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La alarma de mí teléfono móvil me secuestró del precioso sueño en el que estaba inmersa. Soñaba que paseaba por el campo vestida de época. Lo que observaba a mí alrededor me evocaba a la imagen que había ilustrada en el joyero que compré en el anticuario que visité con Tom.

En mi sueño disfrutaba de un agradable paseo del brazo de alguien a quién amaba con todo mí corazón, pero su rostro estaba difuminado y era inacapaz de identificarle. Él besaba mi mano para, a continuación, depositar un casto beso en cada una de las yemas de mis dedos. Estaba tan enamorada de ese hombre que no me importaba no poder contemplar su rostro. Podía ver su alma. Él me abrazó y yo le correspondí de igual modo y, tras separarme de su pecho, al fin pude descubrir su identidad. ¡Se trataba de Tom! Y es qué cuanto más intentaba alejarme de él más se metía en mí cabeza. ¡Incluso durmiendo le tenía presente!

Cojí mi teléfono y detuve la dichosa melodía que me daba la bienvenida a cada nuevo día. Hoy si, el primer día de mí nueva vida.

Estoy de buen humor aunque algo nerviosa. Me ducho y me arreglo con rapidez. Quiero salir con tiempo suficiente por si no soy capaz de dar a la primera con el lugar donde se encuentra el despacho de Paul. Cómo última opción tengo previsto coger un taxi para llegar hasta allí.

Seco y aliso mí pelo para acabar recogiendo varios mechones de mí melena con unas orquillas. Me maquillo discretamente y me pongo un vestido en tonos grises, formal pero ceñido, y lo complemento con una americana gris de raya diplomática. Me calzo unos zapatos negros de tacón y me abrocho la chaqueta. Ya con los guantes de cuero puestos y el bolso en la mano, me dispongo a cerrar la puerta de la casa. Camino con paso firme dispuesta a afrontar el reto que me supone esta nueva etapa. Tengo que sanar las heridas de mí corazón para poder seguir adelante.

Tras cruzar el puente de Windsor y desplazarme a pie un par de calles más llego a la dirección que Jason me había indicado. Después de ubicarme me adentro en el edificio y subo a la primera planta, que es donde está el despacho del amigo de Jason. Se trata del buffet de abogados de Paul Russell. Ocupa un antiguo edificio industrial que ha reconvertido en un  moderno y diáfano loft. Únicamente dispone de dos espacios cerrados, su propio despacho y los aseos.

Llamo a la puerta y me quito rapidamente los guantes con la intención de poder dar la mano al señor Russel en cuanto abra la puerta. Pero nadie me atiende, así que lo pruebo de nuevo. ¡Esta vez me abren la puerta!

Un apuesto hombre de intensos ojos verdes me invita a pasar al interior. Lleva el pelo perfectamente peinado con la raya al lado desplazando así su corta melena. Viste un impecable traje de color gris oscuro. Me contempla anonadado.

-¿Es usted el señor Russell?- le pregunto tendiéndole la mano.

Pero no obtengo respuesta. Tampoco hace ademán de saludarme, así que insisto.

-¿Es usted Paul Russell?- le cuestiono de nuevo.

-Si...- responde él tras titubear- soy Paul Russell- acierta a decir.

Después de tomarse unos instantes en los que me observa sin mediar palabra finalmente se decide a preguntar.

-¿Y usted es?

-Soy Elisabeth Evans. Vengo de parte del señor Hamilton. Me ha informado de qué necesita una secretaria- le aclaro.

-Elisabeth- repite boquiabierto.

-¿Si, señor Russell?- le pregunto.

-¡El puesto es tuyo! Y, por favor, llámame Paul- me pide con una sonrisa.

-¿No quiere echar un vistazo a mis referencias? He traído mí currículum.

-No es necesario. Confio en Jason- asegura.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora