Capítulo 29: "Jugando a las escondidas"

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Presente

New York – Estados Unidos

Sebastián


Tres semanas después

John, el quinto fisioterapeuta estaba haciendo su magnífico trabajo con mis piernas, después de dos meses sin hacer nada, no solo estaba flácido sino que también entumecido. Y si, era el quinto en tres semanas, después que las primeras dos se la pasaran coqueteándome y tocándome lugares que para nada estaban agarrotadas, otra que solo venía a hacer su trabajo de forma abrupta, y el cuarto que terminó siendo gay y tratando de hacerme dudar acerca de mi heterosexualidad.

Ciertamente, cuando el hombre sacaba sus garras amaba mucho más de lo que ya amo a mis hijos, puesto que al ser mi copia versión junior y al hacer referencia de su madre y de su nuevo hermanito o hermanita, el tipo desistía.

John me caía bien, John era amable.

Lo que no me gustaba para nada era la maldita gripe que no se me quitaba y el hecho de usar el nebulizador hasta que lograra bajar las escaleras y cerciorarme de que aun respiraba, porque eso era lo que sucedía, daba tres pasos y me mareaba, daba diez y me faltaba el aire.

John terminó su trabajo y luego Yolanda —o Yole como mi pequeña y yo le decimos— me trajo una bandeja llena de comida demasiado apetecible. Yole hace un trabajo fenomenal al ser la nueva ama de llave de nuestra casa.

No sé qué suena mejor, el grandioso trabajo de Yole o que al fin diga «nuestra casa».

Savannah decidió que mudarnos juntos sería lo mejor, y por primera vez estaba totalmente de acuerdo con ese pequeño impulso de mi pequeña. Hace tres semanas duermo con el amor de mi vida, hace tres semanas me despierto y la veo a ella y a esas perfectas ondas que me vuelven loco desde hace diez años, hace tres semanas veo ese pequeño bulto crecer y llenarme de paz y de alivio.

Dicen que la felicidad plena la encuentras en el cielo, personas como yo, afortunados de tener a nuestro propio ángel caído en la tierra, logramos entender que se puede ser feliz y que se pueden cumplir los sueños.

Dejé los platos vacíos a un lado y puse toda mi disposición para levantarme hasta que escuche esos pasitos que me vuelven loco. Decidí volverme acostar y hacerme el dormido.

Poco después sentí como la cama se hundía, dos veces para ser exactos, uno me tocaba la cara y el otro se montaba encima de mí, en mi abdomen. Traté no reírme, seguramente se estaban viendo las caras.

—¡Mamá! Papi Sebas se volvió a dormir como el día del hospital —es que lo mato.

—¡Mami! Papi no despierta —hoy van a ocurrir dos asesinatos.

Sentí como abandonaron las camas y se dirigían a la puerta, me senté rápidamente y sentí cierto dolor en el cuello. Maldición, hasta cuando voy a seguir así de rígido.

—Les juro que como le vayan con el chisme a su madre, los mato a cosquillas —dije al tiempo que hacia el nebulizador a un lado de mi cara.

—Tú no puedes correr, nosotros si —bendito sea Dominik.

—Primero vas a tener que atraparnos —Lawrence me estaba retando.

Me pare sin mostrarle el pequeño punzón que sentí en todo el cuerpo tras el esfuerzo... me vieron, se vieron y luego largaron a correr por la puerta.

—¡Mami, papá nos quiere atrapar!

—Papi quiere correr, ¡Mamá! —alargaban la última "a" de la palabra y por Dios de que soy su padre van a pagarla por delatarme con Savannah.

Almas Perfectas Destinos Imperfectos. PI#2 EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora