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Mi vida sin Tom.

Día 1

Creo que hoy van a despedirme. Mi relación con Tom se ha acabado definitivamente y ya no hay vuelta atrás. ¿Cómo va a apetecerle verme todos los días? ¿Cómo va a querer que trabaje para él? Estoy segura de qué cuando intente acceder al interior del edificio de oficinas mi tarjeta de identificación no me permitirá el paso. El bloqueo del torno de la entrada resultará ser la descripción gráfica de la situación en la que me encuentro actualmente. El día me parece más gris de lo que és y mi cabeza está más encapotada que el cielo.

Para mi sorpresa, al llegar al trabajo, entro en el edificio cómo si tal cosa. Claire y Charlotte no se apartan de mi lado y eso me da fuerzas. Ya dentro del ascensor intentan tranquilizarme pero la angustia transpira por cada poro de mí piel. ¿Tom estará aquí?

A una parte de mí le gustaría ver a Tom para saber cómo se encuentra pero a la otra le aterra encontrárselo por la incentidumbre de cúal será su reacción. Todavía debe de estar en casa, convaleciente, me repito una y mil veces. Al instante, la irritante voz del ascensor nos recuerda que ya hemos llegado a la planta 12. Salgo del ascensor de la mano de las chicas. Una vez estamos en el hall de la planta se despiden de mí dándome un tierno beso en la mejilla.

El camino hacia el despacho de Tom se me hace eterno. La sensación de qué arrastro una pesada carga lo convierte todo en una penitencia. El pasillo parece más oscuro que de costumbre, lúgubre diría yo. Me tiembla el pulso cuando, ya frente a su despacho, me dispongo a girar la maneta para abrir la puerta. ¡Está cerrada! Lo compruebo un par de veces más. Definitivamente, está cerrada. La voz aguda de Bridget hace que suelte la maneta en el acto.

-¡Elisabeth! Tom no vendrá hoy, pensaba que lo sabías...- apunta extrañada.

-Si, ya lo sabía- digo sin ánimo de dar más explicaciones. No me apetece contarle a nadie que mi vida, tal y cómo la conocía, es ahora tan sólo un recuerdo.

Observo con sorpresa cómo el despacho que hay al lado del de Rachel, la otra ayudante de Tom, espera a ser ocupado con las luces encendidas. Mi ordenador está allí... Atando cabos me doy cuenta de cómo la realidad me patea el trasero. ¡Ese es ahora tú despacho, Liz!

Respiro hondo y me dirijo hacia allí. Tan sólo una pared me separa del despacho de Tom. Una pared me separa del antes y el después. Una pared para darme de bruces pensando en días pasados y mejores. Ahí fijaré mi mirada perdida.

Nada más encender el ordenador me percato de qué tengo varios mails nuevos por revisar. En ellos recibo las órdenes de trabajo. Entre ellas recoger varios trajes de Tom de la tintorería.

Después de salir de la tintorería sostengo entre mis manos las camisas que lucían manchas de mí pintalabios en sus cuellos. Las que había desabrochado decenas de veces. Ahora están limpias y preparadas para empezar un nuevo ciclo. Ojalá mí corazón fuese cómo una de esas camisas porqué podría deshacerme de este dolor.

Desolada, conduzco con destino a la casa de Tom. Debo entregarle la ropa que he recogido. Cuando estaciono frente a la puerta me tomo unos instantes para armarme de valor. ¿Le veré? ¿En realidad quiero verle? ¡Quizás me abra la puerta!

¡Menuda estupidez! ¿Tom bajará cojeando a abrirte la puerta? ¡Estoy delirando!

Sin más demora llamo al timbre. La señora Reed abre la puerta.

-¡Señorita Elisabeth! ¿Ha olvidado sus llaves?- me pregunta asombrada.

-No... el señor Taylor y yo... nosotros hemos roto nuestro compromiso- le informo.

-¡Oh, señorita Elisabeth! ¡Cuánto lo lamento!- añade disgustada.

-No pasa nada. No se preocupe- digo intentando retener las lágrimas- Aquí tiene los trajes limpios del señor Taylor. Señora Reed... ¿Podría decirme cómo se encuentra Tom? ¡Por favor!- le suplico.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora