Capitulo 4 4/4

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—No necesito explicaciones de una... ¡puta! 

—No digas eso, por favor. Nunca he sido una... de ésas...  

—¿Ah, no? ¿Entonces? Cómo te explicas... entonces... ¿Qué pretendías?, ¿explicármelo hasta que estuviéramos casados? ¿Eso querías? 

—No, claro que no... por eso... 

—¿Sabes qué? Hasta aquí llegamos, no quiero casarme con una... —respondió con furia Fernando, mientras caminaba hacia la salida. 

—¡Déjame hablar! —Mariana levantó la voz y se le puso enfrente. 

—Está bien. Te escucho —dijo mi cuñado con aire de prepotencia. 

—Mi madre fue por mí a casa de Carmelita, ¿te acuerdas que te conté eso? 

Mi cuñado Francisco movió afirmativamente la cabeza, aún resoplando su furia. Mariana continuó: 

—Mi madre me recogió porque el sobrino de Carmelita me violó... y me cortó con un cuchillo... la entrepierna... —a los ojos de Mariana se asomaron dos grandes lágrimas y su voz se quebró—: Puedo enseñarte... si deseas... — acto seguido, se levantó la falda. 

Mi "cuñis" vio las cicatrices de las tasajeadas que le habían hecho. Pareció creerle. La miró de reojo, primero; luego se arrodilló y vio la entrepierna de Mariana. 

Conmovido, le tomó la mano y le dio un beso. Con la cabeza agachada y sin decir nada, salió de la casa de mi madre y cerró la puerta. Escuchamos cuando echó a andar el motor de su auto y se fue, dejando a Mariana hecha una bola de tristeza. Mi hermana se fue a llorar a su cama. Ella nunca supo que yo escuché esa conversación.

Mi madre llegó y le preguntó: 

—¿Qué tienes? 

—¡Nada! —dijo enojada Mariana. 

—Cómo que nada. Nadie llora por nada. ¿Qué pasó? 

—Se lo tuve que decir... —dijo Mariana aún con la cara metida en la almohada. 

—¿Decir qué? ¿A quién? — preguntó confundida mi madre. 

—Le tuve que decir a Francisco que ya no soy virgen —dijo mi hermana con la cara bañada en llanto. 

—¡Pendeja! ¡¿Por qué se lo dijiste, pendeja?! ¿Qué no te das cuenta? Ahora ya no se va a querer casar, estúpida. 

—¡¿Y qué querías que hiciera?! ¿Lo crees tan pendejo que no se iba a dar cuenta? 

—¡Claro que no se iba a dar cuenta! Han pasado tantos años que seguro ya se volvió a cerrar. 

—¡Mamá! Es médico, ¿lo recuerdas? 

—Ya lo sé. Pero si sólo sucedió una vez, eso —dijo señalando la vagina de Mariana— ya se cerró. Créeme. 

—¿Ah, sí? ¿Y cómo le iba a explicar las marcas de mi entrepierna? —

Pues no sé... ¡Diciéndole que te caíste y te cortaste! 

—Ajá. Qué fácil... ¿Y sobre qué me tengo que caer, según tú, para hacerme semejantes cortadas? — dijo Mariana, enojada. 

—Pues no sé... mmmhhh. 

—Tenía que decirle la verdad. 

—¡Pero es hombre! No te iba a decir nada porque no se iba a dar cuenta. Los hombres casi nunca se dan cuenta de nada. 

—¿Y si ya no vuelve? Me quedaré solterona para siempre —dijo Mariana, volviendo a meter la cara en la almohada. 

—¡Ni Dios lo quiera! —se persignó mi madre. 

Yo zorra, tú niña bienWhere stories live. Discover now