Capítulo 2

1.5K 142 20
                                    

–Bien, hemos llegado. Esta es su casa. Suerte recuperando su memoria señorita Rose –dice el técnico sanitario cerrando la puerta.

–Me despedí con la mano– bien, con que esta es mi casa. Es más bonita de lo que pensaba.

Decido explorarla un poco.

El doctor me dijo que si era una amnesia temporal probablemente empezase a recordar cosas o personas.

Caminando por el salón veo, en una mesita, una foto que me llama la atención. La cojo y la observo con detenimiento.

Salgo yo y tres personas más.

Un erizo azul de ojos esmeraldas, un zorrito amarillo de dos colas y ojos azules y un equidna de color rojo y ojos violetas.

La verdad es que se nos ve muy felices.

Dejo la fotografía enmarcada donde estaba y me sigo moviendo por la casa.

Entro en una habitación de paredes color rosa claro con una gran cama de matrimonio. Supongo que aquí será donde duermo.

Veo más fotografías. Cojo la más cercana a mí.

Aquí estoy con unas chicas.

Una conejita de color crema, a la cual estoy abrazada.
Detrás de mí, una gata morada de ojos color oro sonriendo, aunque su mirada me transmite cierta seriedad.
A su lado derecho hay una murciélago blanca, parece la mayor del grupo. Estaba guiñando un ojo a la cámara.
Por otra parte, al lado derecho hay una ardilla de color marrón con imponentes ojos azules, haciendo el símbolo de la paz para ese momento.

La dejo donde estaba y sigo mirando la habitación.

En la pared contraria a donde está la cama veo una foto que me llama la atención más que todas las demás.

Me acerco a ella, es tan grande como un cuadro.

Tengo que admitir que aunque no sepa quien es toda esta gente la imagen me transmite cariño.

En medio estoy yo, sonriendo, y debajo mío una mesa con un pastel. Escrito con glaseado está la frase: 'Felices 15 Amy'. Además en él hay unas grandes velas de color rosa.
Arriba de mí está el erizo azulado con sus manos posadas en mis hombros y con una amplia sonrisa que expresa felicidad.
A mi izquierda tengo al zorrito de dos colas, mientras que a mi derecha está la conejita de color crema.
Más arriba están la gata morada de la anterior fotografía y a su lado un erizo plateado de aspecto inocente, se les ve felices.
Al otro lado están la murciélago y la ardilla también sonriendo.
Y arriba del todo se encuentran el equidna rojo de la primera fotografía y un erizo negro de vetas rojas, tiene una sonrisa pequeña. Me expresa seriedad, pero a la vez me parece sincera. Es difícil de explicar, pero me llama la atención.

Creo que es demasiada gente para recordar por el momento.

Sigo moviéndome por la casa hasta que encuentro la cocina.

En la pared hay unas notas, recetas de comida.

Decido leer una: Galletas de Amy Rose.

Soy muy original poniendo nombres.

Al terminar de leerla un terrible dolor de cabeza emerge y un recuerdo viene a mi mente.

Estoy sacando una bandeja de galletas del horno y las dejo en la encimera.

Realmente no lo entiendo.

Veo muchas fotografías de gente que tendría que conocer y todavía no tengo ni la menor idea de quienes son, sin embargo, leo una receta de cocina y viene un recuerdo.

Nunca entenderé mi mente.

Ahora mismo lo que más me interesa es encontrar a la persona que me disparó y poder meterlo entre rejas.

Si al menos pudiese recordar aunque solo fuese un pequeño detalle.

Un suspiro pesado escapa de mis labios. Esto va a ser largo y complicado.

Oigo el timbre. Tengo curiosidad por saber quien hay detrás de la puerta, pero tengo un poco de miedo de abrir.

Parece que mi desconfianza es mayor que mi curiosidad.

¿Y si es alguien que quiere hacerme daño? Vale, creo que me estoy sugestionando un poco.

Al otro lado de la puerta habla una voz de niña.

–Señorita Amy, ¿podría abrirme por favor?

Me acerco con desconfianza pero acabo abriendo la puerta.

–Al fin me abre señorita Amy –dice para abrazarme con fuerza.

Es la conejita de la imagen.

–¿Va a venir conmigo a la reunión en el taller de Tails, verdad? Me dijo el señor Sonic que era muy importante y que avisase a los miembros del Team –la miro un poco aturdida por la información que me acaba de dar. Intento recordar a alguien con esos nombres, en vano.

Me da lástima decirle que no, pero no me siento lo suficientemente confiada como para aceptar su oferta.

Siento que no tiene malas intenciones, aún así la desconfianza es superior a mí.

–Lo siento mucho, pero ahora tengo que ir a la farmacia a por unas pastillas que me ha recetado el médico –la acompaño a la puerta y ambas salimos–. Quizás en otra ocasión, ¿de acuerdo? –le dedico una sonrisa sincera mientras cierro la puerta con llave.

–Pero, de verdad, es muy importante. Sé que últimamente ha estado distante con el señor Sonic, pero tiene que venir –dice suplicando.

–En otra ocasión te acompañaré –intento pensar en como se llamaba, pero no consigo averiguarlo–. Perdona, no recuerdo como te llamabas.

–Queda un poco desconcertada por el comentario– soy Cream, Cream the rabbit. ¿De verdad que no lo recuerda señorita Amy?

–No, pero no te preocupes, a partir de ahora lo voy a recordar siempre.
Espero vernos en otra ocasión –sonrío y me alejo caminando–. A ver como encuentro la farmacia. Esto va a ser largo –suspiro.

[…]

Tres horas para encontrar la farmacia y otra media hora para que la farmacéutica descifrase la letra del doctor.

No entiendo como algunos no se dan cuenta de que su letra no es legible para el resto de personas.

Entro a mi casa y busco en la nevera alguna cosa para cenar.

Después de cenar voy a mi habitación y me siento en la cama, serenamente.

No había ningún ruido dentro o fuera de la casa, solo paz y tranquilidad.

Hoy han ocurrido muchas cosas.

He conocido a la coneja color crema, que, irónicamente, se llama Cream.
He averiguado donde estaba la farmacia y conseguido mis pastillas después de un largo camino.
Y he recordado una receta de cocina, que no es muy útil, pero algo es algo a fin de cuentas.

Siento que mañana va a ser un día bastante largo.

Amnesia olvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora