Me impacienta esperarla, la mirada de su padre me pone nervioso y admito que en el interior sonrío porque me recuerda mucho a las primeras veces que vine a buscarla.
No sé exactamente qué lograré con esto, pero siento algo en mi pecho, me está matando y es mucho más que culpa. Va a acabar conmigo si no la veo y le digo algo.
Sara baja las escaleras lentamente, Iana no viene con ella y eso solo puede significar que no tiene deseos de verme.
Me pongo de pie de inmediato y espero.
—Ella está en su habitación. Dijo que subas.
Admito que me siento un poco sorprendido, no creí que sería tan sencillo.
—Gracias. Con permiso.
Subo las escaleras rápidamente y camino por ese largo pasillo hasta llegar a la última puerta. Su habitación siempre fue la más grande y con la mejor vista de todo su jardín, que ahora se ve blanco por la nieve. Sé que le encanta y me siento nervioso porque de verdad quiero verla, saber cómo está, que le sucede... Hay veces en que la extraño y hay otras veces en las que solo recuerdo cosas bellas y sonrío sin que nadie pueda notarlo. Es algo que nadie debe saber, son mis recuerdos y a pesar de todo, ella fue parte importante en mi vida. Fue la única, hasta que Iris llegó...
Golpeo levemente la puerta y acomodo el ramo de flores que compré en la mañana. Llevo todo el día queriendo verla, pero ella respondió a mis llamadas hace solo un par de horas.
—Puedes pasar —la escucho decir al otro lado.
Abro la puerta lentamente y me acerco. La habitación sigue igual, como lo recordaba. Mucho rosa y tonos pasteles. No logro reaccionar, es extraño, es diferente y no me siento como esperaba.
Iana está sentada en su cama, tiene esos pantalones grises de yoga y un suéter blanco que le queda enorme, pero que se ve cómodo.
—Hola... —susurro sin saber que más decir.
Ella sólo me mira, sé que esto será difícil para ambos.
—Hola —responde con un hilo de voz, y finalmente noto que no se puso de pie por esa cosa ortopédica que tiene en su pierna.
Otra vez la culpa me invade y siento deseos de ponerme de rodillas y suplicarle perdón por todo lo que hice.
—Yo... —estoy balbuceando, nada sale de mi boca y me siento como un imbécil.
—No puedo caminar aún, me quitaran las muletas en un par de semanas.
—Sí, estaba por preguntarte sobre eso. Yo...
Ella sonríe y eso logra aliviarme. ¿Qué demonios hago aquí?
—No te preocupes, estoy muy bien.
Me atrevo a acercarme un poco más, el papel del ramo de rosas cruje entre mis manos y recuerdo que debo dárselas a ella.
—Son para tí. Sé que es una estupidez, pero...
Iana toma el arreglo entre sus manos, huele algunas flores y después me muestra su gran sonrisa. Me duele saber que es una de esas sonrisas que no son reales, pero lo merezco.
—Gracias, son muy hermosas.
Cuando las deja a un lado en la cama, yo la observo detenidamente. Su cabello está unos centímetros más corto, tiene ojeras, mucho más que antes y sigue viéndose igual de delgada. Miro sus brazos, principalmente sus muñecas, pero me alivia ver que ya no hay rastros de heridas recientes, sólo viejas cicatrices.
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ALEX - Deborah Hirt ©
Romansa-¿Qué pasaría si te enamoras de alguien más estando "Enamorado"? - ella me preguntó esa noche, y desde ese momento sentí que ya no era el mismo. Sí te gusta esta historia, apoya al autor. Dale una estrella al capítulo, comenta, comparte... QUEDA PRO...