Capítulo 60

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Alex conduce por la cuidad en silencio mientras que yo observo el paisaje casi nocturno.

Tengo una tonta sonrisa y por más que esté aterrada, no dejo de recordar segundo a segundo todo lo que sucedió en el consultorio médico.

Tengo seis semanas de embarazo, todo parece estar bien y no dejo de recordar el sonido de su corazoncito latiendo a mil por hora.

Coloco mi mano en mi vientre sin llamar mucho la atención, lo acaricio y después observo a Alex.

Admito que el miedo que tengo aún sigue ahí, pero ya no es tan fuerte como los primeros días.

Sé que tendremos muchas cosas que resolver, sé que no somos nada en concreto, pero tendremos un hijo y ambos estamos dispuestos a hacer todo para que ese niño sea muy feliz.

Y Alex... Alex está completamente loco, desesperado, ansioso y sorprendido también.

París fue mágico, disfrutamos poco a poco de cada rincón, con nuestro bebé ahí, en medio de ambos, pero ahora es momento de la realidad, es momento de enfrentar todo esto, es momento de decidir.

Mis padres aún siguen aterrados con la idea del bebé y no sé cómo los padres de él se lo van a tomar.

—Tengo náuseas... —susurro levemente cuando siento que voy a vomitar una vez más.

Alex coloca su mano en mi vientre y me acaricia, luego baja solo unos centímetros el vidrio de mi ventanilla para que me llegue algo de aire, pero nada parece ser suficiente.

—¿Podrás aguantar hasta la casa de mis padres?

Lo miro por unos segundos y cierro los ojos porque es aún peor. Tengo esa cosa horrible en el estómago y siento yo que no lo podré controlar.

—¿Cuánto falta?

—Solo unos diez minutos más, cariño —informa sin apartar su mano. Asiento y apoyo mi cabeza en el vidrio para no pensar y no ver nada.

Minutos después Alex llega a Kensington y nos adentramos en un impresionante vecindario con construcciones que no podrían ser llamadas "casas", son todas mansiones que se ven lujosas y únicas.

Me pierdo entre todo esto, miro hacia un lado y hacia el otro como un niño en un parque de diversiones, y Alex me señala una entrada a mitad de la manzana en la que avanzamos.

—Es ahí...

El portón se abre y nos adentramos en un hermoso jardín, inmenso, que ahora solo tiene árboles y plantas secas y algunos pocos montículos de nieve en algunos lugares específicos.

La casa es preciosa, gigante y no sé por dónde comenzar a describirla.

—Estoy muy nerviosa... —susurro de nuevo, pero no puedo mirarlo a los ojos.

Alex apaga el motor y después entrelaza nuestros dedos encima de su rodilla. Quiero decir algo, quiero decir tantas cosas, pero nada sale de mi boca, ni siquiera puedo balbucear.

Lo miro, pero noto que él también está en su mundo, perdido en sus pensamientos, en las cientos de cosas que debemos resolver y que no sabemos cómo ni por dónde empezar.

Tengo mi maleta en el baúl del coche, toda mi ropa está ahí, voy a mudarme con él cuándo esta cena de presentación y anuncio del bebé acabe, pero... ¿Y luego de eso qué?

Necesito un empleo, él tendrá que seguir en la universidad, tendrá que estar en el trabajo también... Otra vez estoy abrumada y ya no quiero seguir pensando.

—Alex...

—No estés nerviosa —vuelve a decir—. No quiero que lo hagas, mis padres se lo van a tomar bien. Sólo se tu misma...

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora