23

98 8 0
                                    


Al día siguiente, cuando ya son más de las seis de la tarde, todavía trato de decidir que ponerme. ¡Estoy de los nervios!

Mi madre me ha llamado un par de veces para preguntarme sobre el tema del atuendo. Finalmente se ha decidido por usar otro de los modelitos anteriormente lucidos en una boda familiar, aunque, esta vez, se ha embutido en una faja para lucir mejor tipo. Mi padre vestirá el otro traje de chaqueta del que dispone, el oscuro.

En cambio, el abuelo se ha negado en redondo a asistir al evento, pero creo que nadie se lo tendrá en cuenta. Seguro que mí madre le disculpará con el socorrido tema de la salud. Una excusa recurrente que usa para explicar el porqué el abuelo se ausenta de los compromisos. Y es qué ese viejito cascarrabias de carácter agrio sólo hace lo que le viene en gana y aunque nos quiera tanto cómo nosotros a él, con su mal genio lo disimula de maravilla. Mi hermano y Emily se dirigirán a casa de los Taylor junto con mis padres.

Cuando Tom y yo llegamos a casa de sus padres tiemblo sin ser capaz de ocultarlo. Sé que no soy la mujer que soñaban para su hijo y la noticia de nuestro compromiso ha disgustado sobre manera a mí futura suegra. De todos modos, estoy segura de una cosa. La cena que habrá organizado no tendrá parangón. Su actitud vanidosa junto a la posibilidad de demostrar su poderío económico no es una cosa a la que esté dispuesta a renunciar.

En el momento en el qué mí familia accede a la impresionante casa de los Taylor es incapaz de disimular su asombro. Los ojos de mí padre van de un lugar a otro tratando de asimilar todo el lujo que le rodea y a mí madre le es imposible pronunciar palabra, sólo contempla boquiabierta lo que hay a su alrededor. Nosotros, casas así, sólo las habíamos visto por televisión u ojeando revistas de decoración en la peluquería. Con disimulo, doy un codazo a mí madre, que a su vez da un codazo a mí padre, para que traten de esconder su sorpresa.

La madre de Tom, que está disfrutando con todo esto, muestra a mí madre, a mí hermano y a Emily, los amplios jardines que hay en la parte trasera de su lujosa residencia. Mi madre trata de dar conversación a su futura consuegra alagando sus flores y hablando de jardinera, tema que le apasiona, pero Margareth es incapaz de responder a ninguna de sus preguntas y únicamente se limita a decir "de este tema se ocupan mis jardineros" en un tono cargado de altivez.

Mientras tanto, el padre de Tom, muestra a mí padre la extensa colección de obras de arte que hay repartidas por toda la casa. Y es qué valiosísimos cuadros cuelgan de las paredes,  impresionantes esculturas decoran cada rincón y numerosas piezas de gran valor forman parte del mobiliario de la vivienda. 

Tom y yo, que vivimos en nuestra realidad paralela, aprovechamos para refugiarnos en la que era su habitación cuando todavía convivía con sus padres. Él hunde su nariz en mí pelo inspirando mí aroma para, acto seguido, sujetar mi rostro entre sus grandes manos. Puede ver la preocupación en mis ojos.

-Liz, no es ha ellos a quién tienes que gustar, preciosa- comenta refiriéndose a sus padres.

-Lo sé, pero me doy cuenta de qué tú madre no me acepta y no lo hará jamás- añado resignada.

-¡Pues que se joda! Tú y solamente tú eres mí vida y lo que siento por ti nadie lo podrá cambiar- asegura con convicción.

-¡Te quiero!- digo en sus labios antes de besarle.

Tom me responde con un apasionado beso y pronto nuestras pieles pretenden buscarse. Cuando sus manos asaltan mis muslos con lujuria le detengo muy a mí pesar.

-Tom... la cena... tenemos que bajar al comedor... -acierto a decir luchando contra mis propios deseos.

Tom asiente aunque necesita unos instantes para recuperar la calma. Su anhelo es poseerme a cada momento y el mío que me posea.

Ya en el comedor principal de la casa una espectacular mesa engalanada con detalle nos da la bienvenida. Los Taylor tienen varios empleados domésticos a su cargo y además, con motivo de la celebración de esta cena, se han unido al servicio un par de camareros extra.

Tom me retira la silla para que me siente y me besa en la mejilla antes de acomodarse a mí lado. Mis padres, mi hermano y su prometida ya se han situado en sus respectivos asientos. Les miro con la intención de tranquilizarles. Observo cómo mí padre resopla nervioso a la vez que mí madre pasa los dedos por el mango de los numerosos cubiertos sin saber que hacer con ellos.

Angustiada, busco los ojos de Tom con la mirada y él acude en mí ayuda.

-Señora Evans, la teoría dice que los cubiertos deben usarse de fuera hacia dentro, respetando el orden en el que están colocados, pero sinceramente, yo pienso utilizar los mismos desde el principio hasta el final- asegura Tom.

-¡Thomas! ¿Pero dónde están tus modales?- le recrimina su madre.

-¡Tengamos la fiesta en paz!- le contesta Tom a modo de advertencia.

Su madre tuerce el gesto al ver la actitud amable y comprensiva de su hijo para con su familia política. Queda claro que él no va a ser su aliado en su particular cruzada para humillar con pequeños gestos a esas visitas de una clase social tan inferior a la suya. Aunque ella no se consiente rebajar su soberbia y decide seguir mirando por encima del hombro a sus invitados.

Los camareros nos sirven un espectacular banquete en el que degustamos más de quince platos de pequeñas y deliciosas raciones. Además, una mesa repleta de delicatesen preside la estancia a modo de buffet. Todos esos exquisitos manjares han sido encargados por la anfitriona al selecto catering de un reputado chef de la ciudad.

Mi madre, acostumbrada a que en nuestra casa no se coma nada que no haya pasado por sus manos y ella misma haya cocinado con mimo, hace cábalas sobre la cantidad de tiempo que habrá empleado la señora Taylor en preparar tal cantidad de comida. Cómo su curiosidad la atormenta, finalmente se decide a preguntar.

-Señora Taylor, debe usted estar agotada después de haber preparado todo este festín... ¡Seguro que le ha dedicado horas!- sugiere mi madre.

-¡Oh, querida! Llámame Margareth. Y verás... ¡Yo no cocino! Además creo que preparar semejante cantidad de comida sería demasiada tarea incluso para mí cocinera- asegura con prepotencia.

-¡Oh!- exclama mí madre. Y es qué ella es incapaz de ver una ofensa en las palabras de la madre de Tom. Sus vocablos únicamente le causas tristeza porqué a mí madre le encanta cocinar y siente que su futura consuegra se pierde ese entretenimiento.

En cambio yo, le lanzo a mí futura suegra una mirada cargada de desaprobación, aunque no le daré el gusto de montar un numerito. No puedo disimular que estoy incómoda y me remuevo en la silla por ello. Tom se percata de mí intranquilidad y acaricia mi rostro con dulzura. No contento con eso lo sujeta entre sus manos para acabar sumergiéndose en el azul de mis ojos. Su mirada es tan penetrante que hace que pierda el mundo de vista. Mis mejillas se ruborizan en el acto. En ese momento sólo existimos él y yo y, para cuando decide besarme, una burbuja parece rodearnos aislándonos del mundo exterior. Por un instante nos olvidamos de las personas que nos rodean, de sus padres, de los míos, del servicio y del lugar... ¡Siento que se ha detenido el tiempo para regalarnos este momento!

De repente, el sonido de un cubierto cayendo al suelo consigue despertarnos de nuestro hechizo. La madre de Tom, sin duda intencionadamente, ha dejado caer su tenedor. Sus falsas disculpas por el molesto ruido que ha hecho el cubierto nos devuelven de nuevo a la realidad.

Mí futura suegra mantiene su trato distante con mí familia durante toda la noche. En cambio, el señor Taylor, trata de entablar conversación con mí padre en varias ocasiones, pero sus gustos son tan dispares y sus profesiones tan distintas que apenas encuentran un tema común del que hablar.

Mi familia se ha esforzado al máximo para agradar a los padres de Tom, y eso me disgusta. La verdad es que no creo que tuviera que ser así. Deberían de poder comportarse con naturalidad sin importarles lo que los demás pensaran de ellos.

Después de dar por acabada la velada volvemos a nuestras respectivas casas. Nada más subirnos al coche Tom trata de disculparse por el comportamiento de su madre, pero yo se lo impido posando mi dedo sobre sus labios para, a continuación, sustituirlo por los míos.


CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora