5. Las Espinas del Corazón

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Capítulo 5: Las Espinas del Corazón.

A Oscar jamás le gustó el fútbol ni ningún otro deporte, pero los hombres de la familia Castillo se caracterizaban por ser buenos atletas.

Oscar tenía que ser bueno en algo, no podía ser el único que no se interesará en ello y como desde pequeño había entrenado soccer, siguió con la tradición.

Así que ahí estaba, a unos metros de la portería con el balón en su poder. El torneo de este año había sido sede de su escuela, ahora tenía la obligación como capitán del equipo de ganar en casa. Detrás de él las porristas victoreaban su nombre mezclado con el de su equipo: Las águilas de las rosas.

Un nombre patético a decir verdad, era un nombre que no imponía poder pero, sus contrincantes: Los Leones de Zaragoza eran otra cosa, sin en cambio no por ello iban a perder.

Que le dieran por el culo a los leones.— Pensó. A su izquierda estaba Mauricio, su co capitán y el segundo mejor en el equipo, lo vio por el rabadillo del ojo. Sabía que quería el balón , pero no se lo iba a dar no cuando aún podía correr por la derecha y evadir a la defensa y meter el gol.

E iba a hacerlo, sino fuese por qué miró sobre su hombro, midiendo su ventaja contra el del León cuando lo vio...

A penas fue un segundo pero él lo vio claramente.

Oscar podía reconocerlo en cualquier lugar del mundo, le bastaba con sólo mirar un poco de él para saber de quién se trataba y sino lo reconocería por su voz, por su olor, por su simple presencia... era su imán, era como si fuera un pez en busca del océano, un océano verde...

–¡Eso es falta!– gritó Mau. Oscar rodó sobre su torso, el capitán de los leones le había metido el pie en la espinilla arrebatándole el balón mientras estaba distraído. Oscar gimió de dolor, se había raspado la rodilla derecha contra el pasto sintético. El capitán de lo leones alzó los brazos en dirección de rendición. Oscar escuchó vagamente el sonido del árbitro y a los paramédicos preguntándole si se encontraba bien.

Oscar a penas asintió, en su cabeza sólo buscaba a Antuan, quién de repente se había esfumado entre la gente.

– ¿Crees poder continuar?– le preguntó el entrenador. Oscar volvió a alzar el cuello en busca de su amigo pero no lo vio en ninguna parte. Luego miró a Mau que lo miraba con preocupación y decidió se quitó la banda amarilla que rodeaba su brazo y se la entregó a él.

– Confió en ti Mau– el chico Moreno miró la banda del capitán con asombro y emoción y conmovido de la colocó en su brazo derecho.

– Voy a ganar este partido por ti, hermano– prometió antes de correr de nuevo al campo. Le importaba un bledo que ganaran en esos momentos, lo único que él quería era que lo dejaran un momento a solas para buscar a Antuan.

El entrenador y el médico le ayudaron a levantarse y confiando se lo llevaron a los vestidores.

– Tengo que regresar– le dijo su entrenador. Oscar asintió mientras aguantaba un grito, el médico se había inclinado a su rodilla lavándole con agua oxigenada la herida, una herida que no estaba en las mejores condiciones– ¿Estarás bien?

– Va a estar bien– le contestó en su lugar el médico, el entrenador alzó una ceja y miró de nuevo a su capitán. Oscar se limitó a asentir.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora