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A la mañana siguiente estoy en el vestidor acabando de decidir cual será mi atuendo de hoy. De lo que estoy segura es de qué prescindiré de las medias completas y su odiosa cinturilla, y las sustituiré por un liguero y unos panties largos hasta medio muslo que estan rematados con un exquisito encaje. Tom se lleva una buena sorpresa cuando vuelve del cuarto de baño. Apenas se ha secado después de salir de la ducha y las gotas de agua que todavía siguen sobre su cuerpo hacen que su piel destelle. Se detiene a mi lado. La toalla que lleva anudada a la cintura no puede disimular su erección.

Yo estoy de puntillas. Trato de alcanzar uno de los bolsos que está sobre el estante más elevado del armario. Tom se sitúa detrás de mí rodeándome con un brazo por la cintura mientras coloca uno de los mechones de mí pelo, que hoy me he ondulado, detrás de mí oreja. Sus labios se acercan sugerentes a mí oído.

-¿Necesitas que te ayude, preciosa?- me pregunta con palabras cargadas de deseo.

-Quiero ese bolso, pero no puedo alcanzarlo...- respondo señalándolo.

Tom me aferra a su cuerpo con fuerza. Acto seguido posa su mano en mí entrepierna, inmovilizándome. Yo reposo mí espalda sobre su pecho.

-Dime, nena... ¿Es ese el que quieres?- me pregunta señalando uno de los bolsos para, a continuación, morder el lóbulo de mí oreja.

-No... el de color negro...- jadeo excitada por las caricias que me dedica.

Al instante Tom me alza por la cintura y me sube a sus amplios hombros para que así sea yo misma quien alcance el bolso. Mientras estoy sobre él besa el interior de mis muslos y reparte mordisquitos por doquier. Cuando ye tengo el bolso en mis manos me baja de sus hombros y me deposita cuidadosamente sobre el borde de la isleta del vestidor. Acto seguido se sitúa entre mis piernas y no deja de buscar mis labios. ¡Soy incapaz de pensar!

-Tom, tenemos que ir a la oficina...- le recuerdo tratando de recuperar la compostura.

-Nena, ¿vas a dejarme así?- me pregunta desviando la mirada hacia su propia entrepierna.

-Puede que mientras estemos en el despacho encontremos un momento para eso...- digo contemplando su evidente erección- Si estamos allí ya no podemos llegar tarde.

-Está bien...- consiente abatido-... pero asegúrate de qué la falda que te pongas sea fácil de subir porqué si no te la arrancaré sin miramientos.

Finalmente me visto con una falda de cuadros en tonos grises que combino con un jersey negro con escote en uve y una americana gris. Para completar mi look me calzo unos zapatos de tacón grises. Tom me observa mientras me visto y, cómo acabo antes que él, decido ayudarle. Contempla embelesado cómo le abrocho los botones de la camisa y le anudo la corbata. Yo sonrío encantada al ver que no pierde detalle de cada uno de mis movimientos.

-Nena, eres preciosa- asegura en mis labios. Yo le respondo besándole con delicadeza y él muerde mi labio inferior para, a continuación, soltarlo muy lentamente a la vez que lo acaricia con los dientes.


El día en la oficina resulta ser muy rutinario. Tom tiene varias reuniones y apenas podemos disfrutar de un instante a solas. Por todo ello decide que saldremos temprano del trabajo. ¡Me ha preparado una sorpresa!

-Tom, dime a donde vamos, ¡por favor!- le suplico.

-Cuando lleguemos lo verás...

-¡Pero dame una pista!- insisto.

-¡De eso nada!- exclama sonriendo por mi impaciencia.

Después de aparcar el coche, ya frente al London Eye, lo contemplo sorprendida levantando una ceja. Tom ríe al ver la expresión de mí rostro. Ha reservado una de las 32 cabinas climatizadas de la famosa noria para que disfrutemos de treinta minutos de paseo privado acompañados por dos copas de vino Prosecco y unas trufas de chocolate. Con sus 135 metros de altura, el London Eye, nos regala unas impresionantes vistas nocturnas de Londres. ¡Son una maravilla!

Después de unos minutos disfrutando de las preciosas vistas y tras brindar por nosotros por duplicado, sólo me apetece comerme a besos a Tom. ¡Todo es tan distinto y especial cuando lo comparto con él!

Tras el festín de trufas del que he disfrutado tengo la comisura de los labios llena de cacao. Tom trata de limpiármelos a base de besos y lametones. La cercanía de su cuerpo hace que se me acelere la respiración. Él reacciona de igual modo.

-Me habías prometido algo, ¿recuerdas? ... y... no lo has cumplido- susurra en mis labios.

-Lo recuerdo, pero apenas nos hemos visto hoy y...- digo intentando justificarme.

-Excusas...- asegura Tom cortándome. En sus labios tiene dibujada una pícara sonrisa. Sin duda, está tramando algo. Al instante introduce su mano bajo mi falda con la firme intención de acceder a mí sexo.

Yo doy un respingo.

-¡Tom! ¡Podrían vernos!- protesto sin demasiado énfasis.

-Así podrán envidiarnos...- asegura sin dejar de masajear mí clítoris.

Yo le miro a los ojos mordiéndome el labio. Excitada, decido deslizar mí mano hasta la cinturilla de su pantalón, desabrocho su botón y la cremallera e introduzco mis dedos dentro de su ropa interior. Ya con su pene erecto preso en mí mano disfruto de su cálido tacto. La respiración entrecortada de Tom se cuela por mí oído mientras yo jadeo en su cuello complacida por sus ardientes caricias. La humedad invade mi entrepierna con celeridad, y es que Tom sabe cómo y dónde tocarme para hacerme enloquecer. Sus hábiles dedos exploran mí interior a la vez que estimula mí clítoris con su dedo pulgar.

Mi cuerpo es fuego y jadeo buscando el aire que me hace falta para respirar. El miembro de Tom palpita entre mis dedos y responde con ansias de más mientras que él, en un acto reflejo, aprieta los dientes.

Tom prosigue con sus acertadísimas caricias que provocan que gima sin cesar. Mi éxtasis se acerca así que me cuelgo de su cuello. Sin más demora llego al orgasmo y la avasalladora sensación de la que disfruto electriza mí cuerpo para acabar dejándome débil y complacida. Tom ansía su alivio. Posa su mano sobre la que tengo sobre su pene guiándome, exigiéndome más. Su otra mano todavía sigue sobre mí sexo jugueteando con el fruto de mí placer. Sus dedos se pasean por mis braguitas hasta que acaba arrancándomelas violentamente. Acto seguido me alza por la cintura y me empotra contra una de las paredes de la cabina. Transcurridos unos instantes ya está dentro de mí cuerpo, que lo acoge dichoso. Jadeo de nuevo. Su manera de poseerme, brutal y exigente, me excita sobremanera. ¡Me pone a mil!

Tom me empala con fuerza presionando su cuerpo contra el mío, atrapándome. Mis caderas lo buscan lujuriosas y él se pierde entre mis serpenteantes movimientos. Me deleito con la plenitud que me ofrece. Está por todo mí cuerpo y para cuando, de nuevo, estoy a punto de llegar al orgasmo, Tom me penetra en una serie de rápidos y rudos movimientos que me hacen temblar de placer. Un devastador orgasmo nos invade a ambos elevándonos hasta el séptimo cielo. Su respiración entrecortada vive en mí oído durante unos segundos. Acto seguido me deposita en el suelo con delicadeza aunque mantiene sus dedos enredados en los ligueros de mis medias, que parecen magnetizados a mis muslos.

Su mirada saciada y su sonrisa juguetona son lo más delicioso que he contemplado nunca. Tom reparte besos por mí rostro sin apartar su mirada de la mía. Finalmente sus manos salen de debajo de mí falda, que después coloca cuidadosamente. Me enternece que sea tan rudo cómo caballeroso.

Una fuerte cachetada en el trasero me hace despertar en el aquí y el ahora, y es que ha llegado el fin de nuestro viaje. ¡Toca bajar de la nubes para volver a la realidad!


Cuando llega la noche duermo plácidamente en nuestra cama. Tom me observa fascinado. No alcanza a entender cómo él, que se había pasado la vida evitando mantener una relación seria con ninguna mujer, se veía ahora atrapado por ese dulce y carnal ser que descansaba a su lado. Era plenamente consciente de qué, en esos momentos, le resultaba prácticamente imposible respirar si no estaba junto a mí. Sufría si me perdía de vista y se encelaba hasta del aire que respiraba. Resulta que yo era su todo y eso le complacía y le angustiaba por igual.

Satisfecho con el hecho de que fuésemos a compartir nuestras vidas se acomoda a mí lado, besa mí piel con delicadeza y se deleita de su aroma antes de quedarse dormido. 



CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora