Capítulo 41

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Subo las escaleras con prisa y él viene detrás de mí. Trato de evitarlo hasta llegar a la habitación, pero toma mi brazo y me detiene en medio del pasillo.

Estamos haciendo alboroto y puedo apostar a que los vecinos pueden oír el crujido de los peldaños de madera añeja.

—Iris...

—Solo olvídalo, Alex. Tenemos que dormir.

—No, hablemos sobre esto.

Lo miro y niego levemente.

—Solo hay que dormir.

Me suelto de su agarre, llego a mi habitación y abro la puerta lentamente. Mi madre lo ordenó todo, se ve bien, admito que no estuve aquí desde hace tiempo, pero espero que él se sienta cómodo.

—Pasa.

Alex entra y yo cierro la puerta con cuidado.

La cama está del lado de la pared que tiene la ventana en dirección hacia la calle, al lado está mi pequeña mesita de noche llena de flores de papel y adornos coloridos, en mi escritorio hay unos viejos libros de la escuela, algunas fotos y lápices.

Y eso es todo, nada grandioso.

—Colorido —comenta parado en medio del pequeño espacio.

—No es la gran cosa, pero es mejor que el sillón, te lo aseguro.

Él se acerca a mi mesita de noche y toma una de las flores de papel de varios colores, la observa y me mira.

—¿Tú las haces?

Asiento levemente y él la deja en su lugar.

—Son muy buenas —asegura.

—Como tus pinturas —intervengo rápidamente, y me acerco un poco más a él—. Esas flores se hacen como tus dibujos, con papel, pero tus pinturas, Alex... Tus pinturas son arte, y creo que sé mucho sobre arte —presumo con una sonrisa.

Él me responde de la misma manera, me sonríe solo un poco, pero es una sonrisa triste que me desconcierta.

Hay un largo silencio en el que solo nos miramos el uno al otro y no sé qué más hacer o que decir.

Él está aquí, en mi habitación, y dormirá conmigo...

No puedo creerlo, esto es una completa locura.

—Bueno... No sé qué decir.

—Tampoco yo.

Trago en seco y camino hasta mi pequeño armario para buscar algo para dormir.

—¿Vas a ponerte un pijama? —cuestiona, y noto que no le gusta.

Me detengo, pero no lo miro.

—Sí. Es lo mejor.

No hay respuesta por su parte, sigo buscando en el interior y tomo una vieja camiseta de algodón y un short a rayas de colores.

Cuando me volteo, él está desabrochándose el último botón de la camisa, puedo ver su torso desnudo, esa piel, puedo sentir como me vuelvo estúpida, y no dejo de mirarlo mientras que estrujo la ropa que tengo entre manos.

Esto es una completa locura.

Alex se quita el reloj de su muñeca, lo deja con cuidado sobre la mesita de noche, pone la camisa en el respaldo de la silla del escritorio, luego se quita el cinturón, los zapatos y el pantalón, hasta que solo está con ese bóxer negro que tanto me gusta.

Me quedé viéndolo como una tonta por no sé cuánto tiempo, tengo un nudo en la garganta, y también esa sensación en mi interior que jamás puedo controlar.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora