Capitulo 2 2/2

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Eso de las metidas de lengua, los ruidos de las bocas uniéndose, la baba escurriendo, lo vemos en los camiones, en los peseros, en el metro, no en la televisión, ni en el teatro, ni en el cine. Aunque no lo crean, para eso de los besos a veces los maestros de actuación y los directores de escena te ponen en un rincón a estar bese y bese y bese a un actor, hasta que logres transmitir el "sentimiento" que ellos quieren. ¿Tú crees que eso no calienta? Yo digo que sí, que a cualquiera calienta, aunque uno diga que es puro profesionalismo; somos de carne y hueso. Seremos muy actores, pero también sentimos. Hay actores y personas de la vida real que nada más con un beso te llevan a la gloria y termina uno con los calzones mojados, ¿o no?

Los que crecimos con el esquema católico tenemos la consigna de resguardar nuestro cuerpo, es decir, de guardar la virginidad hasta el matrimonio. Cuando estás estudiando teatro, tu cuerpo es el conducto para transmitir a los demás cierto sentimiento o determinada condición. Tu ropa no es más que un accesorio, algo que te cubre. Lo importante es cómo utilizas tu cuerpo para expresarte. ¿Ok?

En la vida cotidiana, si le dices a alguien: "¿Qué puta madre estás haciendo?", eres una verdadera pelada; pero si lo dices en el teatro no lo haces tú, sino tu personaje. Es decir, tienes que aprender a dar vida a un personaje, o a muchos, desde una puta hasta una dama de sociedad. Sin embargo, en ese contexto la vida cotidiana pierde sus límites, o más bien los límites ya no son los mismos. Lo que en un principio te parecía un pecado, como aparecer con los pechos al aire, en otro sentido es arte. Así es: arte, señores, AR-TE.

Una persona común puede ir a ver una obra de teatro en la que una mujer sale desnuda; la desnudez se justifica en ese momento, y al final esa persona, católica y fiel a su religión y a sus directrices, puede expresar: "¡Qué buena obra de teatro!", y no tachará a la actriz de impúdica, pérfida, lúbrica (ja, ja, ja) por haber aparecido desnuda.

¿Cuántas veces esa mujer tuvo que enfrentarse consigo misma y con su religión o con su moral para poder hacerlo? ¿Cuánto tuvo que batallar en su inconsciente para olvidarse de la vergüenza e imaginar que el teatro lleno la vería? Lo único que quería dejar en claro es que en el medio artístico (sean católicos o no) ven la vida y la sienten de diferente forma; sus parámetros son distintos; no son como los de las personas comunes. Para mí siempre fue un conflicto alejarme más y más de mi ética en aras del éxito.

Por haber expresado estas ideas frente a mi madre, quien recién había ingresado a la religión evangélica pentecostés, ella aseguraba (llegó a jurármelo) que me iría al infierno. La pobre me suplicaba que reaccionara, que aún podía redimirme ante el Señor. No quería que usara pantalones, que me cortara y me pintara el cabello o que me maquillara. ¡Uta!

Cuando las cosas se ponían feas, lo último que decía en mi defensa era: "¿Y de qué quieres que nos mantengamos? Es muy fácil acusarme; pero ¿por qué no te quejas de los alimentos que pongo en la mesa?" o "¿Por qué no te quejas de que tu casa tiene electricidad, agua, teléfono, de que no debes ninguna hipoteca, bla, bla, bla...?"

Alguien me preguntó que si para ser popular tuve que condescender. La respuesta fue: sí. Y no creo que sólo sea en mi profesión; ocurre en cualquiera. No sé qué suceda en el mundo de los hombres, pero en el mundo de las mujeres siempre pagamos un precio por cualquier estatus, económico, moral o social. O tal vez tenga un concepto equivocado o mal fundado cuando me refiero a "pagar" hablando de nuestro cuerpo, de nuestra compañía, de nuestro ser.

Tuve muchas dudas. Por supuesto. Por eso busqué a Dios en diferentes religiones, leía la Biblia, el Nuevo Testamento; no para aprender de memoria sus pasajes sino para encontrar respuestas.

En la Iglesia católica me aprendí los diez mandamientos, el "Yo pecador", el "Padrenuestro", el "Avemaría", pero siempre me sentía llena de culpas. Todo lo que hacía en mi cotidianidad era pecado. TODO.

Yo zorra, tú niña bienWhere stories live. Discover now