4. ¿Mamá?

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MARIE

Después de un día de clases como el que tuve: mi amiga estaba a punto de tener novio y lo peor es que lo odiaba; Sam me empezaba a gustar y... En realidad, no había nada más en la "lista de cosas especiales y horribles que me pasaron aquel día"

¿Sam me empezaba a gustar? Sólo sabía que ese chico tenía algo que me intrigaba, pero no creía correcto llegar a pensar que me gustaba pues quizás se trataba sólo de atracción o algo de momento.

Al llegar a casa me deshice de todos los malos pensamientos hacia todo. Por un segundo recordé la mirada de Sam al chocar con la mía; fue chispeante y emocionante.

Algo que hace mucho no sentía en mí.

Probablemente las lágrimas secas ya habían terminado su recorrido hace mucho y querían volver por mí, esta vez, a inundarme la vida y el corazón de emociones polvorientas.

Salí de la habitación con la cabeza aún retumbando y bailando en la insensatez, mientras mis manos acariciaban mi oscuro cabello. Al llegar a la sala, la imagen de Troy junto con una chica, cada uno desatando sus más impuros deseos en el sofá, asqueó mis sentidos y me botó a la desgracia.

—¡Hey! — grité, con la intención de que detuvieran sus cochinadas.

—Enana... N-no te ha-había visto. — tartamudeó mi hermano. 

Clavé fijamente mi mirada en el labial corrido de la boca de la chica. Se trataba de Tina, la "barbieperraplástica" del instituto, novia de mi hermano y de muchos idiotas más, de eso estaba segura.

Estuve a punto de presenciar una escena incómoda e íntima.

—Marie Jhonson Smith. — dijo ella, con una sonrisa forzada e hipócrita. 

Hasta su sonrisa era plástica.

—Tina, la perra plástica. — La furia era notoria en parte y parte.

Achinó sus ojos y torció su boca. Quería arrancarle la cabeza y tirarla a un basurero. Agarró las manos de mi hermano mientras las pasaba por sus piernas subiendo cada vez más.

—¿Te puedes ir a jugar con tus muñecas y dejarnos solos a los dos? — preguntó, para después tirar un beso al aire.

—Pero si te acabas de escapar de mi casita de juguete, Tina — dije en tono burlón. —. ¡No eres más que silicona viviente, tarada! 

Y me dirigí a mi cuarto sin más.

Me tumbé en la cama mirando hacia el techo. Era tan común ver a Troy rodeado de chicas, y prefería ello a que estuviese con Tina, en nuestra casa, irrumpiendo la tranquilidad de un hogar sin olor a basura; definitivamente esa chica se ganaba mi odio envuelto en papel de regalo.

Tuve en cuenta las palabras de mi padre en mi niñez, cuando le pregunté por qué miraba tanto a un grupo de chicas en la playa. "Es inútil dejar de hacerlo, parecen luz en un mundo de polillas. Los hombres seríamos las polillas". Dijo descaradamente, pero yo recuerdo haber sonreído.

Me levanté de la cama en un salto y cogí el pomo de la puerta. La abrí despacio, pero al ver a Troy estático allí, me sorprendí.

—¿Qué pasa?— pregunté desconcertada.

—Tranquila, le pedí a Tina que se fuera. — dijo entre dientes, molesto, sin embargo sabía que quería tenerla aquí.

—Tu estúpida cara grita de arrepentimiento. — dije escuchando su risa.

—No aceptaría que alguien te tratara así. Vamos, enana, comamos algo. — Me envolvió con sus robustos brazos.

—No vuelvas a traer a esa zorra. — le pedí mientras correspondía a su abrazo. Troy asintió con su cabeza.

Simplemente me gustas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora