Capítulo 36

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 Iana no quiso que vaya al estudio esta mañana, se oía muy extraña, podría jurar que estaba llorando, y él... él no me respondió ni una sola llamada, ni un maldito mensaje. Sé que algo sucede, pero no estoy segura de que se trata.

Sigo en el Marriott, debería estar yendo al apartamento, pero no sé si sea lo correcto. ¿A hacer qué? Últimamente no hay nada que hacer ahí.

Marco su número una vez más, espero a que su contestador responda y hablo desesperadamente.

—Alex, por favor, responde. Sé que algo sucede... Tenemos que hablar...

Suelto otro suspiro, cuelgo y tomo mi bolso que descansa a un lado de la puerta.

El día es gris, típico, como siempre, hay una leve llovizna que apenas moja mi cabello, el taxi se toma su tiempo, pero cuando lo noto, estoy en el ascensor del edificio de Alex.

Me miro al espejo, acomodo mi cabello, compruebo que me veo bien, que puede gustarle, suelto un suspiro y preparo la tarjeta magnética.

Las puertas se abren y de inmediato escucho esa ensordecedora música al final del pasillo, el estéreo está a todo volumen y de inmediato sé que definitivamente nada está bien. Él debería estar en la oficina y no aquí, con ese volumen así...

Cielos...

La tarjeta se desliza con prisa, con algo de torpeza por mi parte, abro la puerta, suelto el bolso, trato de no dejarme afectar por el sonido apabullante y miro a mi alrededor.

Abro los ojos de par en par y trato de reaccionar. Alex está de espaldas a mí, con la mirada en un lienzo, hay pinturas por todos lados, su brazo está manchado con varios colores y...

Ya no se cómo describir lo que veo, pero esa espalda, ese cuerpo, su perfil... Puedo contemplarlo a la perfección y no tengo palabras.

—Alex... —balbuceo, pero él no me escucha.

Parece estar en otro planeta, donde no hay nadie más, mira su pintura, retoca alguna que otra cosa, no nota mi presencia, pero yo noto que ha pintado a la perfección el paisaje que tiene delante, de los viejos techos de los edificios al otro lado de la calle. Encima de la mesada hay varias piezas de papel con dibujos en lápiz negro y él, él aún no ha notado que estoy aquí.

—¡Alex! –grito para llamar su atención, siempre trato de llamar su atención, lo admito.

Corro hasta el equipo de sonido y bajo el volumen hasta que el silencio nos invade. Alex parece regresar a la realidad, se voltea para verme y después sigue pintando.

—Súbelo de nuevo, Iris –ordena con la voz cargada de autoridad.

—¿Podemos hablar?

—No, ¡súbelo!

Lo ignoro por completo, dejo la música así como está, que apenas puede oírse, él suelta un suspiro, vuelve a mirarme y yo lo desafío con la mirada.

Camina hacia mí, estamos muy cerca, siento su respiración en mi mejilla, y mirarlo así... Estoy loca, completamente loca por este hombre.

—Sube el volumen, Iris –susurra sobre mi oído de esa manera que tanto me gusta, que me estremece por completo.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora