Capítulo 13.

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|Narra _____|

Una semana esquivando tu mirada. Una semana intentando huir de mis pensamientos. Una semana con dolor de cabeza y sin sentir esos tembleques en mis piernas al tenerte cerca de mí. Una semana sin que esos ojos se posen en mi rostro intimidándome y haciendo que me ruborice. Una semana con un vacío interior que sólo tú podrías curar. Me haces falta y no lo quiero reconocer. De todas formas, fui yo quien elegí esto.

No entiendo porqué me buscabas, ni todas esas palabras, si al fin y al cabo era una más. Debí de creer a Vanessa desde el principio. Tú no eres lo que busco y ni te imaginas la cara de tonta que se me quedó cuando me contaron que el mismo día que decidí poner un fin a esto (que no era nada) acabaste divirtiéndote en las duchas del vestuario con mi propia amiga. Y yo callada, aparentando que todo va bien y reflejando mis sentimientos hacia ti en un maldito diario. Porque claro, no lo puede saber nadie. Es mi secreto.

Pensaba que sería lo suficientemente fuerte para continuar, pero me siento débil cuando pasas por mi lado y no te puedo acariciar. O cuando apoyo mi espalda en la pared que conecta nuestras habitaciones y no puedo decirte un simple ''ven aquí, que te necesito''.

Es increíble cómo pasan personas por tu vida y se van sin más, pero luego llegan otras dejando huella en tu corazón y en tu mente. Una huella permanente, que cuesta borrar e incluso es difícil querer borrarla.

Robarnos unos cuantos besos, compartir miradas y risas divertidas durante unos días fueron la fórmula secreta suficiente para quererte. Sí, quererte. Y aunque probablemente yo me haya esfumado de tu cabeza como el humo se marchita del café, a mí aún me tienes aquí, abrazada a mi oso de peluche imaginando que eres tú. Huele a ti, quizás no sabes que te robé un poco de tu perfume y, no me culpes, es la tentación de tenerte en la habitación de al lado.

Me he inflado a ver películas de amor intentando averiguar de qué va esto, pero no entiendo nada. Esa es la clave, dicen que el amor nos ciega y llegamos a un punto en el que no sabemos qué hacer, qué decir, ni qué sentir. Y eso me pasa. Es tu maldita culpa por tener esos ojos color miel que enganchan, esa sonrisa que enloquece a cualquiera y esa mirada tan sincera. Porque por muy estúpido que puedas llegar a ser, me sigues encantando.

Mi diario ha aumentado de peso, he escrito relatos en él de todo tipo. Las historias que se crean en mi cabeza son tan perfectas que una vez más acabo dándome de bruces con la realidad. La mayoría de los problemas que tengo, los creo en mi mente. Soy demasiado inocente unas veces, hasta que me toman el pelo. Ahí es cuando aprendo verdaderamente. Pero a pesar de todo sé disimular muy bien, puedo estar por los suelos y mantener con mi sonrisa iluminadas todas las calles de Nueva York. Soy toda una experta en fingir que soy feliz, incluso a veces me he planteado eso de ser actriz. No soy una chica muy común, pero eso me gusta.

-¿Te encuentras mejor, cariño? –una mano cálida acaricia mi hombro.

-No demasiado. –digo con los ojos todavía cerrados.

-Será mejor que no vayas a clase.

-¿Qué hora es? ¿Es muy tarde? –pregunto sobresaltada.

-No, tranquila. Descansa.

-¿De verdad, papá? –miro a sus ojos.

-De verdad. –me sonríe.

-Menos mal... -suspiro.

Sentándose en un hueco de la cama justo a mi lado me besa la frente y se queda unos largos segundos observando mi habitación.

-Veo que sigues siendo igual de ordenada que mamá. –ríe melancólicamente.

-No cambiaré. –muerdo mi labio inferior. -¿La echas en falta?

-Mucho. –hace una pausa. –Pero ya sabes que la vida continúa y ella querría esto, vernos felices.

Improbable Dirección | Justin Bieber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora