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Llevo todo el día de acá para allá. No he podido comer con las chicas y tampoco despedirme de ellas cuando se han marchado a casa.

Los tacones me están matando y cuando recuerdo la cena que tengo a continuación siento que mis pies tendrán que sufrir una lenta agonía. Entro al baño a retocarme el maquillaje. Amadeo me espera pacientemente junto a la puerta del despacho. El edificio parece desierto. Pocas personas siguen aún en su mesa y el servicio de limpieza ya ha empezado con su tarea.

Amadeo y yo nos desplazamos en su coche hasta Mayfair, al restaurante Hakkasan, donde se celebrará la cena. El señor Taylor y su hijo, junto a algún que otro ejecutivo, se dirigirán hacia allí por su cuenta.

Ya en el Hakkasan me preparo para deleitarme con la comida que ha merecido una estrella Michelin. ¡Esta es la parte menos dura de mi trabajo!

La decoración del local es cautivadora. Los biombos de roble y las sillas de cuero azul turquesa combinan a la perfección. Me encanta el detalle de las linternas colgantes que iluminan el lugar.

Nos disponemos a acomodarnos en la mesa y Amadeo se sienta junto al señor Taylor, yo me siento junto a él. En frente, y sin dejar de mirarme, se sienta Tom.

La cena está deliciosa, aunque resulta difícil comer algo cuando tienes que seguir el hilo de varias conversaciones que trascurren a tu alrededor. Todo comentario que dirigen a Amadeo acaba pasando por mi boca, así como también sus respuestas. A medida que transcurre la velada y corre el alcohol, todo se hace más trivial e inteligible. Al final tengo que traducir cosas que nunca diría una mujer y eso que son bastante comedidos con la excusa de que yo tengo que traducir.

Cuando la conversación deriva en comentarios que simplemente se pueden entender con gestos me permito dar un repaso con la mirada a Tom. Él no ha dejado de observarme en toda la noche. Nuestras miradas se cruzan y le descubro cuan ardiente puede ser una mirada de quién esperabas inocencia. Bebo de mi copa de vino y paseo sensualmente el dedo índice por mi labio inferior, que está cubierto de carmín rojo intenso. Cuando Tom menos se lo espera me integro de nuevo en la conversación de Amadeo dejándole con el gesto serio.

El fin de la velada se anuncia cuando el gran jefe sugiere que podrían acabar la noche tomando una copa disfrutando de la compañía de señoritas de pago. En dichos lugares no importa el idioma en el que hables...

Amadeo me envía a pagar la cuenta antes de que lo haga el gran jefe y, mientras espero junto a la barra a que carguen la cuenta en la tarjeta de crédito, alguien se me acerca por detrás. Es Tom.

-Si me sigues mirando así vas a obligarme a follarte sobre la mesa delante de todo el mundo- me dice al oído, tan cerca, que puedo notar su aliento en mi nuca.

A continuaciónTom posa su mano sobre mi cintura. Sus manos son grandes y robustas. Consigue provocarme una pícara sonrisa.

-Esta noche voy a follarte hasta que me supliques que pare- asegura Tom.

-¿Y por qué estas tan seguro de que voy a hacerlo?- pregunto.

-¿Acostarte conmigo?- se cuestiona intrigado.

-No. Pedirte que pares- digo deshaciéndome de su mano y dejándole con la palabra en la boca. ¡No he podido ver su cara, pero me habría gustado!

Cuando llego a la mesa la cosa a degenerado bastante. Amadeo intenta dar por acabada la noche con la excusa de que tiene que llevarme a casa pero no le funciona. Antes de que pueda llamar a un taxi Tom irrumpe en la conversación y deja bien claro a Amadeo y a su padre que él se encargará personalmente de llevarme a casa. ¡Problema resuelto!

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora