Capítulo 52

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Me quedé mirando su sonrisa torcida y le hice un gesto a Oli para que se levantara. Cuando lo hizo, fuimos a la habitación de Adriana y cerré la puerta.

―Lo sabe ―murmuré cuando ella empezó a abrir la boca para decir algo.

Me miró, confusa.

―¿El qué? ¿A quién te refieres?

―A Gideon. Él sabe lo que pasó anoche, la persecución, los disparos. Lo sabe todo.

Olimpia sacudió la cabeza.

―Eso es una locura. ¿Por qué crees eso?

―Había algo raro en él ―reflexioné en voz alta―. He tenido un pálpito muy fuerte y yo, antes de perder la memoria y todas mis capacidades, solía ser muy intuitivo. Era como un don, ¿entiendes? Y creo que ha vuelto.

―Elián, relájate ―me pidió, haciendo que me diera cuenta de estaba demasiado nervioso―. Puede que no sea lo que tú crees.

Pero yo estaba seguro de que así era. El corazón me latía frenéticamente y todo mi ser me gritaba que mi tío no era un inocente ni estaba al margen del mundo en el que, de nuevo, me encontraba inmerso.

―Lo es. Nunca, en estos dos años y medio, he tenido una sensación de tal magnitud. Confía en mí, Oli ―le dije, desesperado porque me creyese―. Él lo sabe todo y, si no está con nosotros, es que está con Eleonor.

Ella se volvió y comenzó a hacer la cama de Adriana.

―¿Qué haces?

―Tu hermana lo quería todo ordenado, ¿recuerdas?

―Ahora no es el momento para eso.

―Primero que todo, si eso es verdad, actúa normal, no llames la atención. Y segundo, ¿vas a dejar a tu familia desprotegida? Hay que avisar a Bruno de la posibilidad...

―El hecho ―la corregí.

―Bueno, el hecho de que Gideon lo sepa todo y esté en contra de vosotros.

Era consciente del esfuerzo que tendría que estar haciendo para creerme. Para ella, solo se trataba de una sensación. Para mí, era mucho más que eso, pero no tenía forma de explicárselo mejor, ni siquiera yo lo comprendía del todo, a pesar de estar sintiéndolo.

―Sí. Todavía queda pendiente qué vamos a hacer con mi familia, pero ayer tú eras la prioridad. Había que traerte. Y ¿actuar normal? Mi tío ya debe de saber que he captado su indirecta.

―Da igual. Él está bajo tu techo y va a seguir haciendo un papel frente a tus padres. Si tú no lo haces, puede que todo se vuelva en tu contra. Y no huyas.

Me apoyé contra la pared, abatido, mientras ella ponía los cojines en la cama de mi hermana.

―Me hará falta mucha sangre fría.

Oli terminó y se acercó a mí.

―Es necesario.

Apoyé mi frente contra la de mi chica.

―Ojalá hubiera sabido desde siempre que eres así de fuerte ―le dije―. Las cosas habrían sido diferentes.

Ella separó nuestras frentes y me miró.

―Lo pasado, pasado está. Y, por ti, seré fuerte. Quiero ayudarte y ser un apoyo, no una carga. Por eso yo también me estoy obligando a tener la mente abierta y la sangre fría.

―Eso no debería ser así. No tendrías que estar obligada a nada.

―Es un buen precio. Ahora, vamos a salir.

El pasado de EliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora