3

207 15 0
                                    


Hay luz en la habitación. Pestañeo lentamente, desperezándome. Estoy estirada sobre la cama, boca abajo. Busco a Tom con la mirada. No tardo demasiado en localizarlo. Está en la cama junto a mí, observándome. Al ver que me despierto pasea sus dedos por mi espalda desnuda, ligeros cómo una brisa de verano.

-¿Me observas mientras duermo?- le pregunto.

-¿Me preguntaba cómo puedes dormir con los brazos hacia arriba sin que se te duerman?- me cuestiona Tom.

-Siempre duermo así- le aclaro.

Tom sigue acariciándome la espalda con una sonrisa en los labios.

-Tu piel es suave como la seda- asegura.

Yo sonrío complacida por su cumplido.

-¿Te apetece desayunar?- sugiere Tom.

-¡Me muero de hambre!- confieso. Y de nuevo vestida únicamente con mis braguitas y su camisa voy de su mano observando todo lo que me rodea.

La casa de Tom es realmente impresionante. La planta principal tiene una pared de ventanales que da acceso a una terraza decorada con grandes macetas de piedra, un enorme busto y numerosos sofás. Junto a las ventanas hay un sofá gris sobre una alfombra gruesa del mismo color. A su lado hay una mesa rodeada por seis sillas sobre otra alfombra.

Una espectacular chimenea preside la estancia. Da la sensación de que flota sobre el suelo y se pierde en el alto techo pintada de gris cobalto. Colgado de ella destaca el gran cuadro de fondo blanco en el que hay pintado el retrato abstracto de una mujer desnuda.

Otra zona de sofás, en gris y blanco y con módulos en las esquinas, rodean una mesita de centro baja con varios ejemplares de libros sobre economía encima de ella. Otro cuadro en el que aparece una mujer, este más realista y coloreado en blanco y negro, cuelga de la pared.

Pasamos por la pasarela elevada de la entreplanta, decorada con dos coloridos cuadros de paisajes, dos exquisitas alfombras y un diván digno de cleopatra. Una gran lámpara de pie completa el conjunto. Desde aquí hay una amplia vista del salón gracias a las cristaleras que cumplen la función de barandilla.

Bajamos por una escalera de caracol roja a la que se accede a través de un distribuidor con una pared cubierta de estanterías a modo de librería. Otro diván estratégicamente colocado luce su refinado estampado junto a ella.

Llegamos a la cocina, que es amplísima. Toda la vivienda es demasiado grande para una sola persona. Tom abre y cierra los armarios buscando cereales o galletas y coge una botella de leche de la nevera. También saca huevos y beicon. Enciende la cafetera e introduce en ella una cápsula de café. Yo me siento sobre la encimera de mármol de la isleta de la cocina mientras le observo divertida.

-Hace mucho que no venía por aquí...- dice justificándose- Sé que la señora Reed ha echo la compra pero no tengo ni idea de donde ha guardado las cosas.

-¿Quién es la señora Reed?- le pregunto.

-Es la empleada que se ocupa de la casa- me explica Tom.

-¿Vendrá hoy?-le pregunto abrochándome la camisa.

-No, preciosa. Sólo viene de lunes a viernes- argumenta para después acercarse a mí situándose entre mis rodillas para desabrocharme de nuevo la camisa.

Tenerle tan cerca me hace estremecer. Le hago saber lo que provoca en mí besándole con sensualidad. Mis labios exploran los suyos con besos lentos y calientes. Sus manos se pierden por mi cuerpo, poseyéndome.

-Siempre podemos comer más tarde...- me sugiere.

-Más tarde...- repito quitándome la camisa.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora