Capitulo 7 4/4

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—¿Todas ésas son posturas? ¡No mames, Renata! —dijo Sonia.

—Y conozco más... —dije.

—¡Estás cabrona! —dijo Roberto.

—Si quieren me callo... —dije.

—No, no, no; síguele —dijeron todos.

—¿Saben qué era lo mejor de todo?

—¿Qué? ¿Qué?

—¡Sus ojos! Tenía unos ojos hermosos.

—Naaaaaaa, ¡te pasas!

—De veras, eran azules, con las pestañas rizadas, ahhhh —suspiré.

—¿Y luego?

—Nos quedamos dormidos; bueno, yo quedé pelas. Al otro día vi que ya había amanecido. El capitán del barco de Miami estaba boca abajo, desnudo. Sonreí al recordar todo lo que habíamos hecho; estuvo poca madre... Acaricié su espalda. El tipo era un sueño: guapo, con presencia, con dinero. Todo lo que traía puesto era de marca... Le di un beso en el hombro y me levanté cuidadosamente para no despertarlo... Me vi al espejo y traté de arreglarme lo mejor que pude: me lavé la boca y la cara, me recogí el cabello, me puse la ropa y quise dejarle una nota. Quería que supiera que me había encantado y que si deseaba conocer cualquier lugar del Distrito Federal, contara conmigo. Me di cuenta de que sentía mariposas en la panza; realmente había sido una noche fabulosa. Tomé una pluma y un block de notas que estaban en el buró y fui a la mesita de la sala. Sólo entonces vi el sobre que estaba ahí... Tenía rotulado mi nombre: Renata... Lo abrí y ahí estaban cinco mil pesos...

—Nooooo... ¿Y luego? —preguntó Roberto.

—Tenía escrito con una letra muy bonita: "Eres la mejor zorra con la que he cogido".

—¡Puta! —dijo Alicia. —Sí, puta, eso fue lo que me sentí. Muy puta. Dudé en agarrar la tarjeta y dejar el dinero; me sentía insegura. Eran muchas emociones encontradas: por un lado, él era el tipo de hombre que quería para mi vida; por otro, me sentí sucia y a la vez feliz por haberlo cogido. Lo tuve en mi cuerpo, fue mío... Tomé el dinero y dejé la tarjeta, a la que le agregué: "Fue un verdadero placer". Y salí sin hacer ruido.

—¿Y nunca más te buscó o lo buscaste? —dijo Alicia.

—No, yo no le di mis teléfonos, y él tampoco... Además, quien la cagó fui yo...

—¿Por qué? —dijo Roberto.

—Porque me gustó, me encantó; me enamoré de su piel, de sus ojos, de su manera de cogerme... Todavía hoy me acuerdo y me excito... Creo, incluso, que me enamoré... por primera vez...

—No digas eso —dijo Sonia.

—Sí, wey, clavada, enamorada.

—¿Y por qué no buscaste la manera de seguir en contacto con él? —dijo Sonia.

—¿Con qué sentido? Él pagó por coger con una puta; yo acepté el trato. ¿Tú crees que tendría una sola oportunidad para lograr que él se enamorara de mí? ¿De una zorra? ¡No! La cagué, yo la cagué. Quería sentarme en la banqueta y llorar. Llorar porque sabía que no podría volver a verlo. Así que salí, busqué un sitio de taxis para que me llevara a recoger mi auto y me fui a mi casa.

—¿Y qué tal si te hubiera pasado como a Julia Roberts en la película Pretty Woman, que él terminó enamorado de ella? —dijo Alicia.

—¡Ésas son mamadas, Alicia! Esto es la vida real —dije—. Así que ya nunca volví a coger...

—¡Ahhhh! ¡Buuuuuu! —dijeron en tono de burla.

—¡Por cobrar! ¡Pendejas!

Todos nos cagamos de la risa.

Me dio por probar suerte en la danza, después en la actuación y luego en el modelaje; a veces me iba bien y a veces muy bien. Podía haber meses sin nada de trabajo y otros hasta el tope de cosas que hacer. Otras tantas sólo era una interminable pérdida de tiempo, ir a castings, a lecturas en voz alta y a ensayos, y al final la obra de teatro no se estrenaba.

Muchas otras veces me citaban para una sesión fotográfica, que resultaba ser pornográfica. Organizan reuniones en alguna casa elegante y bonita pero no son más que orgías de "gente bonita". Realmente necesitas saber qué quieres y cuáles son los límites que debes imponer para lograr tus objetivos. Eso, y no tener mucha necesidad, porque si necesitas dinero, ya te fregaste. Al principio dices: "Sólo por esta vez", y lo malo es hacerlo la primera vez, porque después ya no puedes detenerte.

El dinero es como la droga: cuando lo pruebas ya no puedes dejarlo. Probé ambos a muy temprana edad, no por las ideas de mi "cuñis", sino por la maldita curiosidad de saber qué eran los besos, las caricias y el sexo.

Mi cuñado siempre decía que eso de la artisteada no es más que pura promiscuidad, que cualquier día les llevaría la noticia de que estaba embarazada y que ni yo misma iba a saber de quién. Que todas las actrices que tienen éxito son unas golfas, y los hombres, putos. Que él lo sabía muy bien, porque atendía a varias artistas. Que me pusiera a estudiar algo que valiera la pena, leyes o medicina. Aseguraba que con esas profesiones, tuviera la edad que tuviera, siempre podría ejercer mi carrera.

—Olvídate de participar en el concurso de Señorita México... Ni siquiera vas a calificar, porque tus piernas son muy flacas y ni con tu metro setenta de estatura vas a estar a la altura de las demás. Deja de lado tus ridiculeces y mejor ponte a estudiar algo serio, Renata —decía.

Esa retahíla la soltaba cada fin de semana que iba a ver a mi sobrina, de modo que yo procuraba ir a una hora en que él no estuviera, para no coincidir. Conforme iba madurando físicamente, el pinche doc (sí, mi pinche cuñadito) me saludaba de manera morbosa, decía piropos o soltaba suspiros al verme. Al saludarme, dejaba su boca pegada en mi mejilla por segundos que para mí eran eternos. Notaba cierta salivación en sus comisuras; por eso me dejaba húmedo el cachete. Obviamente hacía todo esto sin que mi hermana Mariana se diera cuenta; frente a ella, su sentido chingativo continuaba siendo igual.

Cada vez me alejaba más de ellos, pues no tenía sentido alterar la testosterona del señor médico. Si andaba en busca de una aventura, yo nunca estaría en su camino. Méndigo glotón.

Coincidíamos en los cumpleaños de mis sobrinas, o cuando yo llegaba y él se iba, o viceversa. Cada vez me cagaba más su presencia y su manera de hablar; todo en él era repulsivo. Mariana lo notaba, y también sabía que moría por responder sus agresiones verbales, pero me decía que todo lo que mi madre o yo hacíamos en su contra, él se lo cobraba con ella. Que por favor no le dijera nada. Me aguanté miles de millones de veces para no mentarle la madre. Era castrante.

—Estuviste en el Teatro Santa Catarina, ¿verdad? ¿Por qué no nos invitaste? Esa obra es simplista y repetitiva; siempre ha sido explotada en escenarios comerciales e institucionales, con los mismos recursos escénicos. ¿Acaso no hay otras obras de teatro? —decía el pinche doc.

Nunca los invité: tenía suficiente con los críticos de arte.

Por un lado, mi adorado "cuñis", cada vez que yo aparecía en alguna revista, se la enseñaba a Mariana. "Renata va a salir en la telenovela equis", "A Renata la fotografiaron con no sé cuántos", "Ya le dije que no salga más en telenovelas, que son puro churro; es la mejor manera de quemarse", "Es increíble, tanta experiencia de Renata, y mira con lo que sale: se pone nerviosa en las entrevistas", "No sé por qué Renata aún no ha aprendido a vestirse como debe, cada día se ve más golfa; ¿qué no hay nadie a su lado que la asesore?", "Por más fotoshop que le hacen a Renata, ya los años se le están viniendo encima; le voy a recomendar a un amigo mío para que le haga cirugía, porque ahora sí ya está dando el viejazo". Ésas eran las frases favoritas del imbécil del doctor Martínez.  

Continuara...

Yo zorra, tú niña bienWhere stories live. Discover now