Un lugar entre los árboles

3K 433 72
                                    


Primavera de 1992

André Moulian siempre solía salir de casa temprano. No importaba que el día fuera sábado, él salía en punto de las siete de la mañana y se dirigía a la reserva. Como todos los fines de semana, André preparó sus cosas para la mochila que descansaba en la esquina de su cama, en ella llevaba lo esencial: Un poco de comida, agua, linterna, lapices y su adorado cuaderno de acotaciones. 

Con cuidado bajo los escalones de su casa para no despertar a Clarita, su abuela que dormía en el piso de abajo debido a que por causa de sus enfermedades reumáticas le costaba subir las escaleras. André más bien sospechaba que Clarita no quería dormir en donde una vez su hija lo hizo.
Lo entendía a la perfección, él ni siquiera capaz de mirar a esa puerta cerrada, cada vez que pasaba frente a ella en ese pasillo agachaba la mirada, incapaz de mirarla. Aquella ocasión, hizo lo mismo y saliendo de su casa encendió el motor de la camioneta roja y vieja que una vez había pertenecido a su padre y condujo hasta llegar al bosque.

Delante de él, el camino rocoso repleto de hojas caídas hizo vibrar los neumáticos desgastados de la camioneta, dejando en las manos de André una sensación de hormigueo. El chico de los ojos verdes condujo hasta llegar al sitio en el que su mente podía crear cosas inimaginables aquel lugar lo había encontrado un día hace ya mucho tiempo atrás, una vez que él había necesitado huir de todo, un día que las respuestas a tantas preguntas parecían imposibles. En aquel entonces tenía nueve años y la vida destrozada.

Había huido de su casa y de Clarita, lo había hecho porque no podía evitar llorar y no podía hacerlo mientras alguien lo estaba mirando. Y en cuanto había llegado al bosque se había sentido extrañamente consolado. 
André pestañeó dos veces borrando las telarañas de sus memorias y con cansancio en los ojos se bajó de su camioneta no sin antes encender la radio, de la guantera sacó una cinta que su amigo Gus le había obsequiado en su regalo, en ella con cinta adhesiva decía los nombres de las canciones que estaban grabadas en ellas, no le importó.
André de por si no se podía llamar fan de la música, eso se lo dejaba a su mejor amigo, lo que a el chico le importaba eran las letras.

André Moulian vivía por ellas.

Entre las hojas del suelo, extendió las cosas que llevaba en la mochila y sentándose entre las raíces de los árboles tomó papel y lápiz y se decidió a escribir. Este era su momento, el único en el día en el que André podía ser él mismo. Ese donde nadie podía juzgarlo, donde no tenía que fingir sus sonrisas eternas, donde no tenía que esconder toda esa tristeza que llevaba por dentro, donde no podía preocupar a Lee y a Gus por sus lagrimas, donde no tenía que fingir ser fuerte para no preocupar a Clarita. Ese momento en el que sólo se debía a él y nadie más, sólo él y sus letras.

Ah... André Moulian le encantaba escribir sobre todo en la vida, podía pasarse horas enteras escondido del mundo, en ese sitio en medio de la nada sin sentirse perdido, escribiendo entre las hojas de otoño y el viento frío besándole el rostro.

André Moulian que siempre estaba rodeado de gente, amaba estar solo.

" I want to break free

I want to break free from your lies "

Cantaba Freddie Mercury.
Queen era una de las bandas favoritas de su amigo y podía entenderlo, sus letras eran bellísimas. André tomó un gran respiro y se dedicó a escribir.

Pronto sería el cumpleaños de Lee y quería regalarle algo especial, el año pasado él le había regalado un poema y aunque le parecía que le había gustado ahora quería hacer algo diferente. Así que este año trataría de escribirle un cuento, algo que tuviera más líneas.

Uno pequeño, uno bonito, uno que la hiciera sonreír.

Pensó de nuevo en su amiga, pensó en su cabello dorado como el mismo sol, visualizó su sonrisa color rosa pastel, se imaginó sus ojos claros que siempre parecían rotos y no tuvo más remedio que suspirar, siempre que pensaba en ella sucedía aquello,  lo hacía porque nunca había conocido a alguien que a pesar de todo siempre era dulce, Marleen era pureza en ese mundo tan sucio y cruel, André la necesitaba siempre urgentemente, pero...

El ritmo de la música cambió dramáticamente, aquella canción tan ruidosa no la conocía. André viró los ojos, Augusto siempre de inoportuno, con pereza se levantó de su asiento y se dirigios a la radio dispuesto a buscar otra cosa que escuchar.

Y entonces lo escuchó bajito, como un susurro.

El nombre de un hombre que él no conocía en absoluto pero aquella voz que lo había mencionado había sonado tan... triste. André bajo el volumen y agudizó el oído tratando de escuchar de nuevo ese nombre, después de unos minutos pensó que en efecto, podían haber sido imaginaciones suyas porque después de todo, al bosque no iba nadie. Dispuesto a volver a buscar música subió un poco el volumen y entonces sus dedos se petrificaron sobre los botones del estéreo.

...Venez, Venez, aemes eagares...

- ¿Hola?- llamó con voz alta entre los árboles, saliendo por completo de la camioneta, tratando de mirar a sus costados, buscando la voz de aquella mujer. Pero ahí, nadie le respondió. - ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Pero no se escuchó nada, ni rastro de una voz. Nervioso se agachó a recoger sus cosas y decidió que era mejor volver pronto al pueblo y justo ahí, antes de entrar al auto la voz se escuchó más clara.

"Venez, Venez"

- ¡¿Hola?!- repitió más alto y olvidando la tarea de marcharse de ahí comenzó a caminar a los alrededores de ese lugar, agudizando el oído. Sus piernas se detuvieron cuando un sollozo agudo se extendió por el lugar, el corazón del chico se aceleró de golpe y el sabor metálico del miedo lo saboreó en la punta de su lengua. Los vellos de sus brazos se erizaron por completo. André jamás había oído algo como aquello, el sollozo se hizo mucho más fuerte y mucho más cercano y en medio de ese dolor alcanzó a oír las frases desgarradoras.

- ¿ Por qué?- dijo aquella voz desconsolada. - ¿Por qué me hiciste esto?

Fue como si un escalofrío le recorriera el alma, no era posible que aquello se lo estuviera imaginado.

- ¿Ho... hola? - tartamudeó perdiendo el valor. - ¿Est...estás ahí?

- ¿Por qué?- repitió aquella voz - ¿Por qué a me hiciste esto a mí?

André quería largarse de ahí pero algo extraño sucedió. Sus piernas se movieron solas, caminando en dirección a esa voz rota que cantaba en medio del bosque, la mente no obedecía al cuerpo, contra su voluntad camino rumbo a ella, a mitad del vació.

Y la encontró.

En sus ojos la imagen de una cabaña pequeña y modesta lo dejaron paralizado, pero no tanto por el hecho de encontrar una morada en medio del bosque fue más bien lo que estaba frente a ella lo que le perturbó la mente.

Ahí había una mujer, si se le podía llamar de esa manera, estaba abrazada a sí misma en medio de toda esa tierra seca y marchita, rodeada de tres cuervos que parecían picarle los oídos, estaba llorando, lo podía notar por el movimiento tembloroso de sus hombros.

Quería salir ahora mismo de ese lugar, quería irse corriendo pero ¿Entonces porque se estaba acercado a ella?

André la miró atemorizado pero su brazo se extendió hasta que le tocó un hombro huesudo que sobre salía de un vestido roído, de esos que parecen de dormir.  La mujer levantó el rostro sucio de tierra y lo miró a los ojos, haciendo que los cuervos negros salieran volando de ahí.

El chico abrió los ojos ante la sorpresa. Aquella mujer era apenas una niña, con la mirada rota y el cabello dorado como el mismo oro, era hermosa.

Tenía el rostro de un ángel y los ojos de un color tan verdes como los de él. Aquella criatura sollozó de nuevo, rota, enojada, mal herida.

- ¿Por qué?- repitió con las mejillas inundadas de lagrimas negras.- ¿Por qué me hizo esto a mí?

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora