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A Tom lo de salir impune de su altercado con Jason no le sirvió de advertencia, más bien todo lo contrario. Le alentó para seguir de cerca mis pasos con la tranquilidad de qué sus actos no tendrían consecuencias. Ahora tenía la certeza de qué ese tipo haría lo que fuese por no herir mis sentimientos . Él aún albergaba una pequeña esperanza de qué yo le perdonase. Mí abrazo y mis lágrimas durante la pelea le conmovieron el corazón. Le pareció que realmente estaba preocupada por él.

Aquella noche me siguió hasta el Café de Paris. Él podría haber conseguido fácilmente una entrada para cualquiera que fuese el evento que se celebraba allí ese día, pero prefirió no torturarse viendo cómo Jason estaba cerca de mí. Aparcó su coche en una calle cercana y se adentró en un pub. Con la ayuda de su reloj de muñeca contempló, una cerveza tras otra, como pasaban los minutos y las horas sin hacer más movimiento que el camino de ida y vuelta hasta el aseo.

De nuevo en su coche, haciendo guadia frente a la puerta del club nocturno, Tom no puede soportar ni un minuto más la visión del brazo de Jason rodeando mí cintura.
¿Por qué narices se lo permite?, se pregunta. Nunca antes había observado un gesto de tanta complicidad entre nosotros. Tal vez yo había decidido comenzar a olvidarle, se cuestiona.

Al instante Tom pensó que no tenía menos de lo que se merecía. Él me había abandonado, me había despreciado y echado, había permitido que saliese de su vida. Y lo peor de todo es que con su actitud me  había entregado en bandeja a Jason.

Cuando nos vió subir al coche de Jason se consoló pensando que tal vez me acompañaría a mí casa cómo solía hacer cuando vivía en Windsor. Pero esa vez no fue así.

Subí a casa de Jason para quedarme. Prueba de ello es que aparcamos su coche en el parking del edificio y subimos juntos hasta su apartamento. Y yo sonreía... ¡Mierda!

Tom se pasa la mano por la cabeza una y otra vez. Después golpea el volante con insistencia. Está furioso. Sin pensarselo dos veces decide que si yo estoy con otro hombre él también buscará a otra mujer.

Se dirige a uno de los clubs nocturnos que solía frecuentar cuando visitaba la ciudad. Un hombre cómo él, que siempre había sido un mujeriego hasta que yo me crucé en su camino, no tendría problemas para conseguir una acompañante.

Tom entra en el local y se acerca a la barra. Se acomoda en un taburete junto a una chica rubia. Ella bebe sola. La chica es bonita y sexi, y lleva un vestido tan corto que deja poco a la imaginación. Pero por más que la mira no puede dejar de ver mí precioso rostro en el de ella. Con la intención de despejar su vista decide nublar su mente. Pide una copa que se bebe de un sólo trago. Necesita que la voz de la consciencia que le atormenta le de un respiro. Yo ya no pienso en él...¿por qué tiene él que pensar en mí?

La visión de los labios de Jason sobre los míos y las manos de él sobre mí dulce piel  bombardean su mente con insistencia. Tom trata de velarlas con más alcohol. Para distraerse desplega sus dotes de seductor con la rubia que tiene al lado. La invita a una copa. Ella está receptiva y, a esas horas de la madrugada, no tarda en convencerla para que le acompañe. Tom la ha fascinado. Un hombre atractivo, rico y sexy que se interesa por ti es un dulce difícil de rechazar.

Tras subir al coche de Tom él conduce hasta un callejón oscuro y aislado. No está seguro de si podrá traicionarme. En su interior se pregunta si verdaderamente podrá hacerlo. Se autorebate con más flashes sobre cómo en esos momentos yo debo estar entregándome a Jason. Sobre cómo Jason me posee. Y aunque se siente ausente todo sigue su curso. La chica se quita la ropa interior y se sube el vestido hasta la cintura para acabar sentándose sobre él.

Ya con ella encima Tom reclina su asiento. Parece que su cuerpo responde. Al menos su pene no entiende de sentimientos. Se coloca un preservativo y se introduce en el interior de la chica de inmediato. Ella le recibe con un gemido de placer. La sujeta por las caderas y acaricia su piel, pero su tacto no es el de mí piel. Confundido, cierra los ojos e inhala el perfume de la chica, pero eso aleja todavía más sus pensamientos de ella. 

Tom decide dejar la mente en blanco y se deja llevar por sus instintos. Al fin y al cabo el sexo es sólo sexo y convierte el acto en algo mecánico con el único fin de satisfacerse. Cuando llega al orgasmo puede notar entre sus piernas la humedad de la chica. Parece que pese a todo, ha cumplido. Lo que no se esperaba es la arrolladora sensación de culpabilidad que le invadiría después de salir de entre sus piernas. Se siente tan sucio y tan perdido que a duras penas puede mirar a la chica a la cara. Haciendo un enorme esfuerzo fija su mirada en ella únicamente para comprobar que ella no soy y eso le hace sentirse todavía peor.

Tras acomodar su ropa Tom conduce de nuevo hasta la puerta del club. Aunque él no le dirige la palabra la chica no se incomoda. Es más, incluso le propone que tomen otra copa juntos pero Tom declina la invitación. Antes de bajarse del coche la chica trata de despedirse de Tom con un beso, pero él se retira instintivamente.

Tom nunca antes se había arrepentido tanto de algo. Jamás se había auto juzgado tan severamente por sus propios actos. Si tuviera una lista donde anotara todas las estupideces que había cometido a lo largo de su vida esta última estaría en el primer lugar. Ahora estaba más convencido que nunca de que yo sería la única mujer a la que amaría el resto de su vida.

En estado de shock, Tom conduce hasta su casa inmerso en sus pensamientos. Una vez allí se va directamente a darse una ducha. Se deshace de su camisa, que está manchada con el maquillaje de la chica con la que se ha acostado. El perfume de ella la ha impregnado. Tira toda su ropa al suelo y se mete bajo el agua deseando que lo acabado de acontecer nunca huviera sucedido. Entre lágrimas de arrepentimiento trata de que lo vivido se diluya y se marche por el sumidero.



CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora