51. Llamada.

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— Espero que tengas una buena excusa para lo que hiciste anoche. — alguien parloteó y entonces abrí mis ojos.

La luz agredió mi vista.

— ¿En qué estabas pensando?

Ann agarró un cojín y me golpeó fuertemente en la espalda.

— Cállate. — susurré, con la voz ronca y común de una recién levantada.

El cojín ahora marcaba mi trasero.

— Piensas que nadie notó que el angelito de ojos verdes se escapó a media noche, ¿verdad?

Por tercera vez sentí el cojín en mi cuerpo.    

— ¡Vete a la mierda! — exclamé, envuelta en las sábanas.

— Seguro ahí estuviste anoche. En la mierda. Porque hueles del asco. 

Abrí mis ojos y me senté de inmediato, avergonzada. Mi ropa estaba embarrada, sucia, como si hubiesen aseado el suelo con ella. 

Entorpecí el examen de mi vestimenta.

De seguro me había ensuciado al tratar de entrar por la ventana de la habitación.

— Cambia las sábanas y corre a limpiarte el culo. — chasqueó sus dedos repetidas veces.— Es tarde.

Resoplé y moví los labios como para decir algo, pero me limité a obedecer.

* * * 

Finalmente llegué al instituto, de nuevo a respirar las últimas temáticas del año y a sentir el agridulce sabor de cada día, que volaba velozmente.

Caminando vagamente entre la masa de estudiantes sonrientes, distraídos, y otro tanto de jóvenes ambulantes y pálidos, me detuve a pensar en lo que sería de mi vida cuando saliese de aquellas cuatro paredes. 

Estando a punto de doblar a la izquierda, una fuerza súbita me empujó hacia la pared izquierda, acorralándome y sacándome del grupo.

— ¿Qué tal, chica de ojos verdes chispeantes? — Lo admiré por un segundo y se me antojó de repente darle una bofetada.

Se trataba de uno de los amigos más apuestos de mi hermano, Scott, cuyo padre era el dueño de una reconocida marca de zapatos.

— Marie. Mi nombre es Marie. — gruñí.

— Lo sé, chica. — me guiñó el ojo y luego tomó un mechón de mi pelo. — Este sábado habrá una fiesta en casa de Isaac, y yo me preguntaba si tú quisieras ir. Conmigo. — enrolló en su dedo los cabellos a la vez que admiraba mis labios.

A mi alrededor había algunos chicos, tan sólo unos pocos, porque me había quedado del grupo más grande.

— No. — negué con mi cabeza dos veces.

Scott soltó el aire por su boca, para luego darme paso libre.

— Sé dónde vives. — dijo, mientras yo emprendía mi camino.

— ¡Búscate otra chica! — chillé.

—Vamos, podrás presumir que vas conmigo.

Solté una risa sardónica y le enseñé mi dedo del medio.

— Todo el instituto irá. — gritó finalmente.

Fruncí mis hombros y lo perdí de mi vista al doblar la izquierda.

* * *

En la noche salí a cenar con Troy y Ann a un restaurante cercano, pues mis padres habían tenido que viajar a casa de la Tía Mar. 

Simplemente me gustas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora