5

196 14 0
                                    


Nada más salir a la calle observo cómo, en el lugar donde estaba aparcado el Ferrari de Tom, ahora está aparcado el coche de mi hermano. Emily, la prometida de mí hermano, sale del coche dando saltos en cuanto me ve. Me saluda con un cariñoso abrazo.

-¡Hola, Liz!- dice sonriente.

-¡Hola Emily!- le contesto igualmente.

-Te brillan los ojos. ¿Es por un chico?- me pregunta mirándome acusadoramente.

-¿Te has cortado el pelo, verdad?- le pregunto intentando distraerla.

-Sólo las puntas, ¡Pero no me cambies de tema! Cuenta, cuenta...- insiste.

-¡Chicas, tengo hambre! ¡Subid al coche!- ordena mi hermano sacando la cabeza por la ventanilla.

Nosotras obedecemos en el acto. Durante el trayecto seguimos charlando hasta que llegamos a casa de mis padres. ¡Tenemos que ponernos al día! Hablamos de todo y de nada en concreto pero omito hablar de Tom. Sólo con pensar en él se me pone la carne de gallina. ¿Cómo puede haberse metido así bajo mi piel? ¡Parece poder poseerme incluso sin estar presente!

-¿Qué si hace mucho que no te pasas por Southwark? ¿Liz? ¿Sigues aquí?- me pregunta James.

-Perdona James... ¿Qué decías?- digo volviendo en mí.

-¡Que estás en la luna!- exclama mi hermano.

-Es que anoche salí de fiesta y he dormido poco. Tú no recuerdas lo que es eso ¿verdad, carroza?

-¿Carroza yo? ¡Espera a que te coja, pequeñaja!- dice amenazándome mientras aparca el coche frente a la casa de mis padres.

La casa de mis padres es la típica casa de dos plantas, con sus escalones en la puerta y su valla de barrotes negros. Es igual a todas las casas de la calle, pero, por ser la última, tiene un pequeño pasillo exterior que comunica con el patio trasero. Desde aquí puede olerse cómo empieza a asarse la carne en la barbacoa.

James abre la puerta con su juego de llaves y dejamos los bolsos y las chaquetas junto al sofá. Después salimos directamente a la parte trasera de la casa. Mi madre ha puesto un mantel sobre la mesa de plástico, ya ocupada por sendos platos, vasos y pintas de cerveza. El abuelo está sentado en su mecedora tapado con una manta de cuadros. Su bastón está apoyado en un macetero.

-¡Por fin han llegado tus hijos! ¿Es que no les has enseñado lo que es la puntualidad?- refunfuña el abuelo.

-¡Hola chicos!- nos saluda mi madre cubriéndonos de besos y abrazos.

-¡Bienvenidos!- añade mi padre dando la vuelta a las salchichas con las pinzas de la barbacoa.

Mi madre ha preparado patatas asadas y pudding. James y yo bebemos cerveza y Emily le pide a mamá un refresco con hielo.

Llevamos un rato sentados a la mesa cuando el abuelo empieza, cómo de costumbre, a meterse con nosotros.

-¿Cuando os vais a casar?- pregunta mirando a James y Emily.

-Todavía no hemos fijado una fecha, abuelo- contesta James.

-¿Por lo menos esperareis a que a Emily le crezca el pelo, no? ¡Con ese corte parece un chico!- murmura el abuelo.

-¡Abuelo!- se queja James.

-¡Papá!- le riñe mi madre.

Emily y yo no podemos contener nuestras risas. Sabemos que no puedes tomarte en serio al abuelo. Nada es de su agrado. Ni siquiera lo que él hace acaba gustándole. ¡Es un auténtico cascarrabias! Y empeora con la edad...

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora