23. Guerra de helado.

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Entramos a la casa de nuevo, ésta vez más felices de lo que salimos. Por Dios, en realidad, Sam era un profesional bailando y no pude evitar ver la cara de Tina y sus amigas. Yo me sentía como en un club de noche, a donde las solteras suelen ir antes de su gran boda... La diferencia era que yo no me casaría, así que podría tener a Sam bailando cuantas veces quisiera.

* * *

Al despertar, con la garganta seca y los ojos brotados a causa de la trasnocha, escuché a mis padres, quienes conversaban en la sala de algún tema que parecía ser incómodo. Tenía hambre, así que me dirigí a la cocina por algo de cereal. Serví un poco y casi que de un sólo bocado me lo comí. No solía ser así pero mi estómago me obligaba.

— Hola. — Los saludé y me senté en medio de los dos. Ann y Troy aún dormían.

— Hola, hija. ¿Cómo les fue en la fiesta? ¿Se divirtieron? — Mi madre preguntó con una sonrisa.

— Sí, todo fue muy genial. Gracias por dejarme ir, papi. — Agradecí.

— Sigues castigada. Tú al igual que Ann. — Mi padre aún guardaba rencor.

— ¡Hey! — Fruncí mi ceño— No es justo, sólo salimos un rato con unos amigos, no es más.

— ¿Pediste permiso? — Mi padre atacó.

— No es mi culpa que hayan estado ausentes, además, íbamos con hombres, de seguro nos habrían defendido si hubiera pasado algo. — Mi padre se molestó cuando dije que íbamos con hombres. Él y su sobreprotección.

— Troy perfectamente hubiera ido a acompañarlas. No me gusta que vuelvan a salir así, sin el permiso de nadie y menos sin su teléfono. — empezaba con su ejemplar hijo Troy.

— Lo siento, es que no sé dónde dejé mi celular. — Mentí. Sabía exactamente la hora, el momento y el lugar en el que mi celular se perdió; la mañana con Sam.

— Ah, es cierto, lo perdiste. — Mi padre recordó, seguramente, nuestra conversación antes de la fiesta.

Mi madre tomó un mechón que se escapó de detrás de mi oreja y lo regresó a su lugar.

— En unos meses Troy sale de su instituto, ¿verdad? — ella cambió de dirección nuestra conversación.

— Sí, eso creo... — En realidad, no lo había pensado. El tiempo pasó volando y ahora en tan sólo unos meses estaríamos terminando para pasar al último año de instituto. Troy estará en la universidad cumpliendo todos sus sueños y metas. — Me iré a bañar.

Me levanté del sofá y me dirigí hacia mi habitación donde suponía ver a mi prima despierta hablando con Leo o arreglando la habitación porque ella era así; le encantaba ordenar y dejar todo perfecto.

No, estaba roncando como Simba, el de El Rey León. Mi lado de maldad se expuso y entonces pensé en una manera "Creativa" de levantarla, o bueno, creo que si la despertaba le haría un gran favor a la humanidad ya que reduciría la contaminación auditiva.

Busqué por todas partes mi pito estruendoso que compré una vez en una tienda de esas en donde venden de todo. Lo encontré en el cajón de mi mesita así que me acerqué a mi prima y lentamente, sin causar bullicio, apreté fuertemente aquel pito que no tardó en soltar un fastidioso ruido.

Ann gritó del susto.

— ¡Maldita perra! — Gritó con el pelo en la cara mientras me pegaba con la almohada que estaba empapada de saliva.

Me asqueé al ver como lambía la saliva que había cerca de su boca.

— Asquerosa— Arrugué mi nariz y achiné mis ojos. Vomitaría el cereal en cualquier momento. — ¿Qué haremos hoy? — Cambié de tema para olvidar por completo la imagen de mi prima lamiendo su saliva regada.

Simplemente me gustas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora