Capítulo 8

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Iana suspira una vez más y yo acaricio su cabello castaño. No sé qué más decirle para que deje de llorar, pero últimamente ya sé que no vale la pena intentar consolarla porque no funciona.

Estoy asustado, lo admito, pero no tanto como la última vez. Llegué a tiempo, y si no lo hubiese hecho, no quiero ni imaginar donde estaría ahora.

—Te amo... —susurro sobre su oído y ella se acomoda sobre mi pecho. La miro de nuevo, tiene los ojos rojos de tanto llorar y la cara hinchada, pero ver esa sonrisita me alivia.

—Prometo no volver a hacerlo —susurra con la voz entrecortada, pero sólo le pido que se calle y la abrazo una vez más.

—Te amo, Iana —digo una vez más. Se lo digo todo el tiempo. No me canso de hacerlo. Me lo recuerdo a mí y a ella.

—No vayas a dejarme nunca... —susurra acariciando mi cara.

Sonrío levemente y coloco ese mechón de pelo detrás de su oreja. No, sé que no voy a hacerlo nunca. Está más que claro.

—No pasará —aseguro, la beso fugazmente y la miro—. Larguémonos de aquí, amor —le digo con una sonrisa.

Ella niega levemente con la cabeza y después sonríe.

No la noto tan afligida como los primeros días, pero igual quiero sacar ese rastro de tristeza de su cara. No soporto verla así.

Desde que tengo memoria, hice todo lo posible por hacerla feliz, por verla contenta y no voy a dejar de hacerlo.

—Vámonos, Iana... —digo una vez más.

La tomo de la cintura y la coloco encima de mí, ahora ella está riendo y niega levemente con la cabeza. Yo la miro y deslizo mi mano debajo de su camiseta de tirantes.

—Salgamos de aquí —insisto.

—¿Qué tienes en mente?

—¿Día de compras? ¿Almuerzo? ¿Un nuevo bolso de Parada?

Ahora si la escucho reír, y eso me activa. Me devuelve a la vida de nuevo, todo lo malo desaparece.

—Me convenciste con el bolso —asegura, y después me besa una vez más.

Tener a Iana así, encima de mí, me pone loco. Fui paciente, la cuidé, besé y acaricié desde que llegué a casa, pero quiero más.

—¿Qué? —pregunta al notar que la estoy mirando.

—Eres hermosa, Iana...

Ella vuele a sonreír y después hace una divertida mueca al sentarme ahí, completamente listo.

—¿Y ahora qué, Alexander?

—¿Uno rápido?

Ella ríe una vez más, pero comienza a besarme.

Estoy tan excitado...

Iana jadea levemente sobre mi oído cuando aprieto sus senos, me hace enloquecer, querer desnudarla y hacerlo hasta agotarme por completo.

—Te deseo todo el tiempo —susurro besando su cuello.

—Lo siento —me responde con la respiración acelerada.

La tomo de la cintura una vez más y hago que ella caiga sobre el colchón. Ahora soy yo quien está arriba. Y le quito con desesperación esa camiseta de algodón.

—Alex...

Iana se mueve mientras que se ríe levemente, no se queda quieta. Tomo sus muñecas con mi mano y ella jadea.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora