3. Las Temibles Señales

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Capítulo 3. Las Temibles Señales

Aquella mañana Antuan Moulian tuvo el presentimiento de que algo andaba mal.

Lo supo por el mudismo selectivo que había en el ambiente. Lo supo cuando, como todas las mañanas al dar las cinco y media, salió de la puerta de su hogar y la niebla cubrió gran parte de la carretera.

Quiso creer que aquello era una simple coincidencia, una tontería de sus pensamientos y malas jugadas de su mente.

Pero sus dudas cobraron sentido cuando, al llegar a la casa de los Robles la puerta y todo su alrededor estaba rodeado por una cinta amarilla que mantenía alejados a los presentes curiosos. Tres camionetas policíacas estaba aparcadas en el asfalto.

Antuan pensó lo peor. Su pecho taladraba con incertidumbre sobre sus costillas...

– Afirmativo, señor.– escuchó a uno de los oficiales que hablaba en voz alta sobre su radio parlante. – Nadie ha vuelto desde entonces.

Antuan lo observó desde una distancia prudente. Trató de pasar por desapercibido y caminar hasta la parte trasera de la casa donde parecía no haber más oficiales. Entonces asomó la cabeza castaña desde la esquina de la pared y lo que ahí vio lo dejó helado.

Los corrales de los animales estaban destrozados. Las gallinas que Doña Maggie cuidaba tanto estaban esparcidas sobre la tierra mojada, estaban tiesas y desplumadas una sobre otras... como si un animal las hubiese mordido y jugado como muñecas de trapos y luego en la esquina contraria, la jaula de los cuervos estaba vacía.

–¿Qué demonios haces acá?– Antuan saltó en su lugar, tomándolo del hombro un hombre lo jalaba fuera de la escena del crimen– ¡Contesta! ¿Tú madre sabe que de nuevo estás ausente de la escuela?

– Déjame en paz– le contestó con dureza. Enthan (su tío) lo miró enfadado, realmente molesto por verlo curioseando por el lugar.– Vine a saludar a Don Jorge, me asusté al ver a tantos policías.

–¡Veté a casa!– lo regañó mientras lo empujaba lejos de la residencia de los Robles. Antuan molesto por su insistencia arrastró las botas que traía puestas, recio a marcharse sin saber que sucedía.

–¿Qué sucedió?– le preguntó mientras era arrastrado–¿Eh? ¿Qué pasó? ¿Dónde están ellos? ¿Están bien?

Cansado de tratar con el niño Ethan suspiró largamente y mirando a sus sobrino desde su altura imponente le contestó:

– Ellos están bien, no estaba en casa cuando sucedió. Ellos estaban en el...

– Aserradero– recordó Antuan. El día anterior Maggie había hablado de ir allá. Ethan levantó una ceja confundido y asintió.

– ¿Cómo sabes eso?

Pero antes de que pudiese contestarle un hombre cruzó por medio de ambos rápidamente. El detective Isaac miró al oficial y le hizo un seña para que lo acompañara dentro del hogar. Ethan asintió dándole entender que iría de inmediato.

– Escucha Antuan– le dijo aún con su mano en el hombro huesudo del chico– Ve a casa sino quieres ir a la escuela. No puedes quedarte rondando por aquí sin supervisión. ¿Me oyes? Ve a casa y no preocupes a tu madre.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora