Capítulo 40.

840 53 3
                                    

Ella corre tras él, con el hombro descubierto debido al desgarre de su vestido, envolviéndose en calor con sus propios brazos. Muerta de frío, pero lo que de verdad la ha dejado pálida ha sido su voz dura y seca.

-¿De verdad?

-¿Me ves con cara de estar bromeando, _____?

_____, pocas veces la llama así. Ella se queda muda, anclada al suelo sin querer moverse ni un maldito centímetro.

-Sabes que estoy cabreado. –Justin entierra su mirada en el asfalto. -¿Lo sabes, verdad? –eleva su mirada dando con los ojos de ella.

-Sí... -balbucea ella nerviosa, moviéndose sobre sus pies. No sabe qué hacer, ni qué decir, tan solo quiere huir. Huir con él. Y lejos de este oscuro lugar.

-¿Un sí? ¿Eso es todo? –escupe él, bajándose de la moto y caminando entre luces que parpadean indecisas en aquella calle vacía. Ella le sigue con la mirada. Observa cómo él saca un cigarrillo, esos que tanto odia ver entre sus labios, y lo prende haciendo una nube de humo a su alrededor.

-Justin... -interrumpe ella, todavía temblando.

-¿Qué quieres? –dice él con desprecio, apoyándose en la pared mientras se lleva el cigarro a la boca y llena sus pulmones de humo.

-Quiero que te tranquilices y que no me hables de esa manera. –ella quiere tomar posesión.

Pellizcando el interior de su mejilla se acerca pasito a pasito a él. Justin la mira de reojo, intentando negarse a sí mismo que el funcionamiento de su corazón vaya más deprisa a medida que se acerca. Lo que no sabe es que a ella también le sucede lo mismo. Da igual que estén enfadados, o que peleen, o que se odien unos segundos, los más largos y pesados de sus vidas. El corazón no engaña a la cabeza, el corazón lleva el timón de las sensaciones.

-Nada de esto hubiera pasado si me hubieras hecho caso y te hubieras alejado de él desde un primer momento. –se decide a decir él, ahogando en la suela de su zapato la colilla que acaba de lanzar al suelo.

La voz seca y ronca de Justin consigue erizar el vello de ella, todavía muerta de frío, de pánico. Esa sensación de impotencia, de querer huir y no poder, no se ha marchado de su cuerpo. Parece que quiere quedarse un rato más, ¿pero acaso alguien la ha invitado?

-Tú no te has quedado atrás. –murmura ella, escondiendo un mechón de pelo detrás de oreja. –Además, yo no he hecho nada.

Él exhala un suspiro impaciente y trata de recomponerse, intenta mantener la compostura, pero le cuesta. Esto no está siendo fácil para él. Sin duda, no lo es para ninguno de los dos.

-Yo no quería nada con esa chica. Parece mentira que aún no sepas que solo te quiero a ti.

-¿A mí? Eso lo dicen tus palabras, no es lo que has demostrado. –ella mueve sus brazos en alto. Él se acerca con ojos oscuros.

-Es lo que tengo que demostrar delante de toda esa maldita gente. –dice señalando hacia un punto invisible del asfalto. -¿Por qué? –eleva el tono de voz consiguiendo asustar a _____ que da un paso hacia atrás. –Porque no nos pueden ver juntos. ¿Es eso lo que no demuestro, eh? ¿Es eso? ¿Cómo quieres que demuestre si tú misma me impides ser yo delante de ellos, eh? Yo ya no soy Justin Bieber, el que cada noche lleva a una chica a su cama y nunca se cansa de repetir. Ya no soy ese. ¿Por qué tengo que fingir ser alguien que dejé de ser hace tiempo? ¿Sabes exactamente cuánto tiempo?

-No...

-Treinta y ocho días.

-¿Treinta y ocho?

Improbable Dirección | Justin Bieber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora