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Es lunes y las alarmas del reloj de nuestros teléfonos móviles no perdonan. ¡Es hora de levantarse para ir a trabajar!

Los ojos de Tom esperan con impaciencia ver despertar a los míos. Su mirada es lo primero que contemplo al dar la bienvenida al día. Sus labios sobre los míos es lo segundo que percibo de él. ¡Es agradable despertar así!

-Necesito un día entero para descansar...- murmuro protestando para acto seguido darme la vuelta. Tom rastrea mí piel hasta posarse sobre ella.

-Si quieres el día libre tal vez podría hablar con tú jefe...- sugiere bromeando.

Al instante sus manos recorren mi espalda poniéndome la carne de gallina. Le siguen un aluvión de dulces besos y, tan sólo con la expectativa de qué me posea, mi cuerpo se impacienta.

-Señora Taylor, deje de provocarme con su cuerpo para el pecado... ¡Tengo que ir a trabajar!- dice antes de levantarse de la cama.

Los pasos de Tom se alejan hacia el cuarto de baño y, de fondo, acierto a escuchar la sinfonía de las primeras gotas de agua de la ducha. Sin saber cómo, mis ojos se dan de nuevo por vencidos y me duermo otra vez.

Después de salir de la ducha, Tom se adentra nuevamente entre las sábanas. La humedad que desprende su cuerpo se adhiere al mío, desvelándome. Se acerca a mí con la piel todavía cubierta de gotas aún por evaporar. Su erección se hace poderosa contra mis nalgas. Yo entreabro la boca, excitada. Acto seguido alzo la vista para hacerme una idea del tiempo del que disponemos y...

-¿Las siete y cuarto? ¡Son las siete y cuarto!- exclamo levantándome de un bote.

Tom se ríe a carcajadas. Le encanta ver cómo me sobresalto y corro sobre la cama camino de la ducha.

Tras una ducha rápida me visto a toda prisa. Una falda negra de silueta lápiz combinada con una blusa ceñida de rayas asimétricas en blanco y negro son las prendas principales de mí vestuario de hoy. Completo el conjunto con una americana negra y unos zapatos de tacón. Mi melena, suelta y exuberante, decora mí rostro y el pintalabios rosáceo aporta un toque natural a mí look.

Cuando ya estoy con el bolso en la mano Tom sale del vestidor portando mi anillo de compromiso.

-Te olvidas de esto, preciosa- me recuerda introduciendo la joya en mí dedo.

-Tom... es qué me da miedo perderlo...- aseguro con preocupación.

-Si lo pierdes te compraré otro idéntico, y si ese también lo pierdes te compararé otro igual- me indica- Vas a ser mí mujer y quiero que todo el mundo lo sepa.

Nuestros labios se encuentran entregándonos el uno al otro y al instante miles de mariposas revolotean en mí estómago. Entrelazamos nuestros dedos y, de la mano, nos dirigimos al coche.

Ya camino de la oficina pienso en lo que comentará la gente al ver este anillo en mí dedo. Pienso en qué dirán mis padres, mi abuelo, Claire y Charlotte, los padres de Tom... ¡Siento vértigo! ¡Todo a pasado tan rápido!

Después de estacionar el coche en el parking del edificio de oficinas subimos en el ascensor. Es la hora de entrada al trabajo y el ascensor se detiene en el vestíbulo además de en varias plantas durante el ascenso. El habitáculo se va sobre ocupando a medida que más personas hacen uso de él y Tom acaba apoyado en la pared del fondo. Yo me apoyo en él. Al instante  rodea mi cintura con su musculoso brazo posando su mano sobre mi vientre. La cercanía con su cálido cuerpo me excita sobre manera, así que decido presionar sutilmente su pene con mis glúteos. Su miembro no tarda en reaccionar, pero él me suplica en contra de sus instintos.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora