45. Traición.

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Golpe bajo. Muy bajo. Extra bajísimo.

Algo en mí se rompió, en millones de pedazos, tal como lo haría una copa impactando fuertemente contra el suelo. Mi corazón quedó sumido en la tristeza pura e indeleble, jamás imaginada.

— ¿Te acostaste con él? — Preguntó una chica, con cierto tono de incredulidad.

No contestó nada, pero supuse que había asentido con su cabeza mientras maquilaba su estúpida cara o agitaba su pelo con extensiones. Sentí náuseas y ganas tremendas de morir. Menos de cinco días de relación y de inmediato una traición.

— Estaba completamente ebrio — rió. —. Aproveché el momento, pero... Creo que a él también le gustó.

Las tres rieron como brujas al lograr algo, mientras mis oídos pitaban y mis extremidades se encogían.

— Perra. — susurré tan bajo que ni me escucharon.

Salieron del baño finalmente, y cuando abrí la puerta, me topé con mi reflejo en el espejo. Las lágrimas caían de mis ojos sin cesar, dándome un aspecto espantoso. Cerré la puerta para que ninguna chica entrara al baño y me tiré al suelo, pegando mis rodillas a mi pecho e inclinando mi cabeza.

Me desahogué allí. Me rompí allí.

* * *

Will me envió a dirección, y no me importó. No dejaba de pensar en lo estúpida que había sido. Mi mente tenía razón; nunca debí estar con Sam.

Maldito el corazón que escoge al incorrecto.

Estando con la directora, le expliqué cortamente lo que había sucedido. Un chico que esperaba su castigo estalló en risas cuando dije que Will quería asesinar mi vejiga. No lo dije en modo de burla, era cierto, sin embargo la risa del chico logró sacarme una sonrisa.

— Will todos los días me manda chicos a dirección. — se quejó la directora, desesperada. — Puedes regresar a tu clase, y tú— señaló al chico. —, acompáñala y ve a tu clase también.

Suspiré, rendida y agotada. El chico salió detrás de mí y sonrió.

— Soy Tim. — sus ojos grises se hincaron en los míos, mientras su mano se extendía lentamente.

— Marie. — correspondí, sintiendo su atacante mirada encima.

— No es por ser entrometido, o algo por el estilo, pero... ¿Estabas llorando? ¿No pudiste entrar al baño a tiempo, o qué?

Lo miré por unos segundos, y las risas ahora me estaban envolviendo. Era atractivo y parecía confiable.

— Sí, pero esta vez no fue mi vejiga, yo... — En cuanto recordé lo del baño, sentí derrumbarme.

— ¡Hey, lo siento! Si no quieres hablar de ello, no tienes por qué hacerlo, simplemente olvídalo, ¿quieres?

Sonreí con dificultad, aunque era demasiado tarde para retener las lágrimas. Recibí, sin previo aviso, un abrazo caluroso y reconfortante de su parte. Fue una sorpresa agradable, lo necesitaba en verdad.

— Gracias, Tim. — sonreí, viendo con pena las marcas de mis pocas lágrimas en su camisa. — Lo siento, tu camisa...

— No importa, déjalo. — sonrió.

— Me caíste bien, ¿sabes? — palpé su hombro y luego intenté sonreír de nuevo.

— Eso es bueno. — intentó ocultar una sonrisa, pero no le resultó.

Giramos por el pasillo y entonces enfoqué mi vista en el salón.

— Nos vemos, debo ir a clases con el maniático de Will.

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