Capítulo 27

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Estrujo el papel y lo dejo encima de la mesa. Estoy en shock, completamente anonadada y dolida. Enojada, furiosa, eso también, pero...

—¿Qué te pasa? —dice Iana acercándose a mi rápidamente. Me toma de ambos brazos y hace que la mire.

—Yo...

La miro, veo su preocupación, su desesperación y confusión, trato de decir algo, pero nada sucede. Siento que voy a desmayarme en cualquier momento.

—Estás pálida, ¿qué te sucede? No me asustes.

—Yo... Estoy bien... —aseguro con la voz quebrada. Tengo la garganta seca y el estómago ardiendo de rabia.

—¿Segura?

—Sí.

—No. Siéntate un poco, te traeré agua...

—No...

Trato de detenerla, pero ella corre hasta la cocina y regresa con un vaso con agua en manos. Me lo entrega, bebo un poco y después trato de no sentirme como una estúpida.

—¿Mejor?

Asiento.

—Sí, fue una tontería, no desayuné...

Iana suelta un suspiro y después observa mi cara.

—Me asustaste.

—Lo siento, de verdad estoy bien.

—¿Segura?

—Sí...

Ella pasa una mano por su pelo y la apoya en mi hombro.

—¿Quieres regresar a tu casa? No, en realidad debes regresar. Te daré la mañana, descansa un poco.

—No, Iana. No es necesario.

—Sé lo que se siente, Iris. Mucho tiempo me hice daño a misma de muchas maneras, no solo con cortes...

Mierda. Tengo los ojos abiertos de par en par y la miro anonadada. Ahora sí la culpa está llegando una vez más.

—Iana...

—Dejé de comer hace tiempo, y sé lo que son los primeros mareos por falta de comida.

—Pero yo no... —intervengo.

—Lo sé, no es igual, pero similar. Y ¿sabes qué? Iremos a desayunar súper rico y sano a la cafetería de la otra calle. Yo invito.

Me pongo de pie rápidamente y trato de evitar lo que sucederá, pero no puedo hacerlo. Es muy tarde, ella se ve más que convencida y yo no podré hacer nada.

—No, tengo cosas que hacer aquí...

—Solo una hora como mucho, pediré pastel de chocolate. Hace meses que no como uno.

—No, Iana.

—Oh, vamos ya, no seas terca.

Ella toma su bolso, su abrigo, se mira en ese espejo que según ella es algo así como vingam, vintage, vintas o como se diga... Después me sonríe y me anima.

No tengo más opción.

El camarero deja nuestros pedidos sobre la mesa e Iana ataca con emoción su porción de pastel de chocolate.

—Mi suegra me matará si descubre que comí pastel y que no es el suyo.

Sonrío falsamente y revuelvo el postre de fresas que tengo en frente.

—Siempre veo las fotos del pasillo. La mamá de Alex parece muy buena.

—Gea es adorable. Gracias al cielo nos llevamos bien desde el primer momento.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora