52. Tía Mar.

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Tina intentó arrojarse pero por suerte Troy logró detenerla.

Tragué saliva difícilmente, pero ésto hizo que el nudo en mi garganta aumentara su tamaño. Ella siempre demostró fortaleza y superioridad, pero era una persona, como cualquiera, y lo que estaba haciendo parecía de cobardes.

— ¡No te atrevas! — profirió Troy, abrazándola. — No lo hagas...

Su voz se quebró. Nunca había visto un llanto más desgarrador y sincero en mi hermano, y me sentí mal. Pensé en Stella y el lío con Tina. Mi hermano estaba entre el amor que mi amiga sentía por él y el amor que él sentía por Tina.

Aunque, sinceramente, no sabía cuál de los dos era el más fuerte.

— Eres un buen hombre. — balbució ella, acariciándolo. — Lo siento. De verdad. Lo siento.

Quise llorar, pero mordí mi lengua para no hacerlo. No debía.

Resoplé de nervios.

— Lamento todo, Troy. Lamento todo lo que hice. — añadió con lágrimas que brillaban en la oscuridad.

No supe qué era lo que lamentaba exactamente, hasta que dijo:

— ¡Aún quiero a Sam! — suspiró y mi corazón dejó de palpitar. — Y lamento eso.

Corrí hacia las escaleras y bajé con rapidez. Era demasiado tarde para retener el llanto que esperaba disimular por el momento.

Salí de la casa y grité; un grito fuerte y espeluznante que me hacía sentir culpable y estúpida al mismo tiempo.

Maldije haber seguido a mi hermano.

Maldije haberme enamorado de alguien que no estaba destinado a estar conmigo.

Sino a hacerme sufrir.

* * *

El día siguiente resolví quedarme en casa y no asistir a clases. No me sentía bien y había tenido una pesadilla horrible en donde Sam me gritaba que me fuera de su vida.

Y supuse que significaba algo.

Agarré el control de la televisión y comencé a pasar canales, uno por uno, archivando en mi mente la imagen de personas a través de la pantalla.

— ¿Te sientes mejor? — preguntó mi madre, sentándose a mi lado al mismo tiempo que yo movía mi cabeza de arriba hacia abajo. — Tu tía se está quedando en El Hotel Mayor.

Dejó un beso en mi frente.

— Dijo que le encantaría verte. — añadió. — Si quieres puedes ir.

Lo pensé un momento y recordé esas deliciosas galletas de chocolate que siempre preparaba.

— Sí, supongo que iré un rato.

Mi madre asintió y se marchó a la cocina.

* * *

— ¡No puedo creer lo bella que estás! — expresó la tía.

Rodé mis ojos con una sonrisa.

— Dudo que haya cambiado en cinco meses. — dije y ambas reímos.

— Y dime — agarró mi mano y bajó la voz, como si alguien la pudiese escuchar. —, qué hay del joven guapo de ojos miel.

Negué con la cabeza.

— Está en San Diego, con su familia.

La tía Mar asintió con una sonrisa burlesca y luego agregó, con gestos únicos de ella:

— Después de él está el indicado.

— Sí... Claro. — concordé.

Después de una taza de café con leche y un par de galletas con chispas de chocolate, la tía Mar me enseñó una carta vieja que su primer amor le había escrito un día.

La tomé en mis manos, y me aturdió su mensaje, el cual decía:

Veo en tus ojos amor. Podrás negarlo ante el mundo, pero yo lo veo, y tengo razón.

Sé que todo suele parecer un lío, pero no deberías pensarlo. Arriésgate y cruza el mar conmigo. Juntos. Tú y yo, nadie más en nuestro camino.

Corramos juntos bajo la lluvia, bailemos juntos ese disco. Seamos un solo cuento, seamos un solo libro.

Para Mar.

— ¿Y tú lo querías?— le pregunté tras leer las palabras impregnadas de amor.

La tía cerró sus ojos y una lágrima escurrió por su mejilla.

— Aún lamento cada segundo sin él.

Mi corazón se aceleró, como si hubiese acabado de correr mil metros en un segundo.

— Nunca acepté que lo amaba. — agregó. — Él era todo un galán y siempre me sorprendía con sus encantos.

Sollozó y se llevó una mano a los labios.

— Justamente el día después de que me entregara esta carta — se la llevó al pecho con dolor. —, murió.

Abrí mis ojos y sentí mis labios secos.

— ¿Qué? — musité.

— Sufrió un infarto. — añadió cortamente.

Mordí mis uñas. Nunca había escuchado una historia más pesarosa y no entendía por qué dolía tanto escucharla.

— Lamento no haberle dicho cuánto lo amaba. — Los ojos de mi tía estaban tan oscuros como una noche sin luna y sin estrellas.

Llenos de tristeza y pesadez.

Tardé un momento en entender lo que estaba sucediendo con mi vida. Sinceramente no creí que el amor influyera tanto en mis días, porque dejé de creer en él cuando mi corazón viajó a San Diego.

— Me tengo que ir. — dije, apunto de explotar.

Necesitaba estar sola.

Rápidamente me despedí de ella y salí, casi que corriendo, porque parecía que el aire me faltaba. Caminé vagamente por las calles mientras besaba con mi mirada el suelo.

¿Cuál etapa era la que estaba pasando? De seguro se trataba de la etapa de sufrimiento multiplicado por mil.

Sí.

O quizá eso era normal en todas las personas.

Claro.

Eso debía ser, pero por qué yo. Suficiente tuve con la partida de Daemon; mis noches ya no eran el anhelo de un día nuevo para ver sus ojos miel brillante, sino una almohada empapada de lágrimas de dolor y soledad.

Sam.

Sam llegó como el agua a un desierto; tan necesario como el aire en nuestros cuerpos; tan guapo y perfecto... Solía tener esa imagen de él mucho antes de lo sucedido. Claro, ese príncipe que no sólo era azul, sino también amarillo, rojo, verde, violeta, y todos los colores que existen en el mundo, porque eso era él. Mi mundo.

Alguien dijo a lo lejos mi nombre y quise voltear, pero no, estaba absorta en mis pensamientos.

Necesitaba reflexionar.

Necesitaba volver a vivir.

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¡Hola a todos!

Espero la estén pasando excelente donde quiera que se encuentren cada uno de ustedes.

Les mando un beso GIGANTE con este nuevo capítulo. Gracias por seguir esta historia.

Les deseo lo mejor y nos veremos en el próximo capítulo.

Los amo.

Dani_Smith1.

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