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Tom aparca su coche frente a la casa de sus padres, en el barrio de Knightbridge.

El señor Taylor siempre quiso vivir fuera de la ciudad, pero Margareth, su mujer, se niega a alejarse de los almacenes Harrods, donde lo compra prácticamente todo. Ella es clienta asidua de tiendas de lujo y nunca se ha planteado siquiera vivir en el campo. Allí no podría pasarse las mañanas visitando anticuarios ni las tardes tomando el té de las cinco en el exclusivo club al que pertenece.

Cuando Tom entra por la puerta del hogar familiar recibe la primera reprimenda.

-Thomas Taylor, ¿llevas aquí casi una semana y no has sido capaz de venir a visitar a tú madre?- le recrimina su progenitora.

-He estado ocupado, mamá. Tengo treinta años, ¿Cuándo dejarás de regañarme?- le cuestiona  dándole un beso en la mejilla.

-¡El día en que me muera!- responde Margareth.

-Acércate, Tom. La cena ya está servida- le informa su padre.

Tom se sienta a la mesa junto con su padre y su madre. Margareth no tarda en empezar a avasallarle con preguntas.

-¿Qué te mantiene tan ocupado? Llevará falda, supongo...- sugiere su madre.

-¡No empieces, Margareth!- le advierte el señor Taylor.

Tom mira a su padre con aprobación pero su madre insiste en el tema.

-¿Tiene ella algo que ver con que te instales definitivamente en Londres?

-Mamá...- advierte Tom a su madre pidiéndole así que cese con su interrogatorio.

-No me malinterpretes hijo, estoy encantada de tenerte de nuevo en Londres...- puntualiza su madre.

-¿Cómo te va en el trabajo, hijo? He visto que has recuperado tú antigua cartera de clientes...- añade su padre.

-Papá, sabes de sobra como me va. ¡Tú eres el jefe!- Tom observa a sus padres con recelo- ¿Qué es lo que os traéis entre manos? ¿Esta cena es algún tipo de encerrona?

Tom, agobiado, deja los cubiertos sobre la mesa y se levanta de la silla en el acto. Se pasa la mano por la cabeza compulsivamente dando vueltas de un lado para otro del salón.

-Hijo... ¿ella es una de las chicas que trabaja para ti?- le cuestiona su madre con todo el tacto que es capaz de tener.

-¡Elisabeth no es una chica más! ¡La quiero!- exclama alterado.

-¡Hijo, tranquilízate!- le suplica su padre.

-Es que no quiero que vuelvas a tener problemas. Recuerda lo que te pasó con aquella chica... Sólo miro por tú bienestar, hijo...

-¡Molly, mamá! ¡Se llamaba Molly! ¡Y yo no hice nada para provocar que se suicidara, fue decisión suya!- grita encolerizado.

Ya no hay vuelta atrás. ¡Tom ha explotado!

Furioso, coge uno de los bates de criquet que se exponen en la pared y, camino del jardín trasero, batea todas las ventanas con las que se cruza. A su paso, dos impresionantes jarrones de coleccionista acaban en el suelo hechos añicos. Acto seguido abre la puerta que comunica con el exterior de un tremendo portazo. Sus padres intentan tranquilizarle pero está fuera de sí.

-¡Llama al doctor Coleman!- le exige su madre al señor Taylor.

- Ya estoy marcando el número. No te muevas de aquí, Margareth- le sugiere el señor Taylor a su mujer.

CITY OF LONDONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora