Emma no había terminado de deshacer la maleta cuando su abuela la llamó a cenar.
La casa de los abuelos era tan vieja como el mismo pueblo, la madera (que era gran parte del material de construcción) chirriaba con cada paso que Emm daba en esa pequeña habitación . En realidad le gustaba mucho, sabía por la misma boca de su abuela que había pertenecido a su padre, era notorio para variar, las paredes del café roído estaban cubiertas por algunos posters antiguos de bandas de los ochentas, la cama tenía un edredón de Pink Floyd y el lado oculto de la luna, en algunas de las repisas blancas había figurillas de acción de Star Wars y las cortinas, (que su abuela había cambiado) eran lo único femenino en esa habitación.
Emma sonrió, su padre y ella tenían gustos similares. Aún, con la sonrisa en los labios bajó las escaleras hasta la planta baja, recorrió la sala y llegó hasta el pequeño comedor de color naranja, su abuelo la miró desde su lugar, tenía el pie enyesado. Sus ojos apagados por la edad la evaluaron sin palabras y Emma tuvo que pasar saliva gruesamente, si bien su abuela no la había juzgado por su llegada ( o huida) su abuelo era otra historia, no lo decía en voz alta, no hacía falta, lo veía en su mirada tan... recriminatoria.
– Siéntate cariño– Emm despegó la vista y miró a su abuela, quién estaba de pie al lado de la puerta que conectaba la habitación con la cocina, le sonreía preocupada como si de alguna manera supiera lo que pasaba en su ausencia.
Le sonrió– Claro...
En la mesa había pan de plátano, su favorito, también había conejo asado (Maggie lo hacía siempre que llegaba su familia al pueblo), ensalada con manzanas en rodajas, aderezo de mostaza dulce, espagueti blanco y tortillas de harina, su estómago rugió feliz.
–Anda Emma, ¡Sírvete con confianza!– y lo hizo, cortó un pedazo de carne, tomó dos pedazos de pan y engulló toda su ensalada.
–Nos alegra mucho que hayas venido Emm– le dijo alegremente Maggien , Emma le sonrió educadamente, no dijo nada más, la vergüenza y la mirada fija del abuelo se sentía como plomo en sus hombros–, de verdad que si, hace mucho que no te veíamos, ni a tu padre tampoco...
Y la conversación se quedó ahí, estancada con ese silencio incómodo de haber metido la pata. Incluso la comida, que hace poco había sabido tan deliciosa, ahora se había secado a mitad del bocado.
–¿Cómo has estado querida?– y no lo preguntaba cómo cortesía. Su abuela no era ninguna tonta, así que la miró profundamente, en sus ojos una preocupación genuina le adornó el rostro.
Emma sintió ganas de llorar, hace tanto que nadie sentía pena por ella, hace tanto que alguien se preocupaba genuinamente de ella.
– Estoy mejor– respondió con honestidad, Maggie le sonrió con tristeza apretando suavemente su dedos con los de ella.
Entonces el sonido de una silla correrse desvío su atención, su abuelo estaba tratando de ponerse de pie.
–¡Jorge!– lo regañó su esposa caminado rápidamente, rodeando la mesa para ayudarlo–, la doctora especificó que debías guardar reposo ¿No podías haber pedido ayuda?
– Una pata rota no me hace un inútil Maggie–le contestó con mal humor su abuela ignoró completamente sus palabras y colocó su hombro debajo de su brazo para impulsarse y que el abuelo de Emma volviera a estar de pie.
– Si no sigues las indicaciones de la doctora jamás vas a recuperarte– le dijo de mala gana, Don Jorge que ya tenía la muleta bajo el brazo gruñó bajito en señal de afirmación y sin decir otra palabra se dirigió a la sala perdiendo de vista su nieta y a su esposa.
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El Secreto de Antuan ©
ParanormalMuy lejos de las luces de la ciudad, existe un bosque maldito... En él, grandes tragedias han sucedido. Todo aquel que ha entrado , jamás a salido. Pero tú eres diferente, tú querido mío has vuelto de entre los enormes árboles y has regresado para c...