Capítulo 1

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Estoy en una ambulancia camino al hospital.

Mi cabeza y mi pecho duelen.

Iba caminando por la calle tranquilamente.

Estaba cruzando un callejón para llegar más rápido a mi casa. Una voz de hombre, proveniente de unos pasos atrás, se dirige a mí.

Era una voz grave y lúgubre. Una voz desagradablemente familiar, pero, ¿de quién es?

No quería pararme, tenía prisa por llegar a casa. Me estaban esperando.

Pero mis piernas ya no me dejaban andar, era como si una fuerza magnética las estuviese reteniendo ahí.

Aún no me había dignado a girarme para observarlo. Un desagradable sentimiento me oprimía el corazón, miedo.

Volvió a hablar esa áspera y sombría voz que me atravesó hasta lo más profundo de mis huesos para dejarlos helados.

–¿Pero a quién tenemos aquí? Amy Rose –rio amargamente–.
No sabes cuántos años llevo buscándote para acabar lo que un día empecé –se distinguía una silueta en una de las sombras del callejón, pero su cara no era visible.

–Lo siento, no tengo idea de lo que estás hablando –intenté disimular mi voz temblorosa, pero me costaba mucho. ¿Quién es y por qué le tengo tanto miedo?

–Di lo que quieras niña. Después de tantos años, sé que hoy, por fin, podré dormir tranquilo –dijo de manera parsimoniosa.

–Déjame en paz –me giré dispuesta a irme. Mis piernas por fin reaccionaron y dieron unos pasos. Mi mente no paraba de gritar que huyese lo más rápido que pudiese.

Estaba dispuesta a hacer caso a mis instintos, pero el sujeto dijo algo que me hizo girarme, y es que ese tema es sagrado para mí.

–Cuando estés en el infierno saluda a tus padres de mi parte –habló. Dio un paso adelante.

–¿Qué-?


No pude responder nada más ya que, de manera ágil y rápida, sacó una pistola y me disparó.

Sentí como tres objetos me atravesaban el pecho. Ardían.

Caí al suelo. Me pareció tan frío, tenía tanto frío.

Los pasos del hombre se alejaron lentamente del lugar.

Los segundos me parecían horas, y el tiempo que tardó en llegar la policía y la ambulancia me pareció una eternidad.

Me mantenía con los ojos cerrados. Solamente los abría cuando me preguntaban algo.

Me sentía tan cansada.

Escuchaba como me iban anunciando lo que iban a hacer.

Quería responder, pero no sentía las fuerzas suficientes para hacerlo.

–Señorita, va a notar una presión en el pecho. Vamos a impedir que la sangre continúe saliendo.

Noté una presión enorme en las heridas, solté un quejido.

Otro chico me puso una mascarilla de oxígeno, me cuesta respirar.

Parece que la presión no fue suficiente y me vendaron la zona.

–Señorita, ahora notará como se eleva. No se asuste, la subiremos a la camilla. –Miró a sus compañeros y dio la orden– la subimos a la camilla a la de tres. Una, dos, tres –me elevaron y me pusieron en la camilla. Sentí un poco de vértigo.

Me subieron a la ambulancia y me taparon, pero cada vez tenía más frío.

Ahora noto como vamos adelantando a los coches.

Sigo con los ojos cerrados mientras escucho el ruido de la sirena, es ensordecedor.

El vehículo frena y bajan mi camilla, ya hemos llegado al hospital.

Noto como me cambian de camilla, está helada.

Hay mucho personal atendiéndome, pero ninguno dice cosas buenas.

–Ha perdido mucha sangre –habla una enfermera.

–Necesita que la operen de urgencia.

Arrastran mi camilla con rapidez hasta una sala.

Me siento muy mareada y el olor a productos químicos no me ayuda.

–Señorita, si me escucha por favor abra los ojos.

Con mucho pesar los abrí. Delante había un cirujano con una mascarilla de oxígeno. Me quitan la otra que llevaba.

–Respire aquí –me ponen la mascarilla–. La vamos a ayudar.

Los ojos me pesan y empiezo a verlo todo borroso.

[…]

Abro los ojos con pesadez. Mi vista se empieza a aclarar.

Hay alguien delante de mí. ¿Quién es?

Estoy intentando recordar como he llegado aquí, pero no lo consigo, no recuerdo nada.

–Vaya, no me esperaba que despertase tan pronto señorita Rose –dice un hombre con bata blanca. Me duelen los ojos al verla.

–¿Señorita Rose? ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

–Antes de responder prefiero decirle primero lo que ha pasado –dijo mientras se sentaba en una de las sillas que había en el cubículo–.
La hemos ingresado y operado de urgencia porque sufrió una agresión con pistola.
Estaba muy grave a causa de las hemorragias que tenía y había perdido mucha sangre, pero por suerte conseguimos estabilizar sus niveles en quirófano y extraer las balas.
Ahora está estable, pero le hemos hecho unos análisis y hemos detectado una anomalía en sus resultados.
Tiene amnesia. Ha sufrido un trauma tan fuerte que su cerebro ha decidido olvidarlo todo.
Todavía no sabemos si la amnesia sea temporal o permanente. Lo veremos con el tiempo.
Necesitamos su consentimiento para seguir haciéndole pruebas. Queremos saber si tiene algún daño en su organismo o derivados.

–¿Eh? Sí, claro, no hay problema.
¿Podría responder a mis preguntas por favor? –digo. Estoy cansada y confundida.

–Está bien. Su nombre es Amy Rose y lleva diez días ingresada aquí –decía con toda la tranquilidad del mundo.

–Amy Rose... Cuénteme más cosas sobre mí, por favor.

–Es una de las heroínas más famosas del planeta  y- –le corté. Cada palabra que decía me confundía aún más.

–¿Una heroína?

–Como iba diciendo es una de las heroínas del planeta.
Al principio no la reconocimos porque estaba muy pálida al haber perdido tanta sangre.
Vive en Green Hill, cerca de la periferia.

–Muchas gracias por responder mis preguntas doctor.
¿Cuándo podré irme de aquí?

–Calculo que en unos dos días.

–¿Tan pronto? –digo sorprendida.

–Está teniendo una recuperación satisfactoria, por eso le daremos el alta médica.

–Bien.

[…]

Pasaron los dos días y Amy se sentía perfectamente, por lo cual le dieron el alta.

–Cuídese señorita Rose y no olvide tomar las pastillas que le he puesto en la receta –dice para acto seguido estrecharle la mano.

–Eh... Sí –responde a pesar de no entender nada de lo que pone en el papel.

–Vamos señorita Rose, tengo que acompañarla a su casa –habla un técnico sanitario.

–Sí.

Amnesia olvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora