Capítulo 58

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Alex me acompaña hasta la recepción y no suelta mi mano hasta que yo se lo pido. Admito que me siento algo nerviosa, pero finjo estar segura y camino hacia Patrick que bebe su café y mira la otra carpeta de actividades.

—Buenos días.

Él se voltea a verme y antes de decir algo noto que se molesta y se confunde al mismo tiempo.

—¿Qué haces vestida así? ¿Y tú uniforme? ¡Nos iremos en veinte minutos!

—No, yo no iré a ninguna parte.

—¿De qué estás hablando?

Le entrego mi carpeta, mi credencial y el sobre con la renuncia, sumada la explicación. Sólo porque Alex me convenció de hacerlo.

—Eso de ahí es mi carta de renuncia.

Patrick mira el sobre, lo abre rápidamente y al leer lo poco que escribí, pone mala cara y me mira aún peor.

—¿Embarazo?

—Sí. Renuncio. Eso es todo.

—¡No puedes renunciar! ¡No a mitad de un viaje!

—Sí, sí puedo hacerlo y más si se trata de un embarazo.

—Te van a demandar por esto, niña.

Trago un nudo que se forma en mi garganta y sostengo la mirada. No voy a perder esta vez. Dejé que me pisotear antes muchas veces y no lo haré ahora.

—Que lo hagan —lo reto—. Si la empresa me demanda, te aseguro que voy a conseguirme un buen abogado. No te preocupes por mí.

—Pero...

No me importa lo que tenga que decir, sólo camino en dirección a Alex y a unos pocos metros de llegar, Patrick me toma del brazo con algo de fuerza.

—No seas estúpida, niña.

—Suéltame.

—¡Suéltala!

Ya es demasiado tarde. Alex acaba de golpearlo y hay sangre en el piso.

Esta vez no voy a hacer nada, sólo veo como los de seguridad se acercan y Alex me mira para comprobar que estoy bien.

Patrick sostiene su cara y toca su nariz ensangrentada, mientras que los dos caminamos hasta el tipo de recepción.

—Estoy bien —le digo rápidamente—. Vámonos de aquí.

Alex y yo estamos hospedados en un hotel carísimo, en una inmensa suite, llevamos aquí tres días, y no puedo ni imaginar todo lo que ya ha gastado en servicio de habitación y cosas lujosas. Me intimida ver cómo desliza sus tarjetas una y otra vez sin pensar en nada.

No quiero que empiece a gustarme esta vida, no quiero acostumbrarme a esto, pero me temo que es tarde. Estar en su mundo es fascinante, ver lo relajado que está me encanta y cada vez que lo miro, lo veo. Noto que el aún no puede creer que tendremos un bebé y está feliz con ello.

Todavía no hablé con mis padres, nadie sabe que renuncié, ambos creemos que la mejor manera de hacerlo es sin rodeos. Lanzaremos la bomba cuando lleguemos y que suceda lo que tenga que suceder.

Sí, estoy aterrada, pero sé que nada malo va a pasar.

Él jamás jugaría con esto de tener un hijo, y de eso no tengo ninguna sola duda.

—¿Estás muy cansada? —susurra mientras que rodea mi cintura.

Pongo los ojos en blanco y suelto esas dos bolsas de Luis Vuitton color naranja en el suelo. Sé lo que querrá hacer una vez más.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora