Capítulo 29.

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-¿Entonces sigues enfadada, nena? –pregunta Justin arqueando una ceja.

-Sí.

Inmediatamente la libera de su agarre y se quita de encima suya para acomodarse justo a su lado. Dos adolescentes en el bosque, de noche, tumbados sobre la verde y húmeda hierba. Una luna que da de lleno en sus rostros y los envuelve de un tono gris. Se puede escuchar la suave y ligera brisa de aire que golpea contra ellos. El crujido de unas cuantas ramas no consigue asustarlos. El tiempo se para. Contemplan el cielo estrellado en pleno y absoluto silencio, como si les fuera la vida en ello. Se sienten perdidos, pero desean encontrarse mutuamente.

Él decide romper el silencio, respondiendo a todas las dudas de ella, como si fuera un vagabundo en su cabeza escuchando sus pensamientos.

-Recuerdo su música. –susurra él sin pestañear visualizando cada punto brillante del cielo. –También los acordes de su vieja guitarra. –tose aclarando su garganta. -Mi padre nos abandonó cuando apenas tenía unos pocos meses de vida, pero por muy increíble que parezca si escuchara su voz sería capaz de reconocerla. Mamá se encargó de mí desde entonces, ella sola. Quizás por eso soy su niño consentido y mimado, como piensas desde la primera vez que me viste. –una sonrisa ilumina su rostro recordando el momento. –Crecer sin el apoyo y el cariño de un padre es duro. Me hubiera gustado tanto salir a pasear con él, hacer travesuras de pequeño, o ir de pesca al río a la luz del día... -se muerde el interior de la mejilla conteniendo las lágrimas, aunque sus ojos están brillantes, muy brillantes. –Es esa espina que llevo clavada dentro y no se va, por mucho que quiera. Siempre hay algo que me recuerda a él. Sobretodo la música. Es inevitable. Intento huir del pasado, pero lo peor no es eso, es que para ello recurro a mi guitarra, a mi voz. Y eso es muy contradictorio. Él era músico, no sé si todavía continúa siéndolo pero mi madre me decía que cantaba para mí cuando yo estaba en su barriga y tenía el tamaño de un cacahuete. –ella ríe ante lo último. -¿Te acuerdas que te dije que me escapaba aquí a cantar? –Justin se gira visualizando como ella afirma con la cabeza. –Llevo algo dentro, algo en forma de música. Supongo que lo habré heredado de él. Me encanta la música, pero a la vez me da calambre y siento miedo.

-¿Miedo?

-Sí.

-¿Pero por qué?

-Me recuerda a mi padre y... no quiero ser como él.

-Eso no significa que vayas a ser como él.

-Es que no me entiendes...

Justin suspira acoplando las manos por detrás de su cabeza exhausto. Resopla varias veces concienciándose de lo que acaba de hacer. Ha confesado uno de sus grandes secretos. Ni más ni menos. Y a ella. A su chica. A _____. No se explica porqué lo ha hecho, si ni siquiera ha tratado este tema con su madre porque le viene grande. Muy grande, inmenso. Siempre lo ha mantenido en silencio, para él, ahogándolo con el alcohol, con el tabaco, con las chicas en la cama sin control. Ese hueco vacío en su corazón le llevó a todo eso, a ser quien es hoy. El rebelde y popular Justin Bieber. Pero nunca es tarde para cambiar, para que aparezca alguien y destape la maldita venda de tus ojos. Propiciando libertad. Sus claros ojos color miel necesitaban verlo por ellos mismos. Con claridad. Ahora todo es transparente. Más fácil. El aire no pesa. Las horas no cesan. El mundo está más a sus pies. Con ella tiene un tipo de conexión especial que le permite llegar a la felicidad por un camino más fácil. Sin piedras ni baches. Sin problemas que molesten o lastimen. Ella, ella le hace tomar una dirección diferente. A un nuevo lugar, con destino a su corazón. Improbable. Era muy improbable que ahora la mirara de una manera diferente, que revolucionara sus sentimientos en un abrir y cerrar de ojos. No son lo que buscan, pero se han encontrado. Se han encontrado en el camino y quizás la culpa sea del destino que quería presenciar cómo las cosas cambian, maduran, se transforman y no hay una regla que dicta lo que tiene que ser o no ser. Ellos son. Sin duda. Son mitad. Son uno. O son dos. Quizás no se sabe. Pero ahora mismo, encajan como las perfectas piezas de un puzzle. No hace falta forzarlas, ya están preparadas para ser unidas. Las crearon así, para que encajaran, para cuadrar a la perfección, llegando a formar algo que puede ser grande, muy grande.

Improbable Dirección | Justin Bieber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora