Capítulo 15

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Regresé a mi casa después del día tan largo que había tenido. De lo único que tenía ganas era de llegar a la cama y dormirme, estaba demasiado cansado, incluso para sacar las cosas del coche. Igualmente, no iban a moverse de allí y podría hacerlo al día siguiente.

En el salón, me encontré a mi padre tumbado en el sofá. La televisión estaba encendida, pero él no la estaba viendo. Se había quedado dormido y el mando lo tenía sobre su pecho y subía y bajaba con cada respiración suya. Negué con la cabeza ante el panorama y me acerqué a él para apagar la tele con el mando a distancia. Sin embargo, se despertó sobresaltado.

―Tranquilo, solo iba a apagar la tele.

―Ah, eres tú ―respondió.

―¿Qué haces a estas horas aquí?

―Nada.

El tono con el que me contestó me extrañó bastante.

―¿Seguro? ―pregunté.

―Sí.

―Vale ―contesté―. Por cierto, gracias por ayudarme hoy ―dije sarcásticamente.

―¿De qué hablas? ―quiso saber.

Puse los ojos en blanco.

―Me dijiste que me ibas a venir a ayudar con las cosas de mi piso ―le expliqué, perdiendo la paciencia, aunque eso no era difícil. Mis reservas ya estaban del todo agotadas.

Se llevó una mano a la frente.

―Perdona, con todo lo de hoy se me olvidó.

Me sorprendió lo raro que estaba mi padre. En condiciones normales, no estaba así de disperso. Era una persona muy despierta y activa. En ese momento lo veía distraído y apagado, como si algo grave le estuviera pasando.

―¿Qué pasó hoy?

―Lío en el trabajo ―se limitó a decir.

No le creía del todo, pero sabía que no iba a sonsacarle nada. A veces él pecaba de ser demasiado cabezota, así que no tuve más remedio que darle las buenas noches e ir a mi habitación. De todos modos, no tenía energía para ir por ahí dándomelas de detective.

Al ir por el pasillo escuché el ruido de, probablemente, una película. Mi hermana estaba viendo algo en el portátil y tenía el volumen demasiado alto. Así sería imposible dormir, yo necesitaba silencio absoluto. Por tanto, toqué la puerta y, sin esperar permiso, entré en su cuarto.

―¡¿En serio?! ―exclamé, señalando la pantalla, donde se veía a Mario Casas en una moto con María Valverde.

Ella me miró, se puso un dedo en los labios y siseó.

―No grites, vas a despertar a mamá.

Pausó el vídeo.

―Me acusas a mí de ser machista y tú te pones a ver Tres metros sobre el cielo. ¿Quién es machista aquí? ―le recriminé.

―La película no es machista. Es de amor.

―¿Amor? De amor es El diario de Noa, con eso vomitas arcoíris, pero esto es una película machista. El chico no trata a la novia como a una igual, incluso hay una escena donde le levanta la mano. Si crees que eso es amor, en vez de una obsesión insana, no sé cómo serán tus futuras relaciones.

Mi hermana resopló.

―Solo es una película, Elián ―dijo en tono cansino―. ¿Puedes salir de mi cuarto y cerrar la puerta, por favor?

El pasado de EliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora