32. Réquiem

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Capítulo 32. Réquiem


Era algo demasiado sureal para saber si era o no verdad.

Antuan primero vio aquel espectro deformase entre la maleza, pudo verle el rostro angelical deformarse de boca y labios mientras lloraba a mitad del pantano.

Todo sucedió tan rápido, más de lo que pudo asimilar en aquel entonces. El viento aulló entre las ramas, avecinando una tormenta, el cielo se tornó negro, las nubes se pintaron de un color negro y los fantasmas de tantos años, lanzaron un grito tan triste e imperceptible que lo dejó sordo por un instante. Más allá de ese desastre la cabaña de los Moulian se quemaba hasta los cimientos.

-¡Marie!- escuchó la voz de Stephané y levantando la vista lo percibió arrodillado sobre el filo de aquel lago marchito, sus ojos buscaban en esas aguas podridas el rastro de alguien a quién amo hace mucho tiempo, pero la desesperación en ese nombre le hizo saber que aquello que con tanto afán buscaba no se encontraba ahí.- Marie... no, Marie...

Por un momento sintió lastima por él, podía verlo desesperado, metiendo sus cadavéricas manos en aquella agua pantanosa, incapaz de sostener algo. Luego volvió a ver a su alrededor, los fantasmas seguían retorciéndose de dolor, como si estuvieran rememorando el instante previo a su muerte, aquella sinfonía de gritos le erizaron la piel, palideciendo sus sentidos.

-¿Pero qué has hecho?- y esta vez la voz de Donnie se oyó más humana, casi una niña que rogaba que pararan su tortura. Sus ojos rojos de todo el llanto miraron a Antuan con miedo, cómo si supiera que el fin de todo estuviera a segundos de pasar. Antuan volvió arrodillarse algo en los ojos de aquella bruja se desvaneció, cierta maldad salió de sus pupilas dejando ver a una niña de apenas dieciséis años, con el corazón roto y el alma destrozada. Una niña que no había tenido la culpa de todo el horror que había vivido hace ya tanto tiempo atrás, una niña condenada a la maldición de una familia que le había dado la espalda. – Tengo miedo.- susurró abrazándose a sí misma, Antuan volvió a tener compasión por aquella criatura y caminó hasta quedar delante de ella, los ojos verdes de él miraron los verdes tormento de ella. Donnie estaba sentada en medio de sus faldas blancas, temblando como una hoja mecida por el viento, entonces el chico supo que lo que quedaba de ella después de la maldición era sólo un recuerdo triste de la persona que había sido alguna vez en vida.

- Todo va a estar bien- le dijo él mirándola a los ojos. Donnie Moulian seguía llorando sin proferir ningún sollozo casi con ignorancia de esas lágrimas. –Todo terminará pronto.

-Tengo miedo- volvió a susurrar, el ambiente se enfrió por completo. Antuan la tomó de los hombros y la abrazó con cuidado como si hace tan sólo unos minutos no hubiese querido asesinarlo- Tengo mucho frío, tengo mucho frío...

Los ojos de Donnie lo miraron aterrorizados. Antuan le limpió las lágrimas, la sintió frágil, casi un persona incorpórea, cómo cuando abrazas solo la ropa de alguien... el recuerdo detrás de esos ojos verdes lo golpeó de sorpresa y Antuan Moulian pudo verlo todo con claridad.

La mansión.

La revolución.

El fuego.

La culpa.

El bosque...

Y en medio de sus fauces una chica rubia vestida de blanco y manchada de sangre, corriendo por su vida, detrás de ella la mansión se consume en llamas hasta quedar sólo cenizas. Puede sentir su miedo mientras sigue huyendo, a lo lejos escucha el nombre de ella, gritándole y rogándole que no de media vuelta.

-¡Corre Donnie! – Se escucha entre los árboles- ¡Corre!

Y puede ver también a lo lejos la persecución, más de diez hombres tras su rastro, blandeando el fuego a su dirección, sólo Dios sabe que harían con ella después de atraparla y puede verla ahí, escondida entre los árboles y pactando el trato con el bosque y los restos en sus brazos de un bebé que no logro nacer, de unas cartas que sentenciaron su muerte y una rosa roja que comienza a marchitarse.

-Tengo miedo- Antuan no se ha dado cuenta pero ha comenzado a llorar también, Donnie Moulian es sólo una víctima más, no merecía nada de eso y sin embargo...

- Estoy aquí- le dijo mirándola de nuevo mientras la chica era apenas un suspiro- lo siento mucho- y se lo dijo con toda franqueza pues él era un Moulian y su familia le debía más que una simple disculpa-, lo siento tanto.

Donnie dejó de mirarlo y luego miró al pantano, mirando a Stephané Moulian aterrado buscando algo que nunca existió desde el inicio.

-Todo termina siempre igual.- dijo y entonces el viento volvió a soplar y el cuerpo de Donnie Moulian desapareció como un suspiro, del cielo comenzó a llover tristeza y los fantasmas que hasta hace poco parecían aguardar por algo caminaron rumbo a Antuan.

El chico abrió los ojos horrorizado, un dolor seco y asfixiante le golpeó el pecho dejándolo sin respiración, el pecado de su apellido, la maldición tomándolo preso.

-¡NO!- gritaba a lo lejos Stephane mientras el pantano se cerraba sobre ellos- ¡Ella lo prometió! ¡Dijo que estaría aquí! ¡Ella dijo...

Pero Antuan no escuchó más de aquello reclamos, pues unas manos frías lo tomaron de los hombros obligándolo a levantarse de la tierra. Oscar lo miraba desde su altura, los ojos de ambos se miraron sólo un segundo y Antuan sintió como su corazón se volvía romper cuando recordó en que se había convertido.

-Oscar- exhaló su nombre con temblor- Yo... lo la...

- Tienes que salir de aquí- le habló y su voz fue un eco entre los árboles- Tienes que irte de aquí.

Antuan negó con la cabeza- No me voy a ir sin ti.

-A dónde tú vas ya no puedo ir- dijo el pelirrojo, los ojos de su amigo estaban repletos de nostalgia, Óscar levantó una mano y le tocó una mejilla al chico de ojos verdes- Tienes que dejarme aquí Antuan- continuó a pesar de las negaciones del chico. - Vete...

-No voy a abandonarte aquí.

- Llévate mi cuerpo y dale paz.- le contestó, Antuan le tomó la mano que descansaba en su mejilla, las lágrimas cayeron una tras otra, Óscar lo abrazó entonces y sus propias lágrimas de humo se evaporaron en el aire- Te seguiría a dónde fuera, Antuan- le susurró al oído- Siempre, te seguiré a dónde sea.

Antuan se aferró más al chico pero a pesar de toda la fuerza no pudo sentirlo cerca. Oscar lo soltó y le sonrió con tristeza.

-Ahora, sal de aquí.

Y lo hizo, el chico que había sobrevivido al bosque, volvió a regresar de él.

Aunque quizá, nunca jamás había vuelto por completo.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora