A la mañana siguiente nos aguarda otro rutinario día de oficina pero el sólo hecho de compartirlo con Tom ya lo hace especial. Durante la jornada se encarga de qué tenga que ausentarme lo menos posible de su despacho. Necesita tenerme cerca y para mí su presencia es tan imprescindible cómo el respirar. Que me bese y me acaricie a cada rato resulta ser adictivo para mí.
Durante la comida hablamos sobre nuestra boda. Yo siempre soñé con que ese sería un día muy especial. Puede que haya pensado en mí vestido de novia ideal un par, tres o cientos de veces a lo largo de mí vida. ¿Qué mujer no se ha imaginado vestida de princesa mientras le daba el "si quiero" a su príncipe azul?
Por mí parte, contando a la familia directa, parientes lejanos y amistades, apenas reuniría unas cincuenta personas. En cambio, Tom, tendría que atender numerosísimos compromisos invitando a una larga lista de hombres de negocios, socios y reconocidas personalidades.
Realmente, si por él fuese, pediríamos hora en el juzgado y firmaríamos el documento de matrimonio en el registro civil. Sin duda Tom se decantaría por un evento más informal pero la posición de su familia prácticamente le empuja a celebrar un gran evento, ostentoso y opulento, en el qué, el poder y el dinero, se batirán en un duelo de vanidades.
Por la tarde, Tom ha insistido en que saliéramos antes del trabajo para disfrutar de tiempo a solas. Nos hemos decidido, bueno... prácticamente le he obligado a que me llevara a Shoreditch, en Hacney, al norte de la City.
Shoreditch es, en estos momentos, uno de los barrios de moda de la ciudad. Restaurantes de comida asiática, paredes llenas de obras de arte callejero y tiendas vintage son lo más visitado de este rincón de Londres.
Mientras paseamos cogidos de la mano nos cruzamos con varios jóvenes hípsters. Sonrío al pensar en Tom con barba, tatuado y con los pantalones arremangados... ¡no le pega nada ese look!
Tom está empeñado en que deje parte de mí, una huella, en la casa que compartimos.
-Nena, ¿te gustaría cambiar los muebles de casa? ¿Tal vez pintar las paredes de otro color?- insiste.
-No hace falta, Tom. Tú casa es preciosa- le respondo.
-Nuestra casa- puntualiza él.
-Puede que si me plantee hacer algún cambio...- murmuro frente al escaparate de una tienda de ropa de segunda mano.
Al instante Tom hace una mueca indescifrable fruto del asombro y con una pizca de disgusto.
-¿Ves el estampado de flores de ese vestido?- le digo señalando una horrible tela marrón repleta de enormes y horteras flores.
-Si, nena- me responde expectante.
-¡Pues me gustaría cambiar las cortinas del comedor por unas con ese estampado!- aseguro fingiendo ilusión.
Por supuesto, Tom se queda estupefacto. Además me cercioro, mirándole de reojo, de que está en estado de shock antes de proseguir con mí discurso.
-Y también pienso comenzar a coleccionar figuritas de porcelana y distribuiré mantelitos de ganchillo por todas partes, le aportan tanta calidez a un hogar...- aseguro.
Tom no tarda en captar mí ironía y me da un sonoro manotazo en el trasero para, acto seguido, aferrarse a mis caderas.
-¿Te crees muy graciosa, no?- dice en mis labios.
Yo sonrío en su boca.
-En serio nena, quiero que tengamos en casa algo que tú hayas elegido- me suplica.
ESTÁS LEYENDO
CITY OF LONDON
RomanceLiz Evans empieza a trabajar en una importante empresa financiera de la City de Londres. Ella y sus mejores amigas, Claire y Charlotte, son las asistentes personales de tres altos ejecutivos de la compañía. Su sencilla vida cambia por completo al c...