Capítulo 17: "Segunda cita"

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Presente

Carolina del Norte – Estados Unidos

Savannah

—¿Por qué siempre tus citas son algo extremo? ¿Qué me obligaras hacer ahora? Dime —hablé viendo como el jet hacia descender las escaleras.

Mediados de mayo y en Carolina del Norte hace un calor tremendo.

—¿Te has vuelto a lanzar de un globo aerostático? —preguntó entrelazando nuestros dedos.

—No... pero igual...

—Savannah, Savannah, Savannah.

—No hay razón para tres Savannahs —rodé los ojos porque se parecía a Mister Spencer cuando quiere reprenderme.

Entramos en el auto que nos llevaría a yo no sé dónde. De verdad que a Sebas se le da esto de las citas. Se esmeró en hacer esto, debo de admitirlo. Se excusó diciendo que hay que celebrar que Dominik estaba bien y fuera de peligro y que días después volvió a ser el niño mandón y travieso de siempre.

Masajeo mis nudillos en una leve caricia, y al rozar sus dedos con mi anillo decidió sacarlo.

—Guardare esto, ya sabes. No queremos que se pierda.

—Yo no querré que se pierda.

—Touché.

—Descarado —le susurré y me cruce de brazos como toda niña malcriada.

—Cínica.

Su tono era divertido y cuando me voltee con la mandíbula abierta por su desfachatez tenía una sonrisa que le rodeaba toda la cara, esa sonrisa que me vuelve boba, que me deja loca, que no me deja concentrar.

Me sentó a horcajadas en su regazo y sentí su miembro.

—Pareces un adolescentes con las hormonas locas —me burlé.

—Eso es lo que tu ocasionas —dijo moviéndose un poco creando esa fricción que me hizo jadear.

Nos besamos y nos metimos mano. Porque eso es lo que hemos estado haciendo desde que tome la iniciativa de besarlo en el cuarto de hospital.

Me sentí mal. Pero no me sentí mal por estar comprometida y estar metiéndole mano a otro hombre. Me sentí mal porque debía de sentirme culpable y no era así. Me sentía otra vez yo, viva y con ganas de hacerle de todo al hombre que sigue siendo dueño de mis sentimientos.

Nos estábamos alejando de la ciudad y empecé a observar el hermoso paisaje. Se notaba que afuera hacia frio por muy soleado que estuviese el día. La camioneta se sacudía con violencia, las calles empezaron a ser empinadas y el camino de tierra que se extendía delante de nosotros daban paso a una enorme montaña; alta, frondosa... amenazadora.

—¿A dónde vamos? —pregunté mirándolo y luego viendo de nuevo hacia donde nos dirigíamos.

—Vamos a una cabaña, a Noah Ogle Place.

—¿Cabaña? ¿Qué es esto? ¿Un retiro espiritual? —me burlé porque una cabaña, en medio de una montaña, los dos, solos... por muy excitante que fuese yo debía de seguir pensando que era una mujer comprometida.

Imaginé la voz de Liam retumbándome en la cabeza diciéndome: "Y dale con eso".

Yo tengo que ir a confesarme. Mi mente no está para nada tranquila y mis pensamientos no son para nada sanos.

Las manos me empezaron a sudar cuando llegamos a una cabaña de madera, las hojas verdes y naranjas hacían la perfecta divergencia con el atardecer que empezaba a aparecer al fondo. Cuando bajamos, efectivamente estaba haciendo frio. Sebastián me envolvió en un abrazo y me sentí una adolescente otra vez, cuando pasábamos horas y horas viéndonos y hablando, tomando té de miel y limón. Me sentí en casa, por fin.

Almas Perfectas Destinos Imperfectos. PI#2 EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora