Oh...

Alex toma dos copas de la mesada y las carga con jugo de naranja. Me hace sonreír de inmediato, me entrega una y después me acerco para besar sus labios.

—Hola.

—Hola.

Si, aún estoy sorprendida.

—¿Cómo volviste? —pregunta mientras que rodea mi cintura con su brazo.

—Tu madre me trajo esta vez. Hoy fue un día más tranquilo.

—Voy a comprarte un coche.

Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro.

—No voy a hablar sobre eso.

—Me gusta verte más relajada —dice con sarcasmo. Sí, tengo que calmarme.

Apoyo mi frente en la suya. Este es nuestro pequeño momento, en donde todo parece perfecto.

—Tu madre tiene una vida muy loca, pero admito que me gusta —murmuro para cambiar de tema.

Alex acaricia mi cara y después a nuestro bebé. Tiene ese brillo en los ojos, se ve relajado, sin problemas, y eso me gusta.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora