33. ¿Helado? Qué infantil

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Me levanté lentamente de la cama. Ya habían pasado unos días desde la desastrosa fiesta y, aunque mis heridas estaban sanando, seguían doliendo.

Estas mierdas me despertaban todas las madrugadas y esta no fue la excepción.

Eran las 2:40 am y estaba a décimas de segundo de rascar las costras con una sierra.

Hice una mueca ante la comezón y me obligué a no pasar mis tediosos dedos por las cicatrices.

-Buenos...- susurró un adormilado Jack desde su cama, miró el nuevo reloj que él mismo había comprado y suspiró -Madrugada.

Al instante me dí vuelta y mi rostro se relajó.

-No son muy buenas que digamos- bromee.

Jack se sentó en la cama.

-¿Aún molestan? - preguntó intrigado- No te muevas. Voy por el frasco.

Sin darme tiempo para responder se levantó de un salto hacia el baño y volvió con el frasco de crema que he estado usando desde que me comenzaron a cicatrizar las heridas.

Mi pecho bajó ante su acto.

-Gracias.

Jack me tendió el frasco pero después se arrepintió.

-Mejor lo hago yo.

Levanté mi ceja derecha.

Jack rodó los ojos.

-Kyls, sólo quiero ayudar.

Me tense y me aclaré la garganta para disimular mi nerviosismo. No soportaba que tocaran mis heridas pero extrañamente mi cuerpo no rechazaba en absoluto el tacto de mi compañero de dormitorio.

-Que sea rápido - le espeté.

Jack se sentó en la cama y tomó levemente el borde de mi pijama,  como si me estuviera pidiendo permiso para levantarla. Asentí y cuando Jack comenzó a levantar mi camiseta tomé una gran bocanada de aire, cruzando mis brazos sobre mis pechos.

Podía sentir la mirada y tensión de Jack en mi cuerpo.

-Si te hubiera seguido desde el principio a los jardines en la fiesta nada de esto habría sucedido. -dijo en voz baja, casi inaudible.

Ladee la cabeza para mirarlo.

-Lo importante es que llegaste- ahogué un sollozo. Me aclaré la garganta y volví a mirar hacia el frente. -Termina rápido ¿quieres?

Jack suspiró, abrió el frasco y de poco a poco fue masajeando mi espalda.

Oh, Dios. Por poco se me escapa un gemido. Sus manos eran mágicas.

Estaba agradecida con Jack, en serio, pero aún no podía volver a la relación que teníamos antes. Creo que ninguno estaba listo para volver a la cotidianidad que teníamos.

Y claro, era demasiado orgullosa y testaruda como para perdonarle todas las mentiras a Jack sólo por haberme salvado el culo. Yo había salvado su culo muchas veces antes. Y no para ganarme ningún perdón.

-Oh, demonios- le hablé cuando tocó un musculo en mi espalda- Dónde aprendiste a hacer eso.

Rió.

-No quieres saberlo, preciosa.

Negué.

-No me digas preciosa.

-Lo siento, mi reina.- respondió y juro por dios que su maldita sonrisa socarrona hacía presencia en su rostro.

Solté una risa parecida a un bufido.

My DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora