Capítulo 69

26 2 0
                                    

Bruno

2 meses después

El humo del cigarro me envolvió cuando lo exhalé tras darle una calada. Estaba sentado en un parque, esperando lo inevitable.

Dos niños pasaron por mi lado, corriendo uno detrás de otro, el último armado con una pistola de agua amarilla y roja. Muchos niños aprovechaban el buen tiempo y el inicio de las vacaciones de verano para salir a tirarse globos de agua, jugar al fútbol o tirarse por el tobogán bajo la supervisión de sus padres o sus abuelos. El ambiente era demasiado alegre y yo me encontraba abatido, tras pasar los peores meses de toda mi vida.

Finalmente la vi llegar. Valeria no me pareció la misma persona con la que empecé hablar y que juró y perjuró que no me daría su número. Se la veía segura y decidida, como si por fin hubiera salido del caparazón de chica tímida.

Se paró frente a mí y me examinó de arriba abajo. Lamenté no ser yo tampoco el chico de hacía tan solo unos meses. Debía de estar viéndome demacrado y cansado. Ni siquiera me había molestado en vestirme de forma adecuada para verla, simplemente agarré los primeros pantalones de chándal que vi y una camiseta limpia.

―Hola ―me saludó.

―Hola ―respondí―. Siéntate a mi lado.

Ella hizo lo que le pedí y miró al frente, en silencio.

―¿Cómo estás? ―le pregunté, para captar su atención.

―Pues un poquito confundida. Llevo meses sin saber de ti, cuando te llamaba tu teléfono me aparecía como desconectado. Imagina mi sorpresa al ver tu mensaje.

Estaba enfadada. Podía comprenderlo y suponer lo que había estado pensando de mí todo el tiempo que estuve ausente.

―Pero has venido ―le dije.

Valeria posó sus ojos en los míos.

―¿Me vas a decir qué ha pasado? No tienes buen aspecto, se te ve...

―¿Demacrado? ―sugerí.

Ella sacudió la cabeza.

―Iba a decir mayor, cansado y derrotado.

―¿Perdona? ¿Me estás llamando viejo? ―bromeé, con una de las primeras sonrisas que había sido capaz de esbozar en meses.

―La barba y el pelo largo no te favorecen―soltó―. Pareces una estrella del rock acabada.

Yo hubiese dicho más bien un drogadicto o un vagabundo, pero preferí no contradecirla ni llevarla a pensar en nada que la fuera a preocupar. Planeaba empezar de nuevo, quería dejar atrás el pasado, sobre todo la época tan oscura por la que acababa de pasar.

―Vaya ―silbé―. Te has traído las garras afiladas.

Valeria suspiró.

―No, en serio. Viéndote, sé que algo ha sucedido. Pensé que despareciste porque eras un idiota y le hacías lo mismo a todas las chicas para divertirte, pero ahora creo que no es así. Espero no pecar de estúpida.

―Tú no podrías ser estúpida ni intentándolo ―le dije sonriéndole―. Lo cierto es que, por razones familiares, no lo he estado pasando bien. Quise desconectar de todo y me aislé. Siento mucho haberte hecho pensar que no eras importante para mí y que me estaba riendo de ti.

Frunció el ceño.

―Tranquilo. Lo entiendo. ¿Te gustaría hablar de ello?

Negué con la cabeza. No me apetecía contarle que mi hermana pequeña había muerto, al igual que Candela. No quería contarle que, después de no poder soportar ver que incluyesen en los túneles a las personas que tanto daño habían causado, con o sin lavado de cerebro, decidí marcharme. No quería decirle que creí que jamás volvería a sonreír, que nunca regresaría y que acabarían encontrándome muerto por alguna sobredosis.

―No he venido para eso, Val.

Me miró confundida.

―¿Entonces para qué has venido?

Inhalé una gran bocanada de aire, como si con ello fuera posible conseguir las fuerzas para responderle.

―Para despedirme. Voy a irme a Estados Unidos.

Valeria levantó las cejas.

―¿Es una broma de las tuyas?

Sonreí, entristecido.

―Por desgracia, no. Me voy a estudiar y a volver a empezar, lejos de todo.

―¿Para esto me haces venir? ¿Haces que me fije en ti, que me enamore, me dejas sin saber nada de ti durante dos meses y luego contactas conmigo para decirme que te vas? ―preguntó muy enfadada―. ¿Eso es todo?

―No quería irme sin dejar todo atado aquí ―le contesté, dirigiendo mi mirada al suelo.

Acababa de decir que se había enamorado de mí cuando justamente debía irme. Yo también sentía algo por ella, pensaba en decírselo en cuanto todo terminase. Pero no contaba con que mataran a mi hermana y que mi familia se rompiera un poco más.

Ella se puso en pie.

―Lo siento, pero no quiero ser el cabo suelto de nadie.

Me dolió verla caminar, alejándose de mí de poco a poco. Era como si mis sueños, donde estaba ella en mi futuro, se hicieran añicos. Otro efecto colateral del proyecto Progreso. Nunca habría un nosotros, ni siquiera podría darle jamás un primer beso. El miedo me invadió al ser consciente de todo eso.

Entonces, incapaz de soportar la idea, corrí detrás de ella.

La agarré suavemente por el brazo y Valeria se volvió hacia mí. Sus ojos estaban brillantes, como si fuera a llorar en cualquier momento, y no pude contenerme más. No quería un mañana si no había la posibilidad de que estuviéramos juntos y nos diésemos una oportunidad. Daba igual si algún día, cuando ambos estuviéramos preparados, le tenía que contar todo, porque estaba dispuesto a hacerlo. Pero, de momento, un beso y la promesa de un futuro bastarían. Y no era un beso cualquiera, era uno de los que paraban el tiempo, como en las películas, solo que mejor. Lento, suave y sincero.

―Vente conmigo ―le pedí al separarme de ella―. No te preocupes por el dinero ni por nada. Yo lo prepararé todo. Empecemos juntos.

―¿Y si no funciona? ―me preguntó preocupada.

―Funcionará. De verdad. ¿Te atreves?

―Démonos el tiempo suficiente para intentarlo antes de dar el paso ―sugirió―. Creo que podría funcionar, pero necesitamos conocernos el uno al otro. 

―¿A distancia? ¿Podrás sobrellevarlo?

―¿Sobrellevar qué? Para mí no es sobrellevar nada si el premio es estar contigo.

No pude hacer otra cosa que quererla más en cuanto lo dijo.

―Hagámoslo.

Sellamos con un abrazo la promesa de un mañana y la esperanza de que pudiese funcionar. Nunca había llorado de alegría y me sorprendí al sentir las lágrimas surcando mis mejillas, mientras que su cabeza reposaba en mi hombro y sus brazos me rodeaban con ternura. Deseé que ese momento no terminara, pero sonreí al pensar que, si todo salía bien, y estaba seguro de que así sería, habría más momentos como ese e incluso mucho mejores. 

El pasado de EliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora