Y llegó el día de la tan esperada cena en casa de mis padres. Esperada con más ilusión por mis padres que por mí. Cuando Tom conoció a mí padre no fue en las mejores circustancias... Hoy todo está dispuesto para que esta sea una velada cordial y distendida.
Mis padres no se parecen en nada a la madre de Tom, no tienen tantos prejuicios. Ellos son afables y cariñosos y estoy segura de qué acogerán a Tom con el mismo amor qua a cualquier otro miembro de la familia. Y qué decir de Emily y mi hermano. Ella es un cielo y James siempre ha sido mi protector. El abuelo... ¡Ay, el abuelo! Con él no hay nada que hacer. Hará y dirá lo que le venga en gana, cómo de costumbre.
Cuando Tom aparca su Ferrari frente a la puerta de la casa de mis padres le pregunto si está preparado para lo que le espera. Él sonríe confiado. Está acostumbrado a tratar con todo tipo de gente y es capaz de venderse bien en todo momento. Es tan persuasivo que hasta la persona que más le odiase en la faz de la tierra acabaría cediendo ante sus encantos. ¡Yo estoy algo más nerviosa!
Llamamos al timbre. Tom a insistido en traer unas botellas de vino, que le entrega a mí padre nada más cruzar la puerta. Mi madre ha obligado a toda la familia a vestirse con sus mejores galas. Ella se ha enfundado en el vestido que se puso para la boda de mí prima Grace, que después de tres años, le queda más ceñido de la cuenta.
Sobre la mesa del comedor luce, perfectamente planchada, la mantelería que sólo se usa en navidades. La cena se servirá en la vajilla heredada de la abuela, lo que demuestra que, para mí familia, este es un día muy especial.
Al ver a Tom mí abuelo se levanta de su vieja butaca, que está situada junto a la ventana que da al patio trasero, y se dispone a darle la mano.
-Da la mano cómo dios manda, si señor- asegura mi abuelo.
-Gracias, señor. Encantado de conocerle- añade Tom sin soltar su mano.
Mi abuelo hace una mueca de dolor por la fuerza con la que Tom le da la mano pero, aunque éste le hubiera roto hasta el último hueso, jamás sería el primero en retirarla.
-Un hombre de verdad... ¡bien hecho, Elisabeth!- añade el abuelo- ¿A qué te dedicas, muchacho? ¿Trabajas en el puerto? ¿En la construcción tal vez?- le pregunta al observar su gran envergadura y sus musculosos brazos.
Antes de contestar Tom me mira de reojo y sonríe.
-Soy corredor de bolsa, señor- responde Tom.
Yo ya le había advertido de cual sería la reacción de mí abuelo y mis palabras resultan ser una premonición. El abuelo mira a Tom con desilusión y acompaña su mirada con una mueca de disgusto. Después de fruncir el ceño se dirige de nuevo a él.
-¿Y no has pensado en conseguir un trabajo de verdad?- le cuestiona con la naturalidad de quién pregunta la hora. Sin esperar a su respuesta prosigue con su ataque- ¡Más te vale no dejar embarazada a mí nieta antes de casarte con ella o te correré a gorrazos hasta la otra orilla del Támesis!
Tom se queda perplejo unos instantes. Mí abuelo ha resultado ser exactamente tal y cómo yo se lo había descrito y me mira con complicidad por ello.
-Le garantizo que cuidaré de su nieta cómo es debido, pero si tiene intención de sermonearme que sea con unas pintas en la mano en The Georges Inn- le responde Tom.
El abuelo se sorprende por su respuesta. ¿Cómo puede ser que un estirado ejecutivo de la City hable con tanta familiaridad de esa histórica taberna de su barrio?
-¡Que así sea!- dictamina mí abuelo- Pero chico,... si en algún momento me parece que no eres agua clara... acabarás bajo tierra en Cross Bones rodeado de fulanas y maleantes.

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CITY OF LONDON
RomansaLiz Evans empieza a trabajar en una importante empresa financiera de la City de Londres. Ella y sus mejores amigas, Claire y Charlotte, son las asistentes personales de tres altos ejecutivos de la compañía. Su sencilla vida cambia por completo al c...