Capítulo 26

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Después de acabar el entrenamiento con Knuckles, Amy se dirigió a casa por la misma ruta de siempre.

Se le hizo raro no encontrarse con aquel erizo verde, tan parecido y contrario a Sonic, como lo hacía siempre. Lo dejó pasar, a fin de cuentas no era un tema prioritario.

Llegó a casa y se dió una larga ducha de agua caliente para relajar sus músculos.

El día se le estaba haciendo cuesta arriba.

No había podido dormir por la noche a causa de sus pesadillas, quemó la comida por accidente, llegó tarde al entrenamiento y para colmo no dio el cien por ciento de ella. Knuckles se lo hizo notar.

Hoy no iba a ser un buen día.

Salió de la ducha y se vistió. Luego fue a la cocina a coger algo para merendar. Apenas había comido al mediodía.

Se sentó en el sofá, eran las cinco y media.

Puso música en su móvil y se dejó abducir por la comodidad y el calor de su sofá.

Unos golpes intensos la despertaron de su sueño profundo. Había alguien al otro lado de la puerta de entrada.

Se levantó con pesadez para abrir la puerta y cesar con aquellos golpes que le estaban taladrando los tímpanos.

–¿Te has olvidado de mí? Llevo picando como veinte minutos –era Sonic.

–Lo siento. –Abre la puerta del todo y se dirige al sofá. Se sienta con pereza– me he quedado dormida. De todas formas podías haber entrado con la copia de mis llaves, ya sabes donde las guardo.

–Cierra la puerta y se sienta a su lado– no me gusta entrar así. –La mira detenidamente– ¿Te encuentras bien?

Tenía unas ojeras muy marcadas y los ojos hinchados. Necesitaba dormir.

–No he pegado ojo esta noche. Solo estoy un poco cansada.

–Lo podemos dejar para otro día. No corre prisa.

–Joder Sonic, claro que corre prisa. Estoy cansada de no poder dormir por las noches por culpa de las pesadillas.

Hubo un silencio incómodo por unos minutos. No sabía que decir.

–Lo siento –dice él.

–Suspira– no importa. No es tu culpa, es solo que quiero acabar esto cuanto antes. O al menos acabar con este día de mierda.

–Se levanta y le extiende su mano– entonces no esperemos más –ella le acepta la mano y le sonríe.

[...]

–Según los detectives Chaotix esta es su dirección –dice Amy mientras guarda su móvil.

–Veamos si tienen razón –pica al timbre de la casa.

Les abre un lobo de unos cincuenta años, de barba canosa, ajado por la edad.

–Hola. ¿Qué se os ofrece? –Pregunta en un tono desconfiado.

–¿Puedo hablar con usted? –Pide Amy.

–Él abre la puerta del todo– pasad.

[…]

–¿Así que tú eres Amy, la hija de Alexandra?

–Sí.

–Chaos del cielo –aparta la mirada–. Eres el vivo retrato de tu madre.

Hubo un incómodo silencio por unos segundos.

Ella pensaba que debería tomarse esos comentarios como un halago, pero lo único que hacían eran apuñalarle el corazón.

Amnesia olvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora