Capítulo 39

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Chad sigue a mi lado y veo como Alex se acerca sin dudarlo ni un solo segundo. Me siento estúpida, solo lo veo venir y oigo como Chad suelta un gran suspiro.

—Esto es ridículo —murmura secamente y después se va en dirección a su madre y la mía.

Estoy sola, tengo cientos de personas a mi alrededor, pero estoy sola con él.

No sé qué decir, quiero ser fuerte, pero no soy fuerte. Soy estúpida, lo fui siempre y demasiado.

—Hola —dice finalmente, luego de un minutos en el que solo me miró fijo, un minuto que parecieron horas.

—Hola...

Él observa a su alrededor, luego me inspecciona de pies a cabeza y sonríe mientras que mira mi birrete y después el papel que tengo entre manos.

—No lo sueltes —comenta, refiriéndose a mi diploma. Trato de sonreírle de decir algo como "gracias" y fingir indiferencia pero no puedo. Jamás podré.

—¿Qué haces aquí?

—Iris...

—¿Tía Loren te dijo la hora y el lugar?

—Sí.

—Bien. Puedes irte.

Sueno algo brusca, pero lo admito, es exactamente lo que buscaba.

Él suelta un suspiro y sostiene con un poco más de fuerza, la caja que tiene entre manos.

—Quiero hacer las cosas bien.

—¿Ahora? ¿No crees que sea un poco tarde para eso?

Extiende la caja en mi dirección y me mira muy serio. Jamás lo vi así. No sé qué hacer con toda esta situación.

—Feliz graduación.

Tomo la caja, pero siento que no es lo correcto.

—No quiero tus regalos.

Vuelvo a darle la caja y él suelta otro suspiro.

—Iris, por favor...

—La Iris que quería que estuvieras en su graduación cambió de opinión. Deberías volver a tu fascinante vida y dejarme en paz.

—Quiero hacer las cosas bien —vuelve a decir.

—Genial. Te perdono todo lo que has hecho. Ya está. Puedes irte.

—¿En qué te has graduado? ¿Por qué nunca lo mencionaste? Podrías habérmelo dicho.

—Jamás te importó saber nada de mí. Nunca preguntaste, siempre creíste que era una mediocre, ¿cierto?

No estoy de humor, no sueño amable, pero aunque me sorprenda verlo aquí, no me gusta del todo. La Iris enamorada me dice que lo disfrute y la Iris que quiere acabar con esto me hace dura, fría y cruel.

—Jamás pensé eso de tí.

—No te creo. Pero eso ya no importa.

—¿Podrías darme una oportunidad de solucionar esto?

—No... Sólo vete.

Me volteo para ir hacia mi madre o hacia cualquier otra persona, pero él me toma del brazo, me detiene, y el contacto con su piel me pone tonta de nuevo. Cierro los ojos y trato de contenerme, de no recordar todo lo que hice con él en el Marriott...

—¿Estás lista para irte, hija?

Mi madre me mira, luego ve la mano de Alex sobre mi brazo y abre un poco los ojos cuando lo ve a él, ese Dios, ese inalcanzable de ojos avellana que me fascinó desde el primer segundo.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora