10

165 13 0
                                    


Tom entra en la cocina vistiendo una camisa limpia. Me besa y coge una botella de vino. Yo ya me he sentado a la mesa y sigo todos sus movimientos con la mirada. Él sirve el vino, llena mi copa y después la suya. Finalmente se sienta frente a mí. Expectante, cojo un poco de arroz con la ayuda de mí tenedor y me lo llevo a la boca.

-¿Quién ha llamado, nena?- me pregunta.

-La hermana de Molly- respondo esperando que su reacción me dé pistas acerca de su relación con la susodicha.

De repente Tom se levanta de la silla.  Se pasa una y otra vez la mano por la cabeza con la mirada perdida. Cargado de ira, tira todo lo que hay sobre la mesa. En un segundo todo es ruido de cristales rotos. El vino tiñe el suelo y sus salpicaduras los impolutos armarios de la cocina. Los platos se han partido en trozos y la comida está esparcida por el suelo lista para acabar en el cubo de la basura.

¡Estoy paralizada! Tengo el terror reflejado en mí rostro y los ojos y la boca abiertos por la impresión. Todavía sostengo en mí mano el tenedor que me llevaba a la boca. No puedo moverme.

Instantes después Tom vuelve en sí. Me mira y, al observar mi cara de espanto, da rápidamente la vuelta a la mesa para situarse a mí lado. Acto seguido se arrodilla frente a mí cogiendo mis manos.

-¡Lo siento! ¡Lo siento, nena! ¡Tienes que escucharme! Yo no pretendía asustarte... ¡Jamás te haría daño! ¿Me oyes?

Yo asiento con la cabeza sólo por complacerle.

Tom tira de mí para levantarme y se abraza a mí cómo quién es rescatado después de pedir auxilio. Se aferra a mí cómo un niño perdido. Estoy confusa.

-Ella es pasado. Yo... ¡te quiero!-  confiesa sujetando mí rostro entre sus grandes manos. Sus ojos se pierden en los míos. Sus palabras alientan a las mías.

-Te quiero- digo en sus labios. Confesar mis sentimientos por él me hace sentir muy vulnerable.

Tom apoya su frente en la mía y, a continuación, me coge en brazos para que no pise el desastre que se ha formado en el suelo de la cocina.

-Salgamos de aquí- me sugiere.

Yo apoyo mi cabeza en su pecho. Aunque haya sido él quién me ha provocado este estado de perplejidad sus brazos me resultan muy reconfortantes.

Subimos al coche. Yo observo el paisaje a través de la ventanilla abrazándome a mí misma, protegiéndome. Tom conduce en silencio. No intenta mantener ninguna conversación conmigo. Ha empezado a llover y me distraigo contemplando cómo resbalan las gotas de lluvia por el cristal. Aparecen y luego se pierden... Amo a Tom. Él ha aparecido de repente en mí vida y temo perderle de igual modo... ¡Tom, no te quiero perder!- grita mí corazón. ¡Ten cuidado con él!- me advierte mi mente.

Llegamos al edificio de oficinas y Tom aparca el coche en el parking. Antes de salir de su flamante Ferrari acaricia mi rostro con dulzura pasando su dedo pulgar por mis labios. Después me besa con sumo cuidado, cómo si fuera a romperme. Tiene miedo de qué su violento comportamiento haga que me desvanezca. Parece que le aterra perderme.

-No me dejes- me suplica.

-No lo haré- aseguro negando con la cabeza- Te quiero demasiado- digo algo más fría de lo que desearía. Todavía estoy algo asustada. Su reacción me ha impactado mucho.

Tom y yo subimos en el ascensor. Él coge mi mano con fuerza. El ascensor se detiene en varias ocasiones durante el ascenso. Hay personas que se suben y se bajan unas plantas después, todas ellas son testigos de nuestro gesto. Tom no suelta mí mano. Yo fijo mi mirada en el suelo algo incómoda pero Tom no tiene intención de soltarme.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora